La trinchera de Vovka

En noviembre de 1943, la temperatura estaba bajo en -40 Celsius, en las afueras de la ciudad de Brest, un grupo de partisanos esperaban una caravana de soldados alemanes para acabarlos sin piedad.

Entre los rebeldes estaba Vovka, de 19 años, un imberbe, cuyos padres fueron asesinados por el ejército alemán que buscaba derrotar a la gigantesca Unión Soviética, por lo que desplazó tres millones de soldados para acabar a Moscú y lograr su esperado espacio vital.

Detrás de unos gemelos, sus ojos semejantes al cielo observaban la estepa rusa, en espera del enemigo, el odio era grande, no había clemencia, sin padres, vecinos, su casa destruida y algunos lograron escapar.



A pesar de que el enemigo en común eran los alemanes, entre los insurrectos había divisiones, los polacos no gustaban de los bolcheviques, los judíos tampoco confiaban en los rusos y estos últimos miraban con recelo a los ucranianos.

Razones históricas, económicas y de otra índole generaban esta astilla en la mente de los partisanos, aunque al momento de combatir al invasor nazi, se unían por su causa.

Llegados de varias partes del gigantesco paraíso comunista, dormían en chozas improvisadas, comían de las donaciones de algunos residentes anti nazis y cazaban sin disparar lo menos posible porque revelaría su posición.

Los alemanes sabían de su existencia, se lanzaban a la caza de los opositores que los combatían apenas con fusiles entregados por el Ejército Rojo, los decomisados o robados a los germanos invasores.

En pleno invierno, le filtraron al comandante alemán el posible sitio donde estaban los partisanos, recibió ayuda de un granjero de apellido Becker, nieto de un migrante de Bavaria.



Mientras que los rebeldes construyeron trincheras para una ofensiva alemana que al final ocurrió, así que primero bombardeó la aviación y posteriormente la infantería con morteros, granadas, ametralladoras MG 130 (dispara 900 balas por minuto) y MG 150 (750 balas por minuto).

Solo 60 partisanos contra 500 soldados alemanes, había desventaja, Vovka recordó a sus padres, disparaba con excelente puntería, el enemigo caía, pero la proporción y las armas eran favorables para el invasor.

Uno a uno los partisanos fueron cayendo, Vovka se protegía, se le terminaron las municiones, tomó un fusil de un compañero muerto y al tiempo no había balas para disparar.

Nunca dejarse atrapar, tomó una pistola y la usó hasta que también se quedó sin municiones, luego se le encontró con un soldado alemán y lo mató de un tiro en la frente.

La muerte de Vovka y sus compañeros no fue en vano, con la liberación los colaboradores de los conquistadores fueron juzgados y ahorcados en la plaza pública de la ciudad.

Vovka sin experiencia luchó hasta su último aliento. 

Imágenes de archivo Segunda Guerra Mundial no relacionadas con el relato. 

El oficial goloso y peligroso

 La familia de Robert Parsons quedó perpleja cuando escuchó en la sala de audiencias la sentencia de 48 meses de prisión y tres años de libertad condicional por abusar de su cargo como supervisión de medidas cautelares a mujeres delincuentes.

Robert, de 55 años, sorprendió a la comunidad de Shepdsherville, Kentucky, Estados Unidos, ya que supuestamente asistía a misa los domingos con su mujer Alicia Carrasco, de origen mexicano y con sus dos hijos Robert Jr. y Carlos.

Sin embargo, dentro de esos ojos profundos semejantes al mar, había una lujuria total, abuso de poder, infidelidad e insatisfacción sexual con su pareja porque, además de acostarse con ellas, las fotografiaba.



Arrojó al océano casi 30 años de labor para el Departamento de Correcciones del estado de Kentucky, y a pesar de que cuando fue denunciado sus superiores no creyeron las historias, lo pescaron al final.

El varón obligó a 13 mujeres que cometieron delitos, a acostarse con él bajo la amenaza de que haría un reporte negativo sobre ellas y como no querían volver a los barrotes, accedían a sus pretensiones lujuriosas.

Mary, una de las afectadas, estuvo dos años en prisión por robo menor, le dieron cuatro años de cárcel, cuando se presentó su turno de libertad vigilada, le colocaron a Robert supervisar los pasos de la expresidiaria.

