'El escribir te libera': Elizabeth Hay

Una mujer de armas a tomar, en el plano profesional y el cultural. Se trata de la escritora panameña Elizabeth Hay, quien concedió una entrevista al portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte”, donde comenta cómo nació su pasión por las letras.

No se pierda la interesante entrevista con la literata istmeña.

¿Quién es Elizabeth Hay? Explique su mini biografía.

Fue escogida como la ganadora de relatos cortos de mujeres centroamericanas en el concurso de la revista digital Parafernalia Ediciones, colaboró escribiendo mini columnas y artículo para la revista digital de la Asociación Panamá-Cataluña.

Nació en Ciudad de Panamá en 1980, se licenció en Finanzas y Administración de Empresas (Universidad de Panamá), se trasladó a Barcelona en el año 2006, en donde más tarde obtuvo el título de magister en Project Manager por la (Universitat de Barcelona) y se sacó un grado superior en Auditoría Contable por la Academia Adams en Girona, España.

Es emprendedora, lectora ávida, amante de la literatura y las artes. Es la autora de novelas de romance, aventura, drama y suspense como: Almas Salvajes: Triskelion las reliquias perdidas y el velo del tiempo, La Casa de las Delicias, El Acertijo del Espiral, Claroscuro: La historia de una asesina, La piel tiene Memoria, Tormenta y Tempestad; también es la autora de un libro misceláneo de poesía, cuento, relatos cortos y picture history titulado “Venas Abiertas”

Actualmente, ejerce como Manager y escritora de Profesión e imparte talleres de escritura creativa.



¿Cómo nace su pasión por la literatura?

La escritura me llegó por la lectura. Tenía una amiga en la infancia fanática de las enciclopedias, ella lo leía todo allí.

Ella me metió de lleno en el mundo de las mil y una noches y las novelas ejemplares de Cervantes, allá por los lejanos 9 años.

Soñábamos con conocer mundo y trasladarnos allí donde se gestaba el arte y la historia. Nuestro mundo mágico era el mundo de la creatividad y la fantasía y eso me llevó hasta aquí.

Lo que me motivó a ser escritora fue mi fascinación por descubrir nuevos universos y países, la necesidad de crear ese tipo de puente entre lector y escritor, y en la medida de lo posible, transmitir conocimientos y crear sensaciones en la gente.

¿Háblenos de su obra más importante?

Todas mis obras son para mí muy importantes. Pero si tuviese que elegir esa que causó un hito en mi trayectoria como escritora sería sin lugar a dudas la Trilogía: Almas Salvajes.

Inicia con “Triskelion, las reliquias perdidas y el velo del tiempo”, porque fue la primera vez en la que me aventuré a escribir ficción histórica, mi género favorito, en el que mezclo varios siglos diferentes en un trampolín exponencial para tejer esa historia que salta entre épocas y parajes, contando la historia de dos las tribus guerreras enemigas, como los celtas y los vikingos.

Esas mismas tribus, que marcaron el mundo occidental y la cual requería para su desarrollo de un trabajo arduo de investigación, fue un reto que me propuse y sigue siéndolo con el “Acertijo del Espiral”, mi nuevo lanzamiento de este año y la ya empezada tercera parte y cierre “La Acrópolis del Miedo”, pero estoy encantada, y más cuando los lectores te responden de una forma tan bonita y especial.



¿En qué se basó para escribir sus obras?

Mis obras suplen quizás una necesidad de conocimiento, una problemática social, o la simple fascinación por algo puntual, para Elizabeth Hay, no hay nada escrito, puede idear universo, oyendo música, viendo series, leyendo otros libros, conversando con amigos, viajando por el mundo, simplemente porque todo es literatura.

 ¿Cuál es su público lector?

Mi público lector es el mayor de 16 años

¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

Todos. No tengo ninguno específico, aunque me decanto por la novela; ya sea drama, romance, thriller, aventura, suspense, misterio, erótica. Aunque también escribo poesía, teatro, relato y cuento.

¿Cuál es el género literario más leído en Panamá para usted? Explique.

Según lo que dicen los lectores y por lo visto en la trayectoria y concursos, es el cuento.

Pero, creo que esto ha ido cambiando en los últimos años, nuestros jóvenes, el grupo focal lector panameño se aboca mucho por la novela últimamente, y el adulto mayor prefiere el cuento o relato corto, quizás por tiempo y practicidad; y aunque inclusive existen excepciones la novela está entrando a Panamá con fuerza.

