Tres horas donde Iván

 La música de Ulpiano Vergara sonaba a todo dar, mientras que los clientes saboreaban sus cervezas ante el desastroso calor nocturno de diciembre. Algo había que hacer para neutralizarlo.

En el ala derecha de las instalaciones, un local separado con dos muros, una entrada, mesas con sus respectivas sillas y en el techo ventiladores para refrescar el clima.

Una barra de madera que da a la calle, donde los clientes colocan sus cervezas, la antigua entrada esta cerrada, pero se hizo un pasillo entre el muro pequeño del negocio y la edificación de madera para que el público ande.

Chicas de todos los colores, blancas, trigueñas, negras, pequeñas, tatuadas, algunas con pantaloncillos que dejaban casi al descubierto lo que la naturaleza le regaló al nacer y que cualquiera se muestra boquiabierto.

Panameñas, nicaragüenses, colombianas, dominicanas y venezolanas pululan por el antro con cubetazos de cervezas para los clientes y para ellas también porque son acompañantes.


Ellas son las damiselas, sicólogas, psiquiatras, consejeras matrimoniales, entre otras profesiones, beben de forma impresionante cerveza, incluso más rápido que los masculinos.

Su consumo de “pan líquido” es casi similar a un cosaco, sin embargo, no lo hacen por puro gusto sino porque su estómago depende de cada cerveza que un cliente les pague.

Dos dólares con 50 centavos le cuesta a los varones las cervezas obsequiadas a ellas, para el hombre un dólar, por lo que ella sumará a su emolumento un porcentaje de cada pinta que él le “mande”.

Un caballero de unos 60 años, vestido con pantalón gris y camisa blanca de rayas conversa con una chica en una de las mesas, se nota su felicidad. Volvió a su juventud, aunque sabe que su acompañamiento es por “fichar”.

El ritmo de Victorio Vergara invade el lugar, ella es una diva de piel canela, vestida con pantalón y camiseta pegada a su cuerpo, cabello largo oscuro, alisado, hurta las miradas de los clientes que no tienen la fortuna de estar acompañados. Numeroso elemento masculino no alcanza para todas las musas del bar.



Sale Karen, una nicaragüense, blanca, viste un pantalón negro adherido a sus piernas, su trasero es enorme, inmensa caballera negra, ojos pardos brillosos y con cara de princesa. Lleva una blusa blanca. 

Como ella, muchas escuchan distintas propuestas, desde convertirse en amantes, esposas, una mejor vida y darles el lugar que se merecen, no obstante, las chicas saben que todo es cuento de camino y al final el asunto terminará en una casa de ocasión en La Chorrera.


Karen es como un diamante en una mina de carbón, pero el trabajo dignifica, así que debe ganarse la vida, independientemente si la critican o no, ya que las cajeras del supermercado no preguntan de dónde viene el dinero con que se paga los alimentos.

Aunque la pista tiene pocas parejas, parecen pasarla bien, mientras que afuera un hombre le reclama a otro que se comporte y que  evite problemas porque esta ebrio, tanto que sus ojos danzan.

Todas las   noches se repite lo mismo en el concurrido bar de Burunga, Arraiján, en Panamá Oeste, donde estalla la testosterona y los huracanes de pasiones momentáneas arrasan.

Cuando se abusa de la buena suerte

Seis chiquillos en el corregimiento del Chorrillo, sin nada que hacer, no había dinero o un lugar donde ir ese domingo 4 de febrero de 1979. Toda una tarde de verano aburrida.

No les apetecía tomar un “diablo rojo” para ir hasta Nuevo Veranillo, en San Miguelito y otro autobús de vuelta a su adorada calle 17, del empobrecido vecindario donde vivían.

“Cabezón”, “Cone”, “Foca-Foca”, “Pata Podrida”, “Caga Pecho” y “Canino”, sentados en una escalera de El “Muelle”, trataban de solucionar ese ocio con una posible ida al cine Edison para ver la película Brillantina que se estrenaba en esa sala.

Cada uno pondría cinco centavos para completar los 30 centavos de dólar, luego que uno de ellos ingresara, iría al baño y caminaría hasta la puerta de hierro de emergencia, abría el portón para que sus compañeros disfrutaran de la producción cinematográfica estadunidense.


