En la iglesia evangélica, “La Promesa del Señor”,
ubicada en Río Abajo, Panamá, el pastor Eric de León, estaba feliz porque casi
llegaba a los 4 mil asistentes a los cultos, lo que significaba que tendría que
cambiar a un local más amplio.
Su meta en un año era tener el doble de creyentes,
quienes de paso también aportarían en la ofrenda para los gastos del templo y
los de manutención del religioso, su mujer y sus dos hijas adolescentes.
Eric estaba casado con Katherine Small, oriunda de la
provincia de Chiriquí, nieta de un aventurero británico de Las Malvinas, que
llegó a laborar como capataz en las bananeras e hizo su vida en la altiva.
El religioso vivía en Chanis, en una residencia de
clase media, sus hijas estaban matriculadas en un colegio privado evangélico de
Bella Vista, con colegial, llevaba una vida, si bien no era de lujos, tenía
buena comida en su mesa y le sobraba dinero para los paseos familiares en Sudamérica.
Alto, de tez, blanca, ojos oscuros, delgado, cabello
negro, el caballero de 51 años, poseía una elocuencia para convencer a sus
seguidores de que Cristo viene pronto, así que debían entregar sus preciados
tesoros como joyas, terrenos, automóviles, propiedades y acciones para tener un
lugar en el cielo.
Unos lo hacían, aunque otros no porque lucharon tanto
por sus bienes para regalarlos de la noche a la mañana, sin embargo, Eric
insistía que con esa acción le eran fiel a Dios.
Después de un culto sabatino, el pastor se le acercó a
Tamara, una chica de 20 años, estudiante de aduanas porque necesitaba platicar
con ella, lo que sorprendió a la dama, recién llegada a la iglesia.
Eric le manifestó que tuvo una revelación de Dios en
un sueño de que Katherine fallecería de una enfermedad y Tamara fue la escogida
por el "señor" para ser su reemplazo, por lo que debía “guardarse” para ese
momento, lo que dejó muda a la señorita con numerosa juventud y poca
experiencia.
Posteriormente, la ascendió a consejera de la iglesia,
le pidió que dejara el trabajo, también los estudios, pero Tamara rechazó
abandonar la universidad y el pastor bajó la guardia.
Después del culto, la estudiante se quedaba para
aconsejar a quienes lo necesitaban, a pesar de que no contaba con la “calle”
suficiente para ello.
Pasó un año, Katherine sana, Tamara seguía de consejera, sin embargo, padecía
un dolor de cabeza de proporciones mayores porque dentro de ella crecía una
cometa que en ocho meses volaría y provocaría un escándalo.
Solo ella y el padre conocían el secreto, no se atrevía
a revelar la noticia a sus padres, aunque una novedad como esa jamás podrá
esconderse.
Con mes y medio de embarazo, un domingo llegó una
joven a platicar con Tatiana, se identificó como Soraya Solís, de 21 años,
santeña, blanca, delgada, ojos oscuros, pelinegra y mediana estatura, la misma
característica que la dama preñada.
Soraya le confesó que necesitaba su consejo urgente
porque llevaba tres semanas con una criatura en su vientre, producto del sexo con el pastor Eric, quien le lanzó el mismo anzuelo de la revelación que a Tatiana y Soraya también lo
mordió.
Dos féminas, recién salidas de la adolescencia, sin
experiencia y sobrada juventud, cayeron en las redes de la “revelación divina”
de Eric, mientras que su esposa Katherine estaba más viva que un conejo en
medio de temporada de caza.
Ambas enfrentaron en privado al pastor, no obstante,
este lo negó, las largó de su oficina,
por lo que buscaron venganza y utilizaron sus redes sociales para difundir la
noticia que le dio la vuelta el mundo.
En el culto, Eric lo negó y las acusó de mentirosas,
pero posteriormente salieron las fotografías de ambas con el pastor en paseos,
abrazados y besándose.
Tras esas imágenes, el imperio del pastor decayó, la
mayoría de sus seguidores se fueron a otra iglesia, lo peor fue que Katherine
se divorció alegando adulterio y dejó al hombre en la calle.
Eric se quedó sin dinero, sin iglesia, sin mujer, con
una pensión para sus dos hijas, más las que tendrá con Tatiana y Soraya en el
futuro.
Muy caro le costó la “revelación divina”.