¿Qué opina del mercado literario panameño?

El mercado literario en Panamá está en auge y me alegra muchísimo formar parte de ese cambio como escritora del que se hablará en futuro-

Esto implica que nuestros jóvenes crearán un precedente, y de lo que hacemos hoy día sentará las bases del futuro en el que espero que no se diga que en Panamá no se lee ni se escribe sino, que además nuestros jóvenes hayan podido dejar atrás algunas de nuestras carencias como la comprensión lectora.

Es un trabajo arduo en conjunto: jóvenes, padres de familias, docentes, escritores para así girar la rueda y que el conocimiento solo sea la base que les estimule a buscar más, a leer más y a conectar con el mundo real y el imaginario.



Explique el camino del escritor independiente.

El camino del escritor independiente es arduo y tenaz, número uno: por la insuficiencia de recursos; número dos, por el tiempo que te toma en el día a día; número tres, por el desconocimiento del mercado y número cuatro, también lo es por la poca colaboración de librerías y medios locales-

Y por supuesto, es a su vez una problemática para el escritor novel o desconocido, si los recursos son escasos o inexistentes; lo que conlleva a la nula exposición del escritor en medios de comunicación, reconocimientos de librerías y lectores. Sumado esto al impacto directo a manera personal. Un escritor requiere de tiempo, tiempo que le roba a la familia o a la formación profesional o personal para poder evadirse y crear, y de no poseer otra fuente de recursos es muy difícil que pueda dar ese paso, aunque siempre hay excepciones a la regla.

¿Es escritora de mapa o de brújula?

Escritora mapa, sin duda, aunque del desarrollo en sí puede ser un poco escritora brújula.

Creo en la buena documentación de los hechos e inicio casi siempre con lo que título, la columna vertebral de mis novelas, luego todo es aleatorio, todo puede cambiar.

Mis novelas crecen a medida que las escribo, hay cosas que no estaban pensadas en un inicio, pero si en el camino me impactan y siento la necesidad de incluirlas, y doy fe que suelo hacerlo.

Así que diría que me concibo como escritora mapa, pero aquella que también siempre puede tomar esa brújula de aventura y seguir creando.

¿En qué ocupa sus ratos libres?

Aún me apasionan las mismas cosas que cuando era joven: la escritura, la lectura, la escultura, la pintura, la música y todas las artes escénicas, entre ellas: el ballet clásico y la ópera son mis favoritos.

Soy aficionada al gimnasio y a los viajes, me encantan los animales y el contacto con la naturaleza, las caminatas por la montaña, la playa a horas muy tempranas; el bailar y cantar a todo pulmón, aunque no se me dé tan bien, y, sobre todo, me fascina el clima frío y las series de TV de la época.



¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

Actualmente estoy escribiendo la tercera parte de la trilogía Almas Salvajes que se titula: “La Acrópolis del Miedo”, y una Antología de Romance

A su vez, uno de los proyectos que me gustaría concretar es implementar ese programa para jóvenes talentos escritores, promover mucho más la literatura y las artes en mi país, hacer llegar el conocimiento y la lengua a los sectores más sensitivos, empobrecidos y apartados, y crear en los jóvenes esa mella que les impulse a confiar en ellos mismos y luchar por sus sueños. 

En cuanto al plano personal, abocarme a mi nueva pasión, aprender nuevos idiomas, en este caso sería estudiar el mandarín, francés y alemán. Y por supuesto, seguir conociendo el mundo y su multitud de pueblos y culturas, seguir viajando y soñando despierta.

¿Qué tiene que decir a los escritores anónimos con miedo de publicar obras?

Que se atrevan, que den el paso. 

Quizás no lo saben, pero en cualquier parte del mundo alguien les lee y pueden cambiar la vida de esas personas-

Las personas suelen pasar por situaciones difíciles y es cierto y constatado por todos que cuando este lector se ve reflejado, cuando siente que no es el único que pasan por este tipo de vicisitudes, su perspectiva cambia y esto hace cambiar su percepción y su vida.

 Además, el escribir te libera, te hace más consciente, más crítico. Creo que todo el que tenga esta motivación por transcribir y crear este arte que es la literatura, debería atreverse a dar ese salto de fe.