Sin embargo, había un problema porque al vigilante del cine se le había “colado” o filtrado público sin que se diese cuenta y con el mismo método de abrir la puerta de afuera que no era supervisada.

El error era de Foca-Foca, ya que cada vez que salían del cine, gritaba a todo pulmón que había entrado gratis, lo que provocaba la ira del humilde trabajador que tomaba un palo de escoba y correteaba a los chiquillos sin atraparlos.

-Tú tienes la culpa de que el señor esté vivo. Eres un bruto Foca-Foca, ahora el buay ya sabe que nos colamos-, reclamó “Pata Podrida”, trigueño, pequeño, medio gordito, cabello oscuro y ojos pardos. Su madre era una migrante salvadoreña.

Media hora de discusión, casi se van a los puños los dos niños, pero Cone intervino para evitar trifulcas.

-Necesitamos una solución al problema, no una pelea entre nosotros-, dijo Cone, delgado, narizón, blanco, caballo negro lacio y oriundo de Penonomé, Coclé.

"Foca-Foca" solamente sonrió. De raza negra, de alta estatura para sus diez años, cabello de afro, delgado y llevaba unas zapatillas Converse azules, cosidas con sus propias manos porque se rompieron.



Antes de irse al cine, se fueron a sus casas a comer porque no había plata para millos, gaseosas o la comida chatarra que venden en esos negocios.

Caminaron, cruzaron la avenida A, pasaron por Plaza Amador y llegaron hasta el Edison, “Pata Podrida” pagó sus 30 centavos de dólar en la taquilla, le entregó el boleto al vigilante, un hombre de pequeño, gordo, “acholado” y quien "metía" el ojo derecho. Le apodaban “Tribilín”.

Ninguno de los seis niños sabía que había otro vigilante extra, debido a que el cine estaba de bote en bote y aplicaron los correctivos para que nadie se les colara con el fin de ver la producción gratis.

“Tribilín” le hizo señas a su compañero, quien sin que “Pata Podrida” se diera cuenta, lo siguió hasta el baño, vio cuando abrió el portón de afuera y entró la gavilla.

Había un miembro de la Guardia Nacional, un sargento que no divisaron los niños, así que el uniformado los esperó, los chiquillos intentaron correr, pero la puerta principal fue cerrada para evitar que escaparan.

Con ese método lograron ver las películas Infierno en la Torre, Halloween, Por mis pistolas, El ministro y yo, Superman, Batman y Robin, no obstante, los pescaron con las manos en la masa o colados.

Al ver al guardia y sin escapatoria, los niños empezaron a llorar porque eran infantes, la vida los obligó hacer cosas incorrectas porque en este mundo se debe sobrevivir, siempre y cuando no le hagas daño a una persona.

El policía tuvo lástima porque tenía dos hijos de edades parecidas a los pilluelos, así que habló con el gerente del cine para que los castigara con una jornada y no perder tiempo, además los dañarían si los enviaban al Tribunal Tutelar de Menores.

Los pusieron a barrer y “Caga Pecho” que se creía un riquitillo por ser hijo único, tomó una escoba para realizar la faena muy molesto.

Así terminó la historia de los seis chiquillos porque por su edad no tenían madurez para saber que no se debe abusar de su suerte.

Años después de la historia, “Cone” regresó a su pueblo y abrió una tienda de víveres, “Cabezón” se diplomó en leyes, “Caga Pecho” murió cuando asaltaba con Foca-Foca un camión blindado, “Pata Podrida” se fue a El Salvador con su madre y Canino se graduó como médico.

Al salir de prisión, “Foca-Foca” se hizo soldador para nunca más visitar una cárcel. Tuvo otra oportunidad porque de niño aprendió a que no se debe abusar de la buena suerte y obtuvo la libertad por una rebaja de pena. 

 

El rejo yanqui

El eco de las risas llegaba hasta el cuarto número doce, donde residía la “Vieja bruja”, como le llamaban los chicos de la casa 8-64, ubicada en calle 17 oeste del corregimiento de El Chorrillo.

