Américo Morales, de 45 años, blanco, ojos verdes, alto y delgado, era un libretista de ópera, quien residía en Vacamonte, Panamá, amaba la música clásica, por lo que ya tenía varios proyectos, algunos de ellos montados en escena.
Pensaba crear una nueva historia que rompiera las
fronteras, cruzara al sur y norte del continente, por Europa y hasta Asia, lo
que deducía que su ambición era de proporciones gigantescas.
Algo mejor que el Fantasma de la Ópera, que Bastiano y
Bastiana, que las Bodas de Fígaro, que dejara al público boquiabierto, que
superara a Carmen, el Barbero de Sevilla o Rigoletto, así que se puso a
trabajar.
Llevaba las primeras cinco páginas cuando una noche,
escuchó voces, se levantó de la cama y le preguntó a su hija América quién
lloraba o se lamentaba.
Su descendiente respondió que ni una ni otra, que
posiblemente era el sonido de las motocicletas que los jueves realizaban las
carreras clandestinas en la autopista Arraiján-La Chorrera.
Volvió a dormir, pero tuvo una pesadilla donde veía
monstruos, fantasmas, voces, gritos, cantos gregorianos, música como el Trino
del diablo de Guiseppe Tartini y Marcha
fúnebre de Chopin.
Despertó como a la una de la madrugada, sudado, se fue
a la ventana, encendió un cigarrillo, luego se colocó sus gafas y se fue a la
computadora para redactar el sueño.
El letrado escribió 20 páginas y título la ópera “Un
hombre loco” con el argumento de un caballero que tenía pesadillas y perdía el
contacto con la realidad, tenía su propio mundo y universo.
A los ocho meses terminó el borrador, lo dejó
descansar por cuatro meses y posteriormente lo rescató, lo presentó a un grupo
y fue aprobado para que se presentara en escena.
Sin embargo, el daño ya estaba hecho, Américo Morales,
se metió tanto en el personaje que los galenos le dictaminaron esquizofrenia y
trastornos psicóticos.
El escritor perdió el juicio, de día y en las noches escuchaba
voces, canciones, óperas, en ocasiones no reconocía a las personas e incluso a
su propia hija.
Su sueño se cumplió, se montó la ópera y fue un éxito
total en América, Asia y Europa, pero el creador quedó totalmente desquiciado.
Fue necesario internarlo en Instituto Nacional de
Salud Mental de Panamá, lo que antes se conocía como el Hospital Psiquiátrico
Matías Hernández o el antiguo Retiro.
Allí paso tres años hasta que le dieron de alta, su
hija le daba los cuidados, lo alimentaba y le proporcionaba sus medicinas.
Las regalías de la ópera le dieron el dinero para vivir,
sin embargo, los síntomas de la esquizofrenia nunca desaparecieron.
Durante los siguientes dos años, después que salió del
manicomio, Américo Morales, no daba entrevistas a la prensa y vivía aislado
hasta que un infarto acabó con su vida.
Se desconoce la razón de la enfermedad, posiblemente
hereditaria, y un ambiente en el que vivía pudo desarrollarla, sin embargo, al
morir dejó su legado de varias óperas, entre ellas “Un hombre loco”, la inspiración
de su propio yo.
Los artistas tienen un poco de locura y eso es parte de la magia.
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