La libertad no tiene precio

Fulgencio Díaz, llevaba tres meses de una condena de cuatro años en prisión por meter la mano en la empresa donde laboraba como Contador Público Autorizado (CPA) durante diez años.

Tiempo que se fue por la borda del desprecio, el engaño y ahora solamente quedaron restos de arrepentimiento, culpabilidad y deseos de salir de los barrotes donde estaba.

Las cosas no serían como antes, la prisión es un mundo dentro de otro, eso lo saben los delincuentes comunes y corrientes, pero no les importa entrar y salir con frecuencia porque no quieren otra opción, además delinquir está en su ADN.

Fulgencio Díaz, aprendía a diario nuevas cosas en el penal, como que el más fuerte gana siempre, quien tiene dinero ostenta poder, compra cigarrillos, drogas, licor, soborna a los guardias y custodios.



Su piel canela se blanqueaba poco a poco por el mínimo sol que tomaba, alimentaciones colectivas, tener seis ojos y ocho orejas para ver y escuchar cualquier rumor hasta en las paredes.

Violencia, pandillerismo, inodoros sucios y lo peor es que no tienen divisiones, así que las necesidades fisiológicas se hacen delante de cualquiera o nula privacidad incluso al momento de evacuar.

Aunque eso es el mínimo problema de los internos porque a los profesionales del crimen, no les interesa que los vean cagando, sino ser identificados junto con un boleto de entrada al penal.

Homosexualismo, violaciones, los pedófilos son penetrados a la fuerza entre varios internos para que aprenda a no jugar al sexo con las niñas, noches largas y un calor terrible en el hotel cercado con un gigantesco muro y alambre de púas.

Cámaras que vigilan dentro y fuera la prisión, guardias tan toscos como los ucranianos que cuidaban los campos de concentración alemanes, amigos falsos y numerosos enemigos.

En la cárcel, el 99% de los detenidos dicen ser inocentes, a pesar de tener el arma de fuego con la que asesinaron, la droga que le decomisaron o la mujer que violaron supuestamente lo confundió con otra persona.

Pocos usan máquina de afeitar, no las permiten para que no se usen como armas, no obstante, los detenidos con cualquier cosa fabrican objetos punzo-cortantes, uno de ellos son los cepillos de dientes.



Tiempo sobra para pensar, los ojos miel de Fulgencio, en ocasiones se inundan de lágrimas, acaricia sus lacios cabellos castaño claro, cuando piensa el grave error que cometió.

La lujuria, la ambición de dos pezones rosados, unos ojos verdes, nalgas blancas y grandes fue lo que le acarreó al mal que ahora sufre, su esposa lo abandonó por infiel, sus hijos lo visitan muy poco y se quedó solo.

Oye tantas historias de otros presos, de parejas que los queman, salen encinta mientras ellos purgan condenas o simplemente nunca los visitan.

Debe aprender la lección ahora, otros detenidos se evaden, pero es peor y alarga la sentencia, así que a soportar el encierro.

En la cárcel se puede tener de todo, dinero, guaro, mujeres, celulares, armas de fuego, cuchillos, drogas, televisor último modelo, videojuegos, comida externa, no obstante, los internos piensan en escapar uno del otro porque la libertad no tiene precio.

El laberinto de Santiago

La tormenta provocó que se apagara la energía eléctrica, los rayos y centellas iluminaban el oscuro cielo en una noche con luna en cuarto menguante y las gotas de lluvia impactaban como roca en el rostro de Santiago.

Un camino de piedras, el hombre mira hacia atrás, ve una casa al estilo español del siglo XVII, de ladrillos, con dos pisos, el mismo número de ventanas arriba y una puerta, mientras que abajo solamente una ventana y una entrada.

Levanta su vista, cuervos vuelan alrededor de la vivienda, aves que apenas puede observar, vuelve a colocar sus verdes ojos al frente, cuatro antorchas alumbran el camino romano y decide correr hacia la luz.



No conoce la propiedad porque nunca ha estado en ella, las ramas de los árboles se estremecen, dan la impresión que quisieran atraparlo para devorarlo, a su derecha unas 12 coralinas con su lengua afuera y a la izquierda una bestia desconocida.

Tiene patas de cerdo, cuerpo de rana y cabeza de león, no sabe qué es, sin embargo, el animal emite en sonido peculiar a baja frecuencia que no aguanta, corre y encuentra árboles con una escalera en el centro.