Los vecinos la pasaban normalmente, entre el desempleo, la marihuana, la promiscuidad, los empréstitos pequeños impagables, la música escandalosa y agentes del Departamento Nacional de Investigaciones (Deni), quienes buscaban afanosamente personas de mal vivir para enviarlas de vacaciones al territorio insular más grande del pacífico panameño o la isla prisión de Coiba.

Dos primos, Pepe y "Cabeza de Huevo" reían a carcajadas. Una broma pesada le hizo Pepe a su mamá. La llamó al Ministerio de Trabajo, donde laboraba como secretaria y le dijo que la policía zoneíta lo detuvo por tumbar mangos en la Zona del Canal.

-¡Ja, ja, ja, ja! Cuando mi tía sepa la verdad te van a dar una tunda de correazos, que ni siquiera el médico chino te curará. Te romperán el fondillo de tanto rejo-, aseguró "Cabeza de Huevo".

-No, ¡qué va, primo!, esa vaina no sucederá. No es la primera vez que le hago una bromita a mi viejita-, respondió Pepe.

Bajo la mirada de la “Vieja bruja”, ambos niños comentaban que tenía una hija, de nombre Jackeline, las más linda del barrio, pero era una “chica plástica”. Milagrosamente daba los buenos días a sus vecinos.

Ya pasaron los tiempos del "Silver Roll" y "Gold Roll", aunque la discriminación en la Zona del Canal aún existía y panameño visto tumbando mangos, cazando iguanas o paseando por este territorio era acosado por las autoridades zoneítas bajo órdenes del gobernador estadounidense.

Un taxi se detiene y desciende una señora caucásica, ojos claros, de estatura alta y con un billete de diez dólares en la mano.

-¡Viene la vieja¡-, gritó Pepe.

-Ahora mismo vas a saber lo que es bueno. Hijo de p...-,respondió la madre de Pepe visiblemente molesta.

Pepe no tenía escapatoria, sus neuronas dibujaron a su madre con un cinturón en la mano derecha y con la otra para tratar de que no escapara. Segundos después, Pepe era Emilio Zatopek; sin embargo, no tenía a donde correr.

Sus pies se convirtieron en resorte y sus ojos compitieron con el Tuira.

La correa no era yanqui, sino colombiana, de cuero excelente muy cotizados y cuya demanda en Panamá era enorme.

Ahora Pepe es inspector de la petejota y trabaja precisamente en el corregimiento de Ancón, la antigua quinta frontera o la Zona del Canal, donde Estados Unidos tenía un Estado dentro de otro.

 Cuando camina hacia su trabajo mira su correa y recuerda todos los días esa tunda de correazos que le dio su fallecida madre. Nunca más comió mangos.

Mi inspiración

 

Eres tú quien me inspira a vivir.

Solo tú la que hace mi cuerpo temblar.

Mi corazón azotar y el insomnio despertar.

El volcán estallar y la testosterona jamás controlar.

 

Eres la flor que adorna mi jardín y el abono para cosechar.

En las noches siento tu piel, aunque solo sea en mi mente.

Tus montañas esquío, tu espalda exploro y abajo mucho se siente.

Eres tú quien hace las estrellas cortas y el sol frío.

 




A veces me río, nunca pensé que eres la sazón para mi sabor.

La miel a probar y el vino para saciar mi sed interminable de tu ser.

Eres tú quien pone nota a mi canción y los barrotes de pasión.

Todo o nada quiero porque así soy, egoísta con toneladas de razón.

 

Eres tú quien me inspira a vivir.

Solo tú la que hace mi cuerpo temblar.

Mi corazón azotar y el insomnio despertar.

El volcán estallar y la testosterona jamás controlar.

 

Como el río que recorre inmensos kilómetros de ruta.

pensé que sin tu árbol no hay fruta,

sin ti no hay calor y si no te veo fecunda el dolor .

Solo tú enciendes el motor apagado dentro de mí.

Fuiste la única que escaló la cima de mi corazón.

Esquivaste, sin saberlo las esquirlas para elevarte tan lejos.

Aunque suene increíble, lograste plantar bandera en la tierra.

En una zona inconquistable, rebelde, difícil y árida.

