Al enterarse la población de la captura del pirata cibernético Andrés Palm, se sorprendieron por su modus operandi, la cantidad de bienes inmuebles, vehículos y miles de millones de pesos mexicanos que sumaban mensualmente un millón de dólares que logró hurtar.
El caballero tenía aspecto de tonto, usaba gafas, vestía
sencillo con pantalón vaqueros, camisetas sin rayas, dibujos o figuras,
zapatillas o tenis color blanco en su totalidad y con una gorra negra.
Andrés se diplomó de la Universidad Nacional Autónoma de México
(Unam) como técnico en informática, laboró en un banco durante dos años, sin embargo, por
diferencias con su jefe lo despidieron y no le pagaron sus prestaciones.
En venganza, el varón se unió a un grupo de piratas
cibernéticos, atacaban instituciones, páginas de organismos internacionales, de
fuerzas armadas o cuerpos policiales.
No obstante, decidió que ya no laboraría para nadie y planificó
dar varios golpes que le resultaron durante unos cuatro años.
Con su inteligencia, manipulaba transacciones bancarias
en línea, clonaba tarjetas de crédito y saqueaba cajeros automáticos.
Una astucia casi insuperable, un resentimiento con la
sociedad y cuando la policía allanó las propiedades descubrieron que fueron
convertidas en asilos de ancianos, infantiles y gente sin hogar.
Repartía alimentos, medicinas y ropa, pero el origen
del dinero no era legal, así que independientemente de su venganza, cometió
delitos.
No llevaba vida de rico, aunque sufragaba algunos lujos
como relojes Rolex, frecuentaba casinos y tenía una novia de 23 años que sabía
toda la historia.
Andrés se declaró culpable de los delitos de hurto,
estafa y falsificación, lo que provocó que el juez lo sentenciara a diez años
de prisión en una cárcel de la Ciudad de México.
Por las calles de la capital mexicana se rumora que
una vez cumpla parte de su condena,
se la conmutarán con la condición de que labore en investigaciones federales para
perseguir los crímenes que él mismo cometió.
Quienes argumentan este rumor se basan en que es un
hombre inteligente en extremo, que su coeficiente intelectual solo lo posee el 4%
de la población mexicana.
Mientras Andrés espera que eso ocurra, aprenderá mucho en su nueva vida entre los barrotes.
A su novia le metieron cuatro años de prisión por cómplice.
Fotografía de Luis Gomes y Sebastián PH de Pexels no relacionadas
con la historia.
Parece una historia de la vida real 🤔
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