Santiago decide bajar, se detiene un momento, el sonido le jode los tímpanos, voltea y de lejos mira cuando el animal se come a las culebras, luego observa el cielo, los cuervos tienen una pelea entre ellos.

Baja las escaleras, hay seis caminos, no se decide cuál tomar, no obstante, sabe que está en un laberinto de árboles, usados generalmente para citas amorosas clandestinas.

Toma el segundo trayecto a la izquierda, debe encontrar la salida, sigue la tormenta, oye un sonido de unos cascos, es una especie de caballo, con cabeza de cobra y cola de brillante, color oro.

Quiere internarse entre las ramas para que la bestia no lo vea, lo consigue, pero en parte de su blanco brazo derecho corre un hilo de sangre porque se cortó, aunque está vivo y eso es lo importante.



Camina aprisa, ve una antorcha, la agarra, ya cuenta con una luz, tiene 10 minutos caminando, se topa con un hechicero de la edad media, con su gorro puntiagudo, barba blanca, una varita y un traje negro.

El anciano tiene una risa casi demoníaca, Santiago se persigna y la figura desaparece de inmediato, el masculino inclina la cabeza en señal de cansancio porque está aterrado y agotado.

Ha caminado por 25 minutos, no encuentra la puerta para abandonar el lugar tormentoso donde está, se dirige hacia el centro con la esperanza de huir, posteriormente un lobo blanco cena un cordero y su hocico está manchado de rojo por la sangre.

Santiago se detiene, el animal lo mira, emite su aterrador aullido y le muestra sus filosos colmillos, por lo que el hombre retrocede, gira hacia otro camino por la derecha, donde se encuentra con un niño rubio.



El infante hace malabarismo con cuatro doblones y luego le habla castellano con notable acento inglés.

-¿Sabes dónde estás Santiago?-.

-No tengo ni la menor idea-.

-Yo sí sé dónde estás. Te encuentras en tu propio yo para que sepas lo que eres y cómo tratas a los que consideras que son menos que tú. Te recuerdo que si sigues así en este mismo laberinto te espero-.

Santiago no respondió, sin embargo, al niño le salieron alas de murciélago, cola, colmillos y patas de águila. Posiblemente, el demonio, lo que aculilló al masculino.

Caminó cinco minutos más, una luz tenue, recorrió hasta que divisó una escalera que eligió y cuando subía, le cayeron al cuerpo docenas de cobras.

En ese momento Santiago despertó, sudado, asustado, con sus castaños oscuros cabellos empapados y lloró.

Nada que preguntar. El mensaje estaba claro.

 

Los peligros del escritor

 

El ataque del escritor indo-británico Salman Rushdie, en Nueva York, no es un hecho aislado y todo apunta a un autor fanático islamista, tras 33 años de publicada la novela Versos Satánicos y que encendió la irá de países musulmanes.

Rushdie no es el único escritor que fue blanco de atentados, ya que a lo largo de la historia literatos han sido asesinados, amenazados y otros tuvieron que partir al exilio por sus gobiernos o porque las mafias le ponen precio a su cabeza.

Desde los tiempos de los monarcas absolutos, la literatura es, fue y será enemigo del estatus quo, debido a que rompen con el molde tradicional, arrastran a los lectores conocer realidades ocultas y les enseñan el otro lado de la luna.



Gobiernos de derecha, de izquierda, dictaduras, fanáticos religiosos, tanto católicos, musulmanes y de otros credos, son los defensores de la censura, de forma abierta o bajo presión, a las casas editoriales, para evitar que determinada obra se publique.

El portal https://www.comunidadbaratz.com/blog/20-libros-prohibidos-hace-tiempo-y-que-ahora-son-realmente-influyentes-en-la-literatura-universal/ publicó una lista de 20 libros que fueron prohibidos en su momento.

Irónicamente, los países que más aparecen son Estados Unidos y el Reino Unido, naciones que condenaron enérgicamente el cobarde ataque al escritor Rushdie.

Casos como los del literato búlgaro Georgi Markov (1929-1978), asesinado por los servicios secretos de su país en Londres, pinchado con la punta de un paraguas que contenía veneno.

Héctor Abad Gómez (1921-1987), era un médico y ensayista colombiano, fue asesinado en Medellín por denuncias contra los paramilitares de extrema derecha.

Aquí hago una pausa para evidenciar que tanto la ultraderecha como la ultraizquierda, ordenan asesinatos porque lo que se practica es silenciar toda voz disidente.

