Secuestro burlesco

El propio estado mayor de las Fuerzas de Defensa de Panamá (FF. DD.) no tenía idea de lo acontecido con el secuestro del empresario y banquero, Luis Thomas, mientras salía de uno de sus negocios, ubicado en la Zona Libre de Colón, en el caribe panameño.

Un caballero de esta talla, con ciudadanía panameña, estadounidense e israelí, fue sacado del país sin que los militares, quienes gobernaban con mano dura en 1987, se dieran cuenta, lo que representaba una burla a toda la seguridad estatal y la inteligencia en el G-2.

Ya habían pasado seis meses, los familiares de la víctima no contactaron más a los uniformados, sin conocer el paradero de un hombre poderoso, popular y querido en el país.

Los investigadores, en ese momento del Departamento Nacional de Investigaciones (Deni), concluyeron que solamente los grupos armados revolucionarios contaban con la astucia para llevar una operación arriesgada en extremo.



No era de extrañar, el centro bancario del istmo y su famoso “secreto bancario” permitía que dictadores, grupos de derecha e izquierda, espías, narcos y disidentes, depositar millones de dólares sin muchas preguntas.

Aunque con el tiempo los bancos aplicaron la política de “conozca a su cliente”, antes eso no existía y los depositantes eran bien recibidos, no se podía investigar ni en Panamá, ni desde el exterior porque el famoso secreto no lo permitía.

En todos los cuarteles de la FF. DD. había una foto de Thomas, con su nombre abajo, sin embargo, eso no servía de nada porque el hombre no estaba en Panamá.

Estados Unidos e Israel, informaron al gobierno panameño sobre la preocupación que un ciudadano de esas naciones fuese secuestrado y no había noticias.

Al año de la privación de la libertad, un hombre arribó a Panamá con un pasaporte boliviano con el nombre de Manuel Pavel, ingresó normalmente, tomó un taxi y salió de la terminal aérea.

Días después, los familiares informaron en los periódicos que la víctima fue liberada, que no pagaron rescate, estaba sano y salvo, pero nunca escuchó una voz de sus secuestradores.

Los tres oficiales de migración de turno esa noche y que no reconocieron a Thomas, fueron despedidos de sus cargos, ya que su fotografía estaba en las oficinas de la entidad y que ese tiempo formaba parte de las FF. DD.



Familiares de Thomas contaron que lo metieron en una habitación, sin ventanas, con un sanitario, un sujeto encapuchado le pasaba la comida, cada mes un médico lo visitaba para cuidar su salud, lo que se deducía que lo necesitaban vivo.

Explicaron que solo había un tragaluz lejos para escalar o una fuga imposible.

Con el pasar del tiempo, los investigadores supieron, por la inteligencia colombiana, que el origen del delito se inició cuando Jaime Bateman, el líder guerrillero del Movimiento 19 de Abril (M-19), murió en un accidente de avión en Darién.

Venía supuestamente a conversaciones de paz secretas con el gobierno colombiano, acompañado por el político derechista y piloto de la nave, Antonio Escobar Bravo. Nueve meses después de la tragedia, sus cuerpos fueron descubiertos.

Representantes del M-19, vieron a Panamá a reclamar el dinero del grupo insurgente, unos 10 millones de dólares depositados en el Banco de Fomento e Inversión, que fundó el abuelo de Thomas.

En el banco, les informaron a los guerrilleros que las cuentas cifradas no existían, lo que molestó a los revolucionarios, luego la cúpula del M-19, decidió secuestrar a Thomas hasta que pagara el dinero y los intereses.

Al final, el banco soltó la plata, liberaron al comerciante y los militares en el poder fueron totalmente burlados.

Siempre hay uno más astuto que el otro. Eso nos muestra la vida.


Fotografía de Jaime Bateman, cortesía de Wikipedia y del tragaluz de Dreamstime.

 

 

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