La dama fue víctima de todos los abusos del oficial hasta que le transmitió una enfermedad sexual, lo que llevó a presentar la queja ante las autoridades, Robert fue investigado, intervinieron sus comunicaciones y lo pillaron cuando amenazó a otra mujer.

Los investigadores citaron a todas las féminas bajo la supervisión de Robert y confesaron lo acontecido, cuando interrogaron al hombre, en un principio se negó hasta que le mostraron las evidencias.



Con el tiempo sería difícil ocultar la situación en un pueblo de casi 15 mil residentes, así que Robert tomó la guitarra judicial y cantó todas sus andanzas ilegales.

Robert Jr., Carlos y Alicia decidieron pasarse unas vacaciones en Los Mochis, de dónde emigró la afligida esposa con el fin de buscar un mejor futuro, consiguió un marido demonio con la máscara de religioso.

Un golpe difícil de soportar, pero el antiguo oficial de libertades vigiladas tendrá suficiente tiempo tras los barrotes para meditar.

Fotos de K105 y RDN Stock Project.

 

 

El ángel de la carretera

Pretérito no tuvo un buen domingo de labor en su taxi, había pocos clientes, dos neumáticos se le pincharon con una diferencia de tres horas y al final de a milagro salió para la cuenta del día o unos 35 dólares.

Decidió retornar a La Chorrera, Panamá Oeste, donde vivía con su mujer y sus dos hijas, así que la pésima jornada laboral sería compensada con mayor tiempo dominical para estar con su familia.

Condujo desde Juan Díaz hasta calle 25, Calidonia, donde los residentes de Panamá Oeste utilizaban los vehículos informales o taxis piratas para retornar a sus hogares, tras salir de su trabajo o realizar cualquier diligencia.

Pretérito dio como cuatro vueltas, no había pasajeros, hasta que recogió un joven de 25 años, con aspecto de metalero, cabello largo, una pulsera y una cadena de punk pegada en su cuello.



El taxista lo vio con ojos de duda, sin embargo, era el único cliente y esos dos dólares que le cobraría por el viaje, representaban un pequeño incremento en el ingreso y para algo servía.

Dos vueltas más no funcionaron para encontrar clientes, así que el trabajador del volante guio su Kia Picanto  hacia la Avenida de los Mártires rumbo a La Chorrera y con la esperanza de recoger otros pasajeros en el camino.

Ambos caballeros platicaron sobre política, economía, de mujeres, fiestas e historia, el taxista descubrió que, a pesar del aspecto de loco del pasajero, era un hombre culto y letrado.

Siguieron la conversación, el roquero recibió un mensaje de su móvil, respondió un mensaje de texto cuando observó que el conductor incrementó la velocidad peligrosamente y se acercó a un furgón en la carretera de Loma Cová.

En cuestión de segundos, el jovencito le gritó al caballero que despertara porque se durmió con los ojos abiertos, el taxista se cambió hacia el carril izquierdo, el pequeño auto tambaleó, pero no se volcó.



Se disculpó con el cliente y le contó que el cansancio lo hizo dormirse sin darse cuenta.

Si el roquero no le avisa tendrían una muerte segura, luego el pasajero le pagó los dos dólares y se bajó en la entrada de Arraiján.

Cuando Pretérito volteó para saludarlo, el jovencito se desvaneció ante la sorpresa del conductor.

Al llegar a su casa, el taxista, en medio de un diluvio en sus ojos le contó a la mujer que no estaba loco, no obstante, un ángel bajó del cielo para que no se matara mientras viajaba en la carretera porque se quedó dormido al conducir.

Fotografía cortesía del Ministerio de Obras Públicas de Panamá y archivo no relacionadas con el relato.

Pan de pueblo


A pesar de que le dijeron a Chocolate, de 31 años, que Margarita, de 24 abriles, era pan de pueblo y la mitad del Ingenio en Betania, Panamá se la almorzó, al migrante darienita no le importó las críticas de la sociedad de esa zona.

La primera vez que la vio compraba una caja de cervezas donde la china del minisúper, observó sus largos cabellos negros alisados, su trasero enorme, ojos pardos y rostro de tristeza, pero no le habló.

