Efigenio, Yamileth y Enelda, terminaron en la habitación de una casa de citas en San Miguelito, posteriormente que la pasaran excelente en una discoteca el sábado por la noche.
Alcohol en exceso, antes de ingresar, se fueron a un restaurante a comer
pollo asado, papas frías y ensalada de lechuga con tomate, luego se detuvieron
en una estación de gasolina para llenar de combustible el carro del masculino.
Las damas entraron a la tienda para cargar con cerveza y vino para seguir
chupando como cosacos, sin embargo, Enelda llevaba dentro de su bolso varias dosis
de felicidad.
Efigenio, era un arquitecto, oriundo de Bocas del Toro, acholado, de baja estatura,
encantado de gozar con Yamileth, de raza blanca, y Enelda, de piel canela,
ambas delgadas y con cuerpo seductor.
Tres tiempos fueron suficientes para garantizar nulas molestias ni llamadas
telefónicas de la administradora de turno, así que Sodoma y Gomorra inició con los protagonistas.
Vestidos con su piel, las damas besaban y acariciaban al varón, quien se
sentía con mayor poder que Calígula, mucho más cuando las ninfas se turnaban para
las felaciones.
Pícaras miradas, palabras de grueso calibre que dejaban cultas las
conversaciones en los centros penitenciarios y gritos de excitación que cruzaban
océanos.
Terminaron el sexo, pero no se detuvieron, siguieron con la cerveza, mezclada
con cocaína y algo de vino para darle sabor a la orgía.
Era el fin del mundo para el trío, nadie tiene un mañana asegurado, así que
se debe disfrutar la vida a plenitud, gritaban los tres, no obstante, dejaron
la puerta abierta y el automóvil de motor Diesel encendido.
La primera que cayó fue Enelda, Yamileth creyó que estaba ebria, luego
Efigenio y de última en suelo pulido con cera quedó la diva de pigmentación de
espuma.
A las tres horas, la administradora llamó, nadie respondió, pero por la cámara
de seguridad que tienen esas habitaciones vio los tres cuerpos y se comunicó de
inmediato con la policía.
Llegaron con los paramédicos, aunque poco pudieron hacer con Efigenio y
Enelda, Yamileth respiraba aún y fue trasladada a la sala de Urgencias del hospital
San Miguel Arcángel.
Sobrevivió para narrar a los investigadores todo el derroche de sexo, drogas
y alcohol, sumado al monóxido de carbono que recorrió la habitación de esa casa
de citas, como si se tratase de un Tsunami intercontinental.
Como era casada, su esposo le pidió el divorcio porque se enteró en Colón
de las andanzas de su mujer mientras él laboraba.
Fue su primera y última orgía.
Fotografía de HSMA cortesía de Sertv y de fiesta de Mauricio Mascaro de
Pexels, no relacionadas con la historia.