En el hermoso México, la periodista Lydia Cacho escribió el libro “Los demonios del Edén”, luego de una investigación sobre trata de blancas y pedófilos, lo que la llevó incluso a ser detenida y trasladada desde Puebla a Quintana Roo.

La comunicadora social divulga testimonios contra poderosos empresarios que mantenían relaciones sexuales con menores de edad y, aunque el libro no fue prohibido, Lydia Cacho aún mantienen un proceso judicial por el delito de difamación.



Mientras que, en la milenaria Italia, el escritor, ensayista y periodista Roberto Saviano, autor de la obra “Gomorra”, fue amenazado por la mafia o el clan de los Casalesi.

Una amenaza real que llevó al gobierno, desde el 2006, a ponerle una fuerte escolta al comunicador social.

Estos son solo pocos ejemplos de ataques, pruebas de fuego o asesinatos a escritores o escritoras porque sencillamente no les gusta a algunos lo que plasman en sus obras.

No obstante, nada detendrá a un escritor con dedos de hierro para redactar su pensamiento, hacer denuncias o romper barreras.

 

 Primera imagen: captura de video de Mary Newsom.

 Segunda fotografía: Georgi Markov, asesinado por el gobierno comunista de Bulgaria.

 

 

Un hombre loco

Américo Morales, de 45 años, blanco, ojos verdes, alto y delgado, era un libretista de ópera, quien residía en Vacamonte, Panamá, amaba la música clásica, por lo que ya tenía varios proyectos, algunos de ellos montados en escena.

Pensaba crear una nueva historia que rompiera las fronteras, cruzara al sur y norte del continente, por Europa y hasta Asia, lo que deducía que su ambición era de proporciones gigantescas.

Algo mejor que el Fantasma de la Ópera, que Bastiano y Bastiana, que las Bodas de Fígaro, que dejara al público boquiabierto, que superara a Carmen, el Barbero de Sevilla o Rigoletto, así que se puso a trabajar.

Llevaba las primeras cinco páginas cuando una noche, escuchó voces, se levantó de la cama y le preguntó a su hija América quién lloraba o se lamentaba.



Su descendiente respondió que ni una ni otra, que posiblemente era el sonido de las motocicletas que los jueves realizaban las carreras clandestinas en la autopista Arraiján-La Chorrera.

Volvió a dormir, pero tuvo una pesadilla donde veía monstruos, fantasmas, voces, gritos, cantos gregorianos, música como el Trino del diablo de Guiseppe Tartini  y Marcha fúnebre de Chopin.

Despertó como a la una de la madrugada, sudado, se fue a la ventana, encendió un cigarrillo, luego se colocó sus gafas y se fue a la computadora para redactar el sueño.

El letrado escribió 20 páginas y título la ópera “Un hombre loco” con el argumento de un caballero que tenía pesadillas y perdía el contacto con la realidad, tenía su propio mundo y universo.

A los ocho meses terminó el borrador, lo dejó descansar por cuatro meses y posteriormente lo rescató, lo presentó a un grupo y fue aprobado para que se presentara en escena.



Sin embargo, el daño ya estaba hecho, Américo Morales, se metió tanto en el personaje que los galenos le dictaminaron esquizofrenia y trastornos psicóticos.

El escritor perdió el juicio, de día y en las noches escuchaba voces, canciones, óperas, en ocasiones no reconocía a las personas e incluso a su propia hija.

Su sueño se cumplió, se montó la ópera y fue un éxito total en América, Asia y Europa, pero el creador quedó totalmente desquiciado.

Fue necesario internarlo en Instituto Nacional de Salud Mental de Panamá, lo que antes se conocía como el Hospital Psiquiátrico Matías Hernández o el antiguo Retiro.

Allí paso tres años hasta que le dieron de alta, su hija le daba los cuidados, lo alimentaba y le proporcionaba sus medicinas.

Las regalías de la ópera le dieron el dinero para vivir, sin embargo, los síntomas de la esquizofrenia nunca desaparecieron.

Durante los siguientes dos años, después que salió del manicomio, Américo Morales, no daba entrevistas a la prensa y vivía aislado hasta que un infarto acabó con su vida.

Se desconoce la razón de la enfermedad, posiblemente hereditaria, y un ambiente en el que vivía pudo desarrollarla, sin embargo, al morir dejó su legado de varias óperas, entre ellas “Un hombre loco”, la inspiración de su propio yo.