En la agencia de apuestas de caballos del Ingenio le preguntó a don Papito quién era la dama, con notorios rasgos africanos como él y muy hermosa, aunque le disgustó la respuesta del veterano varón.

Una decepción amorosa hizo que Margarita se volviera una mujer fría, calculadora, ella decidía con quien se acostaba, no besaba a cualquiera y les sacaba dinero a los caballeros porque sabía que solo les interesaba llevarla a la cama.

Pueblo chico infierno grande, reza un viejo refrán, la bola de corrillo de que Chocolate estaba enamorado de Margarita llegó hasta los oídos de la migrante mulata de Bocas del Toro, quien sonrió cuando se enteró que Chocolate se derretía por ella.

A pesar de ser una zorra, Margarita no desayunaba, almorzaba y menos cenaba carne negra, la detestaba, sus preferidos eran de Veraguas, Chiriquí, Los Santos o Herrera con distinta pigmentación a la suya.

Una tarde, el enamorado masculino la vio en el lavamático y decidió atacar con toda su artillería verbal, no obstante, ninguna de las municiones dio en el blanco por las defensas de la dama.

Pasaron tres meses, la mujer tuvo un accidente, se cayó de la escalera del edificio donde residía, se la llevaron al hospital, le enyesaron la pierna derecha y el primer día se apareció Chocolate con un ramo de flores y la dama sonrió.



Los tres días que estuvo interna ninguno de los vecinos del Ingenio la visitó, mucho menos las mujeres de maridos infieles y algunas se lamentaron de que no fue peor el accidente.

Chocolate la esperó a la salida, la llevó en taxi hasta el viejo caserón de madera del Ingenio conocido como el Arca de Noé.

Margarita dio su brazo a torcer porque pocos hombres hacen esa acción, solo los enamorados, ella le confesó todo desde su decepción hasta que le pegaron gonorrea y logró curarse.

Cuando escuchó la historia de su futura novia, a Chocolate se le salieron las lágrimas, le dijo que no le interesaba su pasado, sino su futuro y presente porque él tampoco era ningún santo y bastantes féminas pasó por pensiones destartaladas, de colchones con sábanas de baratillo y ventiladores.

Todo el Ingenio se sorprendió cuando la pareja se casó, primero por lo civil y posteriormente por la Iglesia, tuvieron tres hijos y dejaron de residir en cuartos de alquiler para adquirir una vivienda en San Miguelito.

Margarita dejó de ser pan de pueblo para transformarse en una excelente esposa y madre que amó, tanto a sus hijos como su marido, hasta que murió al tener 35 años de casada.

Foto de Goldisable Jacob y Gustavo Fring de Pexels no relacionadas con la historia.

 

Oligarca y rebelde

 Francisco Carrizal era miembro de una de las familias más ricas de Colombia, poseían cientos de cabezas de ganado, sembradíos, acciones en bancos y fábricas, además la familia Carrizal estaban en la lista de los grandes latifundistas de la nación sudamericana.

El jovencito a los 15 años tuvo un encuentro con los trabajadores de una de las fincas de su padre, cuando vio las miserables condiciones de los empleados cambió su forma de ver la vida para convertirse en izquierdista y abanderado de las causas sociales.

Algo extraño para un oligarca, quienes siempre piensan en dinero, negocios y cuentas bancarias, Francisco era la excepción de la regla, se negó a estudiar Administración de Empresas en la Universidad San Ignacio de Loyola en California y la Javeriana de Bogotá.

Por el contrario, se diplomó en Economía de la Universidad Nacional de Colombia, obtuvo el primer puesto con su tesis y una noche salió a una reunión con antiguos compañeros de clases, el rebelde desapareció sin dejar rastro o huellas.



Toda la policía Colombia y el ejército peinaron varios lugares para encontrar al señor, pasaron tres meses y nada hasta que apareció en un video uniformado como miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), lo que sorprendió a su familia y los socios del club El Nogal.

Alfredo y Petita Carrizal, se encontraban avergonzados, su hijo, criado en una vivienda de 20 habitaciones, con nanas, cocineras, conductores y jardineros, se fue a vivir al monte entre los mosquitos de Casanare.

