Mis primeros años fueron en la fonda de mi madre, ubicada en el antiguo
mercado periférico de El Chorrillo, donde hoy está el patio de los metros
buses, casi al final de la Cinta Costera III.
Allí platicaba mal, con mis hermanos ayudábamos a mi mamá en el negocio,
ya sea barriendo, fregando, haciendo algún mandado o en cualquier faena que un
niño podía hacer.
Entre aceites, fuego, patacones, carnes, pollos, macarrones, salsas, arroz,
café, té y gaseosas aprendí lo que más me gusta después de escribir novelas y
artículos para este blog que no es otra cosa que cocinar.
Tuve el privilegio de aprender a cocinar sin que nadie me enseñara. Claro a
diario veía a los empleados de mi fallecida viejita hacer el “refine” (como le
llaman en Panamá a la comida).
Uno de mis mejores maestros fue la observación y que dos décadas después me
serviría para mi carrera profesional de periodismo, ya que un periodista que no
es observador y no se fija en detalles, se equivocó de carrera.
Con el tiempo mejoré mi técnica culinaria y la reforcé con tres meses en un
curso de gastronomía en el Centro Nacional de Enseñanza (Cena) de Bogotá cuando
era diplomático. Fueron tiempos felices con las compañeras colombianas en esa
preparación.
Todas estas experiencias me sirvieron para crear el personaje Manolo
Xiques, un cocinero profesional que usa técnicas culinarias para brindarles a
los protagonistas de la novela La Casa Pifiosa (en cuarentena todo vale)
deliciosos platillos, mientras estaban encerrados en la mansión de El Valle de
Antón, por la cuarentena del Covid-19.
¿Quién dijo que la gastronomía y la literatura no pueden ir juntos? La
verdad nadie, heredé de mi madre varios libros de recetas de cocina que aún
utilizo y siempre agradeceré que pasaron de una generación a otra.
Aunque mi pequeño negocio de ventas de pollos no prosperó por razones
logísticas, aún no me rindo, pero temas de cocción de alimentos están en mis
novelas La Isla Camila y mi nuevo proyecto “Pûrü Mërābü”.
Obvio que la comida y las letras van unidas porque para mí es imposible
escribir con el estómago vacío.
Hasta pronto lectores.