 

 

De pendejo a respetado

 Porfirio Blanco, era un chico de 12 años a quienes todos respetaban en Barraza, corregimiento de El Chorrillo, en Panamá pero para eso tuvo que sufrir la gota gorda entre los preadolescentes del empobrecido sector.

Vivía en un apartamento de la primera torre con su mamá, una maestra que dictaba clases en la escuela República de Chile., quien crio al niño con buenos modales, educado, correcto, no decía palabras groseras a nadie, menos delante de la autora de sus días.

Su mamá, identificada como Marina Blanco, oriunda de Garachiné, Darién llegó a la capital cuando tenía 20 años, con el vientre medio elevado porque su descendiente venía a ver la luz del mundo dentro de los próximos seis meses.

Víctima de un engaño masculino, la mujer se tragó su sapo, estudió, fue madre soltera, alta, de raza negra, atractiva, ojos negros y cabello rizado, tenía una barrera contra los varones, tras su triste experiencia.

El pequeño Porfirio, también de raza negra, le encantaba la lucha grecorromana, por lo que Alex Maestre, un maestro de educación física instó a Marina que incluyera a su nene en las clases que él dictaba en las tardes en el gimnasio de Barraza.

El también docente, blanco, con cuerpo de luchador, ojos miel, cabello castaño oscuro y alto, tenía cierto sentimiento de amor hacia su colega, sin embargo, no se atrevía confesarlo por temor a un rechazo.

La idea de que el chico hiciera deportes era buena, pero entró en un mundo de muchachos con graves problemas sociales o en riesgo, como ahora le denominan a los posibles maleantes.



Niños con padres presos, consumidores de drogas, mamás prostitutas, perequeras, ladrones o ladronas, escandalosas de barrio y vendedoras de estupefacientes, así eran la mayoría de los padres de los aspirantes a luchadores.

Había 12 muchachos en la clase, de inmediato, uno de 13 años, a quien apodaban “Sin Alma”, se la veló a Porfirio.

En el edificio donde residía los pelaos poco se metían con Porfirio, algunos lo molestaban, pero de ahí nada más.

Porfirio Blanco debía caminar desde el primer edificio donde vivía, a pocos pasos del colegio Centro Amador Guerrero hasta el último, ya que al lado estaba el gimnasio.

Todos los días lo esperaba “Sin Alma” para patearle el trasero delante de sus compañeros, la víctima no hacía nada, no lloraba, ni se defendía, sino que aceleraba el paso para entrar al centro de entrenamiento.

Pasaron tres meses, Porfirio conocía algunas tácticas de lucha grecorromana, no obstante, no las usaba para darse a respetar.

A los oídos del maestro llegó el rumor de que el muchacho era víctima de maltrato por otro compañero y Porfirio lo negó, lo que dejó dudoso al instructor.



El siguiente día, Alex Maestre, se escondió antes de que el preadolescente ingresara y vio cuando “Sin Alma”, le dio una fuerte patada en las nalgas a Porfirio, quien cayó al suelo y empezó a llorar.

El resto de los niños, quienes temían también a “Sin Alma”, reían por lo ocurrido, el maestro salió de su escondite, los regañó, le dijo a Porfirio que peleara porque era el momento de darse a respetar.

“Sin Alma” soltó la carcajada, pero el educado niño obedeció y “se cuadró”.

-Te voy a sacar la mierda-, dijo “Sin Alma”.

Dieron algunas vueltas, el chico malo tiró el primer golpe que dio en la cara de Porfirio, que cayó, pero se levantó, luego el malvado lanzó una derecha, que fue esquivada, el novato le zampó una izquierda en la barbilla a su contendor que lo dejó en el pavimento.

-¡No dejes que se levante-!, gritó el instructor a Porfirio, quien se acercó a su rival, le metió otra izquierda en la misma barbilla y luego una derecha en el ojo izquierdo de “Sin Alma”. Quedó fuera de combate.

El maestro tuvo que meterse para separarlos porque a “Sin Alma” lo remataban con golpes y al final resultó con ambos ojos hinchados y la boca rota.

Los chicos cargaron a Porfirio como si fuese un campeón mundial de peso ligero, mientras que la noticia se corrió por todo el sector y el  pendejo se transformó en alguien que los pelaos saludaban y respetaban.