Mientras que en la selva se ganó el respeto de sus compañeros, aunque al principio no fue bien recibido, demostró poseer agallas, coraje, valentía y se ofrecía de voluntario a las misiones.

A los cinco años era directivo del Frente 28 de las Farc, rudo y letrado, enseñaba a los guerrilleros inglés, francés, literatura, matemáticas y economía.



Se enamoró a Tania, una guerrillera de raza negra, oriunda del Chocó y conocida por tener excelente puntería.

Una noche, aviones de ejército bombardearon el campamento, las bombas arrasaron con la zona, numerosos muertos, entre ellos Tania, al ver su cuerpo, Francisco se negó a retirarse y se quedó con un grupo para apoyar a que el resto de los sobrevivientes escaparan.

Después de cada bombardeo viene la infantería, eso ocurrió y luego el enfrentamiento con los soldados, Francisco disparó todas las balas hasta que la columna se quedó sin municiones.

Rebelde por naturaleza, primero morir porque nunca rendirse, tomó su escuadra y se pegó un tiro en la sien derecha.  No sería ser apresado por el enemigo.

Imágenes de archivo no relacionadas con el relato.

Encerrada

Irasema Cárdenas soportaba el inmenso calor que hacía en el hogar del Centro Femenino de Rehabilitación de Panamá, conocido popularmente como la cárcel de mujeres, donde cumplía una sentencia de cinco años por vender marihuana.

Una dura vida para la fémina, oriunda de Colón, hija de un migrante santeño y una cocinera de Palenque, graduada del colegio Abel Bravo y enamorada del dinero hasta que la pescaron con la droga.

Dentro del penal las cosas no se pintaban bien, privacidad nula, las internas se encerraban en sus camarotes colocando retazos de tela de ropa, sábanas, toallas o cualquier prenda de vestir para encerrarse.

La comida ni hablar, pésima, agresividad de las otras detenidas, custodias lesbianas, policías que intercambiaban favores sexuales a cambio de alimentos, drogas, dinero, especies o cualquier cosa que las hiciese felices.



Catino, el novio de Irasema, un malandrín de esos que abundan en la capital de la ciudad de Colón, fue quien le metió en ese embrollo, pero cuando la detuvieron en un operativo, el caballero se pintó de todos los colores.

Los primeros meses fueron terribles, lloraba a montón, la mayoría de sus amistades le dieron la espalda, casi toda su familia, mientras que sus padres fueron los únicos que enfrentaron el viacrucis de su hija.

El propio penal era un infierno, peleas entre las internas, favoritismo de los administradores del centro, contrabando de toda clase de mercancía y quien no contaba con dinero para conseguir algo, se jodía.

Las más privilegiadas estudiaban en una extensión de la Universidad de Panamá que hay en esa cárcel, otras cocinaban, lavaban y para entretenerse hacían fermentados de frutas.

Bajo los efectos del alcohol quedaban casi enloquecidas, lloraban, bailaban, reían y cantaban para olvidar sus condenas por robo, asesinato, venta de drogas, secuestro, peculado y otros delitos.



Sarita, una de las líderes del centro planificó una evasión, ella pagaba una condena de 20 años por asesinato, a sus 45 abriles saldría los 65, así que aspiraba a pasar sus años de madurez en libertad.

Le avisó a Irasema su plan, sin embargo, la colonense se negó porque carecía de sentido fugarse cuando le faltaban solo tres meses para terminar su sentencia, pero Sarita siguió con el plan.

Sarita era la jefa máxima de las internas, con dos amantes, controlaba el salón de belleza, las remesas de dinero, las ventas de licor, prestaba dinero y vendía cigarrillos.

Mientras las internas dormían en vísperas de un Viernes Santo, Sarita, Lolita, Adriana y Lisbeth, se mezclaron en el monte, salieron y llegaron hasta una escuela cercana cuando una patrulla las divisó y los agentes las detuvieron.

Irasema y todas las presas vieron el espectáculo de las internas, esposadas, lloraban porque les esperaba un proceso legal por evasión.

