Lavanda Jones nació en el pueblo de Jackson, Wyoming, donde no existía mucho futuro, los empleos escaseaban, las jóvenes desde la secundaria buscaban el varón con quien se casarían para no ser solteronas y las mantuvieran.
Por supuesto, en una zona
con menos de 10,000 habitantes, si no tienes rancho, ganado o dinero, nada
haces, a menos que decidas unirte al atraso de personas que jamás salieron del
pueblo o no ganaron una beca para estudiar fuera del estado para amarrarse en
Jackson.
Así que Lavanda, con rostro
de niña, ojos azules como el cielo, cabellos tan brillantes como el sol,
delgada y sonrisa de zarina, decidió marcharse a Los Ángeles, creyendo en las
producciones de Hollywood y estimulada por las revistas de la farándula.
No fue tan fácil, durmió la
primera semana en un motel del condado del Valle de San Fernando para tener
como vecinos, jornaleros, desempleados y casi vagabundos, aunque estaba cerca
de Burbank, la meca de los medios californianos.
Quizás alguien la descubriría,
le daría un papel en el cine o la televisión, sin embargo, como debía comer, empezó
a laborar en un club de nudista de mesera y luego a realizar danzas exóticas de
pechos libres.
Tres meses después la vio
Mark Thompson, un camarógrafo de películas pornográficas que le llenó la cabeza
de sueños como ganar un sueldo mínimo de 15,000 dólares a la semana, así que la
dama aceptó ir la productora.
Miles de migrantes estadounidenses
llegan desde pequeños pueblos a las grandes urbes en busca de fama, fortuna y
éxito, el caso de Lavanda es un claro ejemplo de ello.
La chica se hizo toda una estrella de pornografía, con videos de dos billones de reproducciones en internet, aceptó lo que le pedían sus jefes, grabó más de 300 escenas hasta que le destrozaron sus partes íntimas por tener sexo con siete hombres.
Al retornar a la vida normal, Lavanda era mirada con rostro de extraños por varones y damas, en restaurantes, centros comerciales, bancos, almacenes e incluso en la clínica donde se atendía.
También le gritaban
obscenidades, se sentía humillada, todo el mundo conocía hasta el mínimo de su
identidad sin haberla tocado, degradada como mujer, debido a su pasada vida, la
que ella eligió y no fue obligada.
El metal la llevó hasta
la cima de la fama, la fortuna y también su destrucción, no tiene pareja y todo
varón que se le acerca no tiene intenciones de colocarle un anillo, sino de
hacer un periplo a la cama.
Lavanda ahora trabaja
como modelo y diseña ropa, aunque apenas inicia, intenta cambiar radicalmente
su vida de estrella a estrellada.
Imagen de Bruno Massao y
Soly Moses de Pexels no relacionadas con la historia.
Horrible el sexo por dinero. Pobre Lavanda que se dejó llevar solo por lo material y perdió lo más valioso que es su dignidad.
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