La tía del derrotado quiso hacer un escándalo al entrenador, pero este fue claro de que se trató de una pelea limpia ante el abuso de su sobrino con un muchacho tranquilo.

El real nombre de “Sin Alma” era Pacífico Guevara, cuyo padre estaba preso y su mamá consumía marihuana, por lo que era obvio que tuviese problemas de personalidad y formación.

Posteriormente del encuentro boxístico, ambos ganaron medallas de oro, plata y bronce en competencias locales e internacionales, se graduaron de abogado, se cambiaron de vivienda y se hicieron compadres.

La madre se empató con el entrenador de lucha grecorromana.

En los barrios pobres hay miles de historias por contar y ahora el gimnasio de Barraza, fue rebautizado como Gimnasio Municipal de Boxeo Jesús “Master” Gómez.

¡Compa, desahuévese!

Dimas Benavides, de 40 años, era un vendedor internacional de ropa que laboraba en un almacén de la Zona Libre de Colón, por lo tanto, realizaba periplos a Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador, además de algunos países de Centroamérica.

Conocía Bogotá como la palma de su mano, también Medellín, Cartagena y otras ciudades porque su trabajo así lo obligaba.

En uno de sus viajes se arrancó a una discoteca ubicada en la calle 176, con Carrera 56, en Villas del Prado, de la capital colombiana, donde vivía un amigo suyo que era gerente de un almacén de prendas de vestir masculinas de marcas estadounidenses.

Omar Bustos, de 35 años, era un colombiano, oriundo de Montería y que residía en Bogotá, luego de separarse de su esposa porque lo pilló con una sensacional mona cuando vivían en Medellín, Antioquia.



Ambos caballeros sentados cada uno en sus sillas con una botella de aguardiente y cervezas, naranjas injertadas, vasos, hielo y rantan de mujeres en la pista de baile en el antro.

Los caballeros platicaban de sus problemas.

El istmeño era de piel canela, de mediana estatura, cabello lacio negro, ojos pardos, mientras que el costeño blanco, de baja estatura, algo obeso, ojos miel y cabello castaño oscuro.

Ya eran aproximadamente las diez de la noche cuando ingresaron unas cuatro féminas de entre 24 y 28 años, lindas, con sus abrigos, botas de gamuza que se usan mucho en ese clima. Parecían unas concursantes de belleza.

Si hay algo que tiene la mujer colombiana es que son generalmente atractivas, dependiendo de su lugar de procedencia son amables (costeñas o de Medellín), pero las bogotanas tienden a ser más reservadas.

Frente a la mesa de los dos veteranos, estaban tres chicos de aproximadamente 25 años, blancos, cabello negro acholado, pequeños y delgados, quienes miraban a la mesa de las cuatro mujeres.

Resulta que las damas eran turistas Tunja, capital del departamento de Boyacá, fueron a conocer la megalópolis de Colombia, donde en las mañanas debes ser un Sansón, tanto hombre como mujer, para subir al Transmilenio.

La más joven, era de piel canela, delgada, pechos llamativos y ojos oscuros, vestía un traje pegado, color azul y unas botas negras. Su atractivo robaba la mirada de los caballeros, incluso los acompañados.

Uno de los chicos de discoteca, identificado como José Castaño, se babeaba con la benjamín del grupo, pero no se atrevía a invitarla a bailar, lo que llamó la atención de los varones maduros quienes se reían del imberbe.

Para joder, Dimas Benavides, la sacó a bailar varias veces, la dama accedía y luego su amigo Omar Bustos le seguía la corriente, sin embargo, José Castaño solo observaba, a pesar de que sus amigos le decían que la invitara a la pista.



Colocaron la canción “Bad Romance” de Lady Gaga, la pista se llenó y las cuatro jovencitas bailaron y cantaron entre ellas.

Allí fue cuando Dimas Benavides, llamó a José Castaño, lo invitó a conversar afuera, encendieron un cigarrillo y el panameño le instó a atacar.

-¡Compa desahuévese! Esa chiquilla habló conmigo y usted le gusta, pero sentado ahí no harás nada-.

-Es que soy tímido, no como usted, señor.

-Si te ahuevas, otro te la vuela-, respondió el extranjero e ingresó a la discoteca.

Al cabo de media hora, José Castaño decidió romper su timidez, fue donde la señorita, le extendió la mano y la dama se fue con él a bailar.