Me rindo, quedé colonizado y al final ante tus besos cedí.

Muerte en la Calle de la Amargura

 Ese fatal martes 4 de junio de 2002, Vicente Garrido, se puso un pantalón vaquero, una camiseta, una gorra, unas zapatillas Converse, todo de color negro, llevaba una cadena de una estrella de cinco puntas y un collar de perro de esos que usan los roqueros o los fanáticos del punk.

Su noche galante, ya que había conocido hacía dos semanas, una chica rubia, de ojos verdes, alta, de figura escultural, en la discoteca Planet Mall, ubicada en Los Yoses, en San José, Costa Rica.

Heidi Becker, laboraba como asesora legal en una empresa de transporte y también litigaba. En su trabajo como defensora conoció a Alfredo Monge, cuando pagaba una condena en La Reforma, por asaltar un camión blindado.

El malandrín se convertiría en su hombre de asiento, aunque muy oculto porque la dama temía de los chismes de la sociedad costarricense.



¿Pero, qué hacía Vicente Garrido, un antiguo vecino de Río Abajo, en la capital costarricense?

Sencillamente, trabajaba para una compañía constructora istmeña como capataz, de una mega obra en Alajuela, un ambicioso proyecto de un centro comercial con todas las comodidades.

Vivía cerca del Novacentro, a 900 metros al norte y 200 al sur de la ferretería Robert, en Guadalupe, Goycochea, en la periferia de la capital tica, en una vivienda arrendada.

Esa “noche triste” tomó un taxi que lo trasladaría a la Calle de la Amargura, muy famosa por su gran cantidad de bares y discotecas, donde también se registraban numerosas estadísticas de homicidios y riñas. De ahí nació su peculiar nombre.

Heidi Becker, lucía un pantalón vaquero azul, una camiseta de la sección nacional de Costa Rica, una pañoleta con la bandera de su país, zapatos botines negros.

Vicente Garrido, alto, de piel canela, cabello crespo, ojos pardos, miraba junto con su novia tica y de origen alemán, el partido de Costa Rica vs. China Comunista, durante el mundial Corea-Japón 2002.

Cuando los ticos anotaron el primer gol, el bar quería venirse abajo, por la alegría y posteriormente coreaban: ¡Oooee, oooeee, ticoooos, ticooooos!

Un beso suculento entre la pareja “café con leche” para celebrar el primer gol y al final del partido se fueron a una disco a celebrar.

El panameño no escuchó el consejo de su amigo costarricense Alfonso Meza que tuviese cuidado porque la mujer daba la impresión que ocultaba algo, aunque el istmeño nunca le prestó atención.

Hay un viejo refrán que dice papaya grande no se la come un solo hombre, sin embargo, Vicente Garrido nunca la escuchó.



Los novios bailaban la canción “Mueve la colita”, entre miradas atractivas, besos, caricias, el humo de los cigarrillos del antro y los ebrios felices del triunfo de su país.

Mientras frente al San Pedro Mall, la policía antimotines se preparaba por si se formaba algún disturbio por la gran cantidad de personas que salieron a las calles a vitorear el triunfo de los ticos 2-1 sobre los chinos, en la Calle de la Amargura, el asunto era muy distinto.

Heidi Becker le ocultó al “Pana”, como le decían en la construcción al istmeño, que tenía una relación oculta con un exconvicto, peligroso y consumidor de drogas. Pensaba que nadar en dos aguas al mismo tiempo sería fácil.

Ya las cervezas imperiales empezaban hace su efecto, Vicente Garrido se levantó de la silla para ir a orinar, cuando un hombre blanco, de ojos oscuros, cabello negro, de mediana estatura y cuerpo atlético le habló al oído.

Los dos salieron del bar, ante la mirada de horror de Heidi Becker. Era el novio oculto de la abogada y Vicente Garrido no lo sabía.

Alfredo Monge vio todo, nada tenía que averiguar o preguntar.

-¿Es usted El Pana-?

-Claro, pero no lo conozco mae-.

Tras la respuesta, solo sintió dentro de su estómago algo que le revolvía las entrañas, luego en el pecho, en el corazón, las puñaladas de un hombre celoso y engañado.

