Estaba recién llegado de Boston, donde terminé mis estudios secundarios, no quería estar más en Estados Unidos, así que a escondidas hice los exámenes para ingresar a la carrera de producción de cine y televisión.
Pasé, me matriculé en la Facultad de Comunicación
Social de la Universidad de Panamá, cuando mis padres se enteraron, pegaron al
grito al cielo porque su plan era enviarme a Oxford, Reino Unido.
Disculpen por no presentarme, soy Alberto Galindo Arias,
un joven que algunos nos califican de rabiblancos
u oligarcas, por nacer en cuna de oro, tengo 19 años, me gustan las chicas
exóticas, ni rubias, ni blancas.
Mido 1.80 metros, rubio, ojos verdes, delgado, estudié
en el colegio La Salle hasta sexto grado, luego mis padres me enviaron a Boston
para perfeccionar mi inglés y prepárame en los negocios familiares.
Nada de eso me interesó, soy aventurero, loco,
bohemio, de vez en cuando fumé monte para que mis ideas fluyan hasta que conocí
a Mía, en la facultad.
La vi en el salón, sus ojos profundamente tristes y
oscuros me llamaron la atención, su cuerpo de guitarra y la dulzura de su voz
me enloquecieron.
Era muy pobre, vivía en una casa en Veracruz, Panamá
Oeste, habitada por 15 personas, tenía un novio de la etnia guna, ella lo es
también y empezó mi lucha por conquistarla.
Todo el salón sabía que me gustaba Mía, aunque ella
pensaba que solamente la quería para sexo, luego abandonarla y no era así.
A los dos años de conocerla me enteré de que su novio
embarazó a una paisana, ella lo dejó, lo que significaba que era mi momento
para caerle, así que, durante las novatadas del 2010, fui como buitre con la
chica guna.
Demoré en enamorarla, al final lo logré porque le
demostré que aspiraba a una relación de novios, no de cama y Mía se hizo mi
novia, a pesar de la oposición de mis padres.
Mis papás tenían una pareja para mí, con dinero y
posición social, no obstante, no era de mi interés casarme con una mujer blanca
porque en Estados Unidos, tuve una novia vietnamita.
En el club Unión se escandalizaron porque el hijo de
los Galindo tenía una novia guna, no rabiblanca
e integrante de la alta sociedad,
como dicen ellos.
Sabía que las cosas irían mal, conseguí un trabajo en
una publicitaria en producción para aprender, Mía también en una empresa de
venta de carros como asistente ejecutiva.
Nos cambiamos de turno para ir a clases en las noches, mis padres me presionaban para
que dejara a Mía y me empatara con Lucrecia Hansen, del famoso club de ricos,
pero me negué hasta que pasó lo impensable.
Mi novia tenía dos meses de embarazo, me fui de la
casa para vivir con Mía, nos casamos en secreto, al enterarse mis papás se armó
la gorda, amenazaron desheredarme y me dio igual.
Pasaron tres años, mi esposa tuvo un hermoso bebé bautizado
con mi nombre, mi familia no se comunica conmigo, aunque me duele algún día
deben comprender que el dueño de mi futuro y mi vida soy yo, no ellos.
Entre altas, bajas y con algunas necesidades sigo con mi
mujer porque al final del camino, enloquecí por Mía.
Imagen de mujer cortesía de Dreamstime y no relacionada con la historia.