Guadalberto Moreno caminaba por un inmenso paisaje, donde se respiraba aire puro, un cielo espectacular, cuyas nubes dibujaban margaritas y campos de maizales, árboles gigantes y figuras mitológicas.
Un mundo sin guerra, sin
contaminación, sin hambre, donde los chicos se alimentaban bien, las grandes transnacionales
fabricantes de medicamentos revelaron sus secretos para la cura de enfermedades
como el cáncer, Sida y otras que mataban.
La pobreza era nula, también
en analfabetismo, los países no dominaban a otros, los territorios coloniales
se convirtieron en soberanos y tampoco existían armas de destrucción masiva.
Guadalberto se sorprendía
al ver árabes y judíos comiendo en las mismas cafeterías, cero racismos, los
matrimonios mixtos se multiplicaban, la religión no se imponía en los colegios
y los padres eran libres de elegir su credo.
Un globo terráqueo donde
se cuidaban los mares, no se arrojaban desechos industriales a los afluentes y océanos,
las naciones se ayudaban mutuamente cuando una necesitaba de la otra.
El chico estaba feliz
porque en ese mundo no se registraban asesinatos, ni violencia doméstica, maltrato
infantil, pedofilia y prostitución, porque las mujeres eran respetadas en todos
los pueblos.
Culminó el calentamiento
global, el mar contaba con millones de peces, las cárceles cerraron por falta
de presos, no se contabilizaban delitos y se cuadruplicaron la siembra de alimentos.
El mundo de Guadalberto,
feliz, el chico de 24 años, andaba por el bosque donde los pajarillos entonaban
melodías de felicidad, la tecnología no hurtaba vidas ni separaba a las
parejas.
Nadie se imaginaría de vecinos
que no se peleaban, quien no contaba con dinero, el buen samaritano lo ayudaba,
los agiotistas se extinguieron, los envidiosos y malvados también.
Las fábricas de armas de
fuego personales y de guerra cerraron operaciones, sus empleados se dedicaron a
laborar en imprentas para llevar al mercado miles de libros para impartir conocimiento.
En momentos que
Guadalberto se iba a bañar en un lago, un timbre resonó en su tímpano y quedó en
una habitación oscura, mientras escuchaba el movimiento del ventilador.
Todo fue un sueño, un
mundo de quimeras, una realidad impensable e imaginable de un planeta lleno de
guerras, racismo, colonialismo, dominación económica, asesinatos, senadores y
presidentes inmorales.
Una Tierra preñada en
contaminación, armas nucleares, de fuego, esclavismo, de la tecnología, analfabetismo,
sin embargo, el muchacho, tras la ilusión nocturna, escribió relato que tituló Mundo
fabuloso, un lugar que no existirá en el Universo.
Imagen de Tom Swinnen y
Pixbay de Pexels no relacionadas con la historia.