Un masculino, víctima de la infidelidad, es peor que un soldado lleno de odio cuando va al frente. No todas las personas logran superar un golpe tan duro.

En la Calle de la Amargura, el público miraba el hombre en el suelo, con un puñal aún en su cuerpo, en un charco de sangre, al panameño.

Murió sin saber la razón de su asesinato, luego la policía se lo llevó directo a la Reforma al homicida y lo condenaron a 30 años por homicidio.

A los tres meses Heidi Becker tenía un nuevo amor.

Y recuerde que papaya grande un solo hombre no se la come.

'Quizás se haga un libro en holograma portátil algún día': Arturo Nieves

 Arturo Nieves es un panameño que ama la literatura, le fascinan los videos juegos y tiene muchos proyectos a futuro.  Contó su historia al portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte”, así que no te pierdas la interesante entrevista del letrado istmeño.

 ¿Quién es Arturo Nieves? Explique su mini biografía.

 Nace en la ciudad de Panamá. Desde niño le gustó ver películas y series para televisión, jugar videojuegos e inventar historias al jugar junto a sus hermanos con figuras de acción. Allí inicia el gusto por las historias de ficción.

 


Luego su padre compra una computadora personal para su familia en 1997 y el adolescente Arturo decide adentrarse en ese mundo para varios años después orientar su profesión a esta línea de las ciencias al convertirse en adulto. Durante la universidad participa en teatro universitario en la UTP y en diplomados y concursos de guion para cine y trabajó en 2 cortometrajes panameños filmados en 2 semanas como encargado de la electricidad y el equipo técnico.

 

Decide en 2021 escribir su primera novela para iniciar su camino como creador de  cultura popular. Agradece a su hermano mayor y mentor literario por animarlo consistentemente para llevar su libro a la realidad.

¿Cómo nace su pasión por la literatura?

En la infancia. Pero en la etapa adulta comencé a leer más literatura. Antes era muy audiovisual (series y películas) y casi nada de libros o novelas que solo las que tenía que leer en la escuela para aprobar los exámenes de idioma español.

¿Cuál es su público lector?

Considero que es el público adulto. Aunque recomiendo que los menores de edad también lo lean apoyándose en la orientación de sus padres.

 

¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

 Aventuras y ficción histórica para escribir, autoayuda y romance urbano para leer.

 Al escribir, principalmente busco llamar a la reflexión y al análisis por las metáforas que uso.

 Dicen que hay un camino que une la literatura y la locura. ¿Qué opina?

 

Concuerdo con ese dicho. De hecho, una vez me dijo una novia que: "me gusta cómo escribes, aunque casi rayas en la locura". Da la casualidad que me muestro callado en persona en ocasiones y me expreso más efusivamente por escrito.

¿Qué dice sobre si un escritor debe o no mercadear sus obras?

 Totalmente necesario. Tener la obra lista es solo el primer tiempo del partido. El resto es darse a conocer. Ser entrón en conversación con el lector.

 

 


¿Ve desaparecer el libro de papel para darle paso al digital?  Explique.

Creo que no desaparecerá ninguno de los 2. Ni el audiolibro. Quizás se haga un libro en holograma portátil algún día. Para leerlo proyectado en grande y luego meterlo al bolsillo al terminar.

 ¿En qué se inspira para escribir?

 En este libro principalmente en lo que he vivido. Mezclado con ficción. Considero que no tengo que inventar casi nada porque de todo lo que recuerdo puedo sacar una referencia. Luego investigo información que no manejo con precisión y voy armando el ritmo de la historia.

 ¿Cómo nace su obra Desafío del Alma?

 Nace de una idea que tuve en 2016. Una civilización en un universo que no puede tener cuerpos físicos estables por alguna razón genética y mueren. Por eso buscan en los universos la solución al mismo tiempo que se entrometen en los asuntos de otras civilizaciones para aprender de sus errores y aciertos. Para bien y para mal, a veces.

¿Es escritor de mapa o de brújula?

 De brújula. Al mes por ahora.

¿En qué ocupa sus ratos libres?

 Baile salsa. Cine. Leer autoayuda y algunas novelas.



¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

 Viene el imperio. Y aparte, la continuación de Desafíos del alma.

 Explique el mundo de los autores autopublicados o independientes.

 Es un trabajo, pero es gratificante cuando la gente te felicita y te pregunta sobre el libro.

 ¿Qué mensaje envía a los escritores noveles que tienen miedo a publicar?

 Que se lancen y luego verán que no había razón para temer.

 

'Lo peor es quedarse con un libro en el cajón': Marie N. Vianco

 

La escritora hispano-panameña, Marie N. Vianco es una caja positiva de sorpresas. La literata aceptó una entrevista al portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte” y contó su interesante historia. No se la pierda.

 ¿Quién es Marie N. Vianco?

En una definición corta: una amante de las letras que tiene mucha imaginación, que escribe y publica sus libros en Amazon.

Nací en Ciudad de Panamá, mi madre es panameña de pura cepa y mi padre era de la Región de Murcia, al sureste de España.

Pasé mi infancia en Panamá y cuando tenía once años, mis padres me trajeron a España. Después regresé a Panamá en plena adolescencia, y cursé unos años de colegio allí, para volver a España más tarde, terminar el instituto y estudiar la universidad. Fue una época de muchos cambios en la que me llegué a sentir bastante desarraigada.

Ahora vivo en Cartagena, Murcia, en donde compagino la escritura con mi trabajo en una asesoría de empresas.



¿Cómo nace su pasión por la literatura?

Siempre me ha gustado leer, desde muy niña mi madre me inculcó el hábito de la lectura y desde entonces casi siempre tengo una novela empezada. Tal vez ese acercamiento a las letras desde pequeña fue lo que me hizo dar el siguiente paso e iniciarme en la escritura. Eso te puede pasar unas veces por curiosidad y otras por desahogo.

Cuando murió mi padre escribí mi primer cuento en honor a él, era una historia simple que hablaba sobre el sentimiento de ausencia que deja alguien tan importante en tu vida cuando se va. Con los años retomé la escritura y seguí experimentando hasta que un día me lancé y conseguí escribir una novela entera.

¿Cuál es su público lector?

Soy una escritora versátil, hasta el momento mis novelas van desde el romance, pasando por el juvenil, el relato y terminando en el thriller. No me he centrado en un género principal, tal vez es algo que no es muy comercial, pero en estos años me he dedicado a escribir las historias que me inspiraban, así que se puede decir que mi lector es de género variado como lo son mis novelas.

 ¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

Aunque leo de todo, me encanta el suspense tanto para leer como para escribir. Pero muchas veces también depende del estado de ánimo en el que me encuentre a la hora de elegir mi próxima lectura. Me atraen mucho también las novelas sobre dramas familiares, con personajes profundos y con madurez, de esos que te enseñan nuevas perspectivas sobre la vida; y si son históricas, son el doble de atractivas. Pero sin duda el thriller es mi género favorito, sobre todo si tiene buenas dosis de intriga y misterio.

 


Dicen que hay un camino que une la literatura y la locura. ¿Qué opina?

“Locura” es una palabra muy seria para tomársela a la ligera en una simple afirmación. Yo diría que cuando un escritor crea literatura más bien se “abstrae”, es decir, vive en el interior de sí mismo una vida paralela a la real en donde percibe con los sentidos otras realidades y les da forma. Es capaz de ver imágenes, escuchar conversaciones, oler, tocar, sentir… Todo forma parte de un mundo salido de su imaginación y que vuelca en el papel creando un universo propio. Nadie es capaz de llegar a esas “realidades”, solo su creador. Cuando esos escritos salen a la luz son descubiertos por el lector que participa, de alguna manera, de esas abstracciones, de ese mundo fabricado por el escritor y, a través de la lectura, lo vive a su manera.

 

¿Ve desaparecer el libro de papel para darle paso al digital? Explique.

No creo. Mi opinión es que ambos van a convivir a lo largo del tiempo.

El papel tiene mucha fuerza, es un formato muy arraigado en el ser humano como para que pueda desaparecer.