A pesar de todo lo que contaba Sarita en el penal, decidió fugarse porque la libertad no tiene precio e Irasema se salvó, aunque pensó en evadirse también y al final decidió lo contrario.

Imagen de la Defensoría del Pueblo de Panamá y de archivo no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

 

 

El ladrón de Heathrow

 James Molina viajaba todos los años en diciembre para llenarse los bolsillos de dinero a costa de los viajeros que arribaban al aeropuerto internacional Heathrow, en Londres, Inglaterra y retornaba a su natal Medellín, diez días después.

Llevaba ya ocho años haciendo el mismo trabajo, era muy escurridizo con la policía londinense Y el cuerpo de seguridad, sabía dónde se encontraban las cámaras, por lo que sus actos ilícitos los realizaba a ciegas de la tecnología.

Turistas y nativos presentaban la denuncia ante las autoridades, la Scotland Yard, carecía de pistas para capturar al antisocial y el único dato que poseían era de que durante diez días se incrementaban los hurtos en la terminal aérea.



James era astuto en extremo para evitar ser detenido, no elegía una fecha específica, sino que lo llevaba a cabo al azar, lo que enloquecería a las autoridades de la capital británica por no contar con un patrón.

Cuando retornaba a su tierra, el paisa, aterrizaba lleno de dinero abundante porque el cambio de una libra esterlina a pesos colombianos rondaba por 5 mil, algo que representaba mucha plata.

El último año James logró hurtar 7 mil libras esterlinas en efectivo y joyas, lo que le dejó una ganancia de 35 millones de pesos con los que podía vivir tranquilamente durante varios meses en San Javier.

James se hospedaba en hoteles de mala muerte, apenas comía y tenía un horario distinto durante su actividad delictiva, era rubio, de ojos verdes, alto y atlético, aspecto físico que lo hacían confundir como un británico o europeo más.



Si fuese negro, de piel canela o de aspecto exótico, no podría pasar por inadvertido.

A su llegada, el primer día el colombiano decidió descansar porque el cambio de horario no le permitiría trabajar sereno y cansado no se concentraría bien.

El primer día usó un uniforme de trabajador manual de aeropuerto, logró hurtar 2,000 libras esterlinas en efectivo a varios incautos viajeros, así que a su salida hacia el hotel iba reído.

La policía y la seguridad de la terminal aérea colocaron nuevas cámaras e identificaron al ladrón porque el uniforme de la sección de limpieza y mantenimiento fue cambiado, lo que despertó las sospechas cuando James se colocó la ropa antigua de los trabajadores manuales.

El segundo día, lo detectaron apenas ingresó a Heathrow, los policías encubiertos lo detuvieron de inmediato, le hablaron inglés, James no lo sabía y se lo llevaron a un cuarto donde un agente dominaba la lengua castiza.

El colombiano confesó su delito, apenas vio el video que captó su modus operandi. Todo acabó, la racha duró ocho años y fue condenado a 84 meses de cárcel.

 

El brujo de Hato Montaña

En esta urbanización de Panamá Oeste, residía Ventocinio Redondo, un ingeniero en sistemas y pirata cibernético, recién salido del juzgado de familia que lo divorció, tras ocho años de matrimonio con Roberta y de inmediato se casó con Luciana.

Sin embargo, a pesar de que el caballero se unió con una dama de piel lactosa, delgada y ojos miel, seguía en sus andanzas de conquistador y para ello usaba como recurso la brujería.

Le gustaba invitar a las chicas a almorzar o cenar, cuando ellas se descuidaban le agregaba a la bebida una poción mágica para que cayeran en su red sexual, las gozaba durante unos meses y posteriormente las dejaba enamoradas.



Ventocinio laboraba en una empresa y en las noches era profesor en un instituto técnico, donde también se daba banquete con las alumnas, principalmente las acholadas porque le fascinaban de 23 años, ya que el caballero contaba con 38 años.

No bebía, no fumaba, no consumía ningún tipo de drogas y su debilidad era las mujeres porque tenía una virilidad increíble.

Sus compañeros de trabajo se preguntaban qué hacía el caballero para conquistar tantas damas, principalmente porque no era físicamente nada atractivo, aunque el masculino no revelaba su secreto.