Los veteranos abandonaron el antro, cada uno agarró su camino porque el panameño viajaba rumbo a Ecuador para un cobro al día siguiente.

Seis meses después de la historia del hombre tímido, Dimas Benavides y Omar Bustos, compraban güisqui en el Centro Comercial Panamá, cerca de la calle 182, con 20#91, cuando se encontraron con la pareja.

Los dos tórtolos tomados de la mano, la dama embarazada y el joven tímido que no cabía en su pellejo de felicidad por la conquista, la mujer vio al istmeño y al costeño, los reconoció y la pareja fue a saludarlos.

El panameño sorprendido, observó, la barriga de la fémina y peló los ojos.

-¡Puta madre! El pendejo era yo-.

Los cuatro rieron.

 

 

El yoyo mágico

 Anais y Marcos, era una pareja de clase media, residían en Chanis, corregimiento de Parque Lefevre, en la periferia de la ciudad de Panamá, antes de que se privatizaran los Casinos Nacionales y llevaban una vida cómoda.

Ella media acholada, blanca, de baja estatura, delgada, ojos, cabello pardo y bocatoreña, mientras que su marido era capitalino, blanco, bajo, algo obeso, ojos color café y se afeitaba la cabeza.

Cada uno poseía su vehículo, sus dos hijos estudiaban en colegios privados, con colegial, vestían ropas de marca, joyas, viajaban mucho, sin embargo, sus ingresos laborales no compensaban tren de vida que acarreaban.

Anais trabajaba como gerente en un almacén y su esposo como vendedor de harina en las panaderías en las ciudades de Panamá y Colón, por lo que sus vecinos sospechaban que en algo andaban.

Una hipoteca de 300 dólares mensuales, televisión por cable, además de aire acondicionado central en toda su vivienda, evidenciaba que los gastos elevados no se sostenían con los salarios del matrimonio.



Los viernes y sábados la pareja frecuentaba los casinos de la capital, generalmente recorrían entre dos y tres, pero nunca perdían.

Avispados, utilizaban las monedas de la empresa estatal, le abrían un hueco y con hilo de nylon la ataban, posteriormente marcaban toda la cantidad de créditos posibles, luego jugaban algunos tiros y al rato apretaban el botón de cobrar.

El método conocido como “el yoyo” de subir y bajar la moneda con el hilo, tenía de vuelta y media a los casinos nacionales, aún no los sorprendían, regresaban a su vivienda muertos de la risa y con buco dinero.

Un costoso modus viviendi que debían costear a costilla de lo que sea, no obstante, usaron su astucia e inteligencia para mal y operaron por cuatro años incluso hasta en otras salas de juego del país.

Pero la ambición es la trampa de los delincuentes, querían más y crearon toda una red para desbancar a los casinos nacionales y se distribuían el dinero mediante la conocida estafa.

El clásico “nadie se dará cuenta” era común entre los diez que conformaban el grupo, hasta que por mala suerte una de las chicas fue pillada en momentos que manipulaba “el yoyo” en el casino de El Dorado, en la vía Ricardo J. Alfaro.



Fue detenida e interrogada, la mujer temerosa porque le informaron que pasaría al menos cinco años de vacaciones en la Cárcel de Mujeres de San Miguelito, se convirtió en testigo protegido.

La fémina tomó la guitarra y entonó toda la melodía posible, lo que generó que la policía y funcionarios de instrucción allanaran, a la semana, la residencia de Anais y Marcos, un sábado al mediodía frente a todos los vecinos.

En un principio se resistieron, no obstante, hubo una operación encubierta con video, le dieron seguimiento y todo fue captado. Cero escapatoria.

Confesaron sus delitos, los trasladaron a la cárcel y al resto de la banda, luego fueron procesados y condenados a 6 años de prisión por los delitos de hurto, asociación ilícita para delinquir y estafa.

La banda de Anais y Marco quedó desarticulada, “el yoyo” de monedas trucadas fue neutralizado, se mejoró el sistema de seguridad y posteriormente en 1995 los casinos fueron privatizados.

Su avaricia les costó caro, en prisión, perdieron casa, sus hijos quedaron con la abuela paterna y con la afrenta de ser reconocidos en público como delincuentes.

Sustrajeron semanalmente entre 400 y 600 dólares durante cuatro años, pero el dinero sucio siempre mancha la mano y la reputación.