El libro digital es innovador, cómodo y económico, va de la mano de la tecnología que es la reina de nuestro tiempo, con lo que pienso que cada vez se extenderá más y será más aceptado, pero no creo que sustituya al papel.

 ¿En qué se inspira para escribir?

En una idea que me motive lo suficiente como para ponerme a planificar y escribir una novela completa. Las ideas están en todas partes: algo que vea en la calle, alguna noticia que lea o incluso una conversación que escuche espontáneamente puede hacer que mi imaginación se ponga a trabajar y yo con ella.

 ¿Considera que en pleno siglo XXI existe el romanticismo? Explique.

El ser humano es razón y es emoción, no se puede separar una de la otra y mucho menos en el arte (incluida la literatura), en donde la expresión impera sobre todo lo demás. En todas las ramas del arte siempre prevalecerá la emoción, es el pilar de su esencia, por lo que creo que, como seres humanos, a pesar de estar en la era tecnológica y en las próximas eras de avance que nos esperan, las emociones siempre jugarán un papel primordial en nuestra existencia y por ende en nuestras creaciones.

 ¿Cuál fue la novela más difícil para crearla y sus motivos?

Todas tiene trabajo y en todas me he encontrado piedras en el camino que he tenido que sortear, pero si he de decir una, quizás la más difícil haya sido “Arroba al corazón” por ser género juvenil y estar inspirada en personajes muy jóvenes. Con la diferencia de edad y a pesar de haber pasado por esa etapa, me costó bastante percibir el mundo de alguien de tan solo veintiún años, la forma de ver la vida y el futuro es totalmente diferente con esa edad que con la que tengo ahora. No es fácil meterte en la piel de alguien tan joven y pensar y sentir como él para que la historia sea creíble en todo momento y hacerla lo más realista posible.

 

 


Usted nació en Panamá. ¿Ha vuelto al istmo o mantiene vínculos con él?

Sí, hace varios años que estuve allí de visita. Fui a ver a mi familia materna y a algunos amigos del colegio. Sigo en contacto a través de redes sociales y teléfono, y siempre me interesa saber lo que pasa allí y la situación general del país.

En estas últimas décadas Panamá ha avanzado mucho, ha adquirido cada vez más presencia en el mundo y estoy muy orgullosa de ello.

 ¿Es escritora de mapa o de brújula?

Soy escritora de mapa. Necesito desde el principio tener un plan a seguir al igual que en la vida, la improvisación es algo que me da inseguridad y la dejo para mis personajes (es broma).

Eso no significa que sepa todo lo que va a pasar en la historia, siempre me gusta que mi imaginación me sorprenda y muchas veces lo hace gratamente; algo que pensaba que iba a ir por una dirección de repente da un volantazo y me conduce hacia otro lugar inesperado, esos giros enriquecen la historia y me ayudan a disfrutar más de la escritura. Pero se puede decir que eso es solo un veinte por ciento del proceso, para el resto necesito guiarme de mi mapa, para no perderme.

 ¿En qué ocupa sus ratos libres?

No tengo mucho tiempo libre entre el trabajo, la casa y la escritura. Pero el tiempo que me queda me gusta distribuirlo entre la lectura, pasear por la ciudad (me encantan los centros comerciales), ir al cine o salir a cenar. También dedicarle sus momentos a la familia, a mis mascotas y a mis amigos.

 

 


¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

Tengo en mente un par de proyectos ahora mismo. Uno está a la mitad y es para mis lectoras de ficción femenina, que sé que les gustan las historias más emocionales y familiares.

El otro es un nuevo thriller, pero que todavía está bastante verde.

 ¿Qué mensaje envía a los escritores noveles que tienen miedo a publicar?

Que una vez que tengan un trabajo terminado y del que se sientan satisfechos, que no duden en dar el paso; lo peor es quedarse con un libro en el cajón por miedo al rechazo o a las críticas. Para poder aprender   y avanzar hay que lanzarse y ver qué pasa, de lo contrario, siempre se encontrarán en la casilla de salida.

 

Una bofetada gratis

 Mucha concurrencia en el restaurante-bar, ubicado en la calle 85, con carrera 13-06 de Santafé de Bogotá, uno de los mejores sitios para beber cerveza, comer picadas con los clásicos guantes de plásticos para no ensuciar las manos.