Era de piel canela, labios grandes, un ojo más pequeño que el otro y de contextura gruesa, no obstante, esto no fue obstáculo para levantarse a María Cristina, una chiquillona, de 21 años, pocotona y oriunda de Parita, Herrera.

María Cristina cayó en las garras de Ventocinio y no lo dejaba tranquilo hasta que Luciana se enteró de las andanzas sentimentales de su marido y la casi niña herrerana.



Un día la herida esposa, revisó las pertenencias de su pareja, encontró la fórmula de la poción para romper corazones, así que la fémina decidió hacerla y guardarla para dársela Ventocinio.

La escondió durante dos semanas hasta que Lucinda organizó un asado en casa e invitó a Cacoso, un vecino que bateaba para el otro equipo y residía con su madre.

Una mujer herida es peligrosa, así que, durante el evento, Ventocinio le pidió una gaseosa a Lucinda, esta le dijo que la buscaría, le agregó la poción, se la dio a Cacoso para que él se la entregara a Ventocinio.

Cosas de la vida, Ventocinio ingirió la bebida y fue todo, aunque no pasó nada en el asado, al día siguiente quedó enloquecido con Cacoso y lo buscó hasta el caballero lo trabó.

Todo Hato Montaña quedó sorprendido al enterarse de que después de viejo el hombre conquistador de mujeres se convirtió en maricón, sin embargo, nunca supieron que se trató de una venganza femenina.

Imagen de William Fortunato y Ketut Subiyanto de Pexels no relacionada con la historia.

Redondito

Todos tildaban a Apocaliti Saavedra de tonto, un ingeniero industrial, recién graduado de 24 años porque carecía de destreza y astucia para conquistar mujeres, mientras que Abecé Lotus ridiculizaba a su compañero de trabajo en cada momento.

Ambos laboraban en una fábrica de embutidos, ubicada en la Tumba Muerto, Panamá, en el área de producción, donde abundaban las jornaleras que Abecé conquistaba sin problemas ante la sorpresa de Apocaliti.

Los meses pasaron hasta que en el banco que estaba al lado de la factoría, llegó a trabajar como oficial de crédito, Siberia Hernández, una rubia chiricana, de ojos azules y con cuerpo de guitarra.



De inmediato, al verla, los obreros le pusieron el apodo de Redondito por su escultura figura y su coqueta forma de caminar, aunque la dama de a milagro daba los buenos días.

Apocaliti era un mulato de mediana estura, poco pelo, ojos pardos y cabezón, lo que le daba una desventaja frente a Abecé, blanco, alto, musculoso y ojos azules, nieto de un gallego.

Abecé decidió que Redondito sería su próxima conquista para burlarse, como en numerosas ocasiones de Apocaliti y decidió enfilar toda su artillería masculina para que la dama se rindiese ante el don Juan.

Como a diario el personal administrativo y de planta de la fábrica esperaba afuera la apertura del negocio, Redondito, pasaba y en coro le daban los buenos días los trabajadores.

Pero, un día, Abecé tomó un disgusto porque Redondito, respondió el saludo con una sensacional sonrisa dirigida a Apocaliti, lo que dejó a Abecé cabreado porque se preguntó la razón del mensaje corporal, si su compañero era un pendejo en toda su expresión.

No hay enemigo pequeño, así que Apocaliti, se dio cuenta de que la chiricana gustaba de él, con la ayuda de una de las operarias de las máquinas, lo asesoró con lo que debía hacer para levantarse a la oficial de crédito.



Lo que Abecé desconocía era que a Redondito no le gustaban los hombres lanzados, arrogantes y blancos, por el contrario, enloquecía por los tímidos y de piel canela como Apocaliti.

Muy comedida, Redondito le envió un mensaje a su culiso con la operaria industrial, luego la pareja se citó y quedaron flechados.

Fueron novios a escondidas durante tres meses hasta que había una actividad familiar en la fábrica un domingo, Apocaliti se presentó agarrado de la mano con su novia chiricana, lo que dejó boquiabiertos a todos sus compañeros.

El último en saludarlo fue Abecé, quien no tuvo más remedio que aceptar que perdió la guerra que su adversario nunca le declaró.

Fotografía de Megan Ruth y ELEVATE de Pexels no relