Jennifer Lee miraba el noticiero de televisión de su ciudad en Phoenix, Arizona, Estados Unidos, cuando observó que la policía capturó a Dana Jensen, un carpintero guapetón, de ojos azules, alto y fortachón como un actor de cine.
Sobre Dana recaían
sospechas del asesinato de 13 mujeres en todo el estado, con el patrón de que
eran pelirrojas, ojos azules, de mediana estatura y delgadas, lo que inducía
que el presunto criminal padecía algún trauma con damas de esa descripción.
Jennifer de inmediato
empezó a cartearse con el hombre, era el año 1981, no existía redes sociales,
no había otra forma de comunicarse con desconocidos en la prisión y aunque parezca mentira, el presunto
asesino le respondió.
La fémina padecía de
hibristofilia, una condición que hace que tanto hombres como mujeres, sientan
atracción física o sexual por criminales de alto perfil y asesinos en serie.
Mientras tanto, un equipo
de cinco asistentes del fiscal de Arizona se preparaba para solicitar a un gran
jurado, formular cargos al trabajador e incluso, luego del veredicto del jurado de conciencia, pedir la
pena de muerte.
Los
psiquiatras descubrieron que Dana fue despreciado por una chica identificada
como Mary, con iguales descripciones físicas que las víctimas, cuando el enfermo mental residía
en Nueva Inglaterra.
La niñez destrozada, hijo
fuera del matrimonio, maltratado por tres de sus padrastros, creció con un resentimiento
hacia su madre por no defenderlo y con las mujeres pelirrojas porque las
comparaba con Mary.
Nada de eso fue
impedimento para que Jennifer, también de cabello rojizo, conociera en prisión al presunto criminal, sus
amigas le advirtieron de cualquier peligro y otras la admiraban porque Dana se
convirtió en una celebridad.
El masculino recibía cartas
de varios lugares de Estados Unidos, todas de mujeres dispuestas a ser su
esposa, no les preocupaba su instinto de matar a sangre fría, pero sí placer
sexual de estar con él.
Transcurrió un año,
Jennifer se casó con Dana en la cárcel, le hacía visitas conyugales, se
convirtió en una dama famosa porque las televisoras y los medios de comunicación la
presentaron como la mujer que pedía clemencia para el homicida en serie.
Cuando se desarrolló el juicio,
este se convirtió en un circo barato y el imputado aprovechó la transmisión en
directo por televisión para hacerse publicidad sobre su personalidad psicópata.
El juez ordenó desarrollar la audiencia en otra sala porque el público la llenaba con un 80% de féminas admiradoras del varón.
Como había pruebas, fue encontrado
culpable, sentenciado a la pena máxima con la inyección letal, y mientras esperaba
el resultado de las apelaciones en el famoso corredor de la muerte, su esposa
lo visitaba.
Posteriormente de un encuentro conyugal,
los custodios hallaron a Jennifer sin signos vitales, con una sábana amarrada
en su cuello y utilizado como soga.
Dana estranguló a
Jennifer porque la naturaleza del alacrán es picar, aunque intentes salvarlo.
Imagen de Ron Lach y Ekaterina
Bolovtsova no relacionadas con el relato.
Uff, la verdad no puedo entender eso de encontrar amor en un asesino en serie. Entiendo que es una enfermedad, pero no entiendo 😵💫
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