Ryan Jamie, Paul García y Louis Miller, tres funcionarios de la embajada estadounidense en Colombia, celebraban la llegada de Paul García, un boricua que residía en el Bronx, Nueva York, Estados Unidos, desde los once años, tenía 24 horas como funcionario de la embajada estadounidense en ese país.

Trabajaba para el Departamento de Estado y como muchos diplomáticos solteros hacían cualquier cosa por ser transferidos a Colombia, donde se originaban historias de su comida, lugares hermosos y sus atractivas mujeres.



De mediana estatura, con cabello rizado, negro, de ojos pardos, delgado y piel trigueña, el hombre de marras parecía más un indostano que un yanqui anglosajón, pero logró ganar una beca en la Universidad de Nueva York, donde se diplomó en política exterior.

Los tres bebían la clásica cerveza negra artesanal Chapinero, fabricada en Bogotá Beer Company, un pub muy concurrido, con sus decoraciones de madera, barriles afuera de las instalaciones, bancas laqueadas y buena atención.

Entre alitas de pollo en salsa barbacoa, apio, yucas fritas y las salsas para remojarlas, los tres extranjeros platicaban de las colombianas, atractivas, lindas, preciosas, atendían bien a los hombres y principalmente a los de su país.

Antes de entrar a BBC se fueron Pescadería Jaramillo, pero no les llamó la atención la comida ni las langostas de 150 mil pesos colombianos (unos 75 dólares al cambio en el 2004), así que caminaron unos metros para ir a la casa cervecera artesanal.

Ryan era de raza negra, alto, atlético, de ojos oscuros y se afeitaba la cabeza, mientras que Louis Miller, rubio, ojos verdes, alto, algo obeso y muy chistoso.

Ya Paul García había conocido varios migrantes colombianos en el Bronx, pero no los trató mucho de niño, sin embargo, ahora era un diplomático, tenía buen salario y creía que solo su ciudadanía sería un imán para las damas del país sudamericano.

El lugar era visitado por adinerados, de clase media y muchos extranjeros residentes en la capital colombiana para pasar un buen rato, comer y beber cerveza.



“Si no conoces el perro no le toques la cola”, dice un viejo refrán, algo que viene como anillo al dedo para esta historia.

Al ritmo de Working for de weekend, de Loverboy, los tres estadounidenses miraban a tres chicas de la barra.  Parecían unas reinas de belleza o la típica colombiana.

Una blanca, alta, de ojos avellana, caballo castaño claro, trasero gigantesco; la otra morena, de ojos oscuros, cabello corto y teñido de rosa y la última trigueña, alta, cabello rizado, ojos pardos y cuerpo de guitarra.

Entre el alcohol y la lengua de origen sajón, Paul saludó a la rubia, sin embargo, la dama le dio la espalda.

A Paul se le ocurrió enviar una “ronda” de cervezas que fue rechazada por las damas.

No sabía que sucedía porque le habían contado que las mujeres de Colombia colapsaban ante cualquier estadounidense porque querían una visa para atrapar la nieve y conocer la Quinta Avenida de Nueva York.

Otra ronda rechazada y el boricua, fue atacar, ya medio ebrio por la fuerte cerveza Chapinero, intentó hacer una plática e intentó hablar castellano con acento estadounidense.

-Señor. Por favor retírese que esta ebrio-, respondió la trigueña, el hombre se dirigió al baño.



Al retornar se encontró con la rubia y atacó otra vez, lo esquivaron, pero tomó a la mujer por el brazo, le tocó el trasero y la dama sacó su mano derecha, le metió un bofetón, tan duro que cayó a la fina madera laqueada.

Sus amigos se levantaron para reclamar a la mujer, no obstante, se metieron cuatro caballeros a defenderla y como borracho no gana pelea, los estadounidenses se llevaron la peor parte.

La política de la embajada estadounidense era de cero tolerancia a esos actos y al día siguientes los tres estaban a bordo de un avión, en la base de Catam rumbo a su país.

Así terminó la historia del conquistador puertorriqueño en Bogotá y no crea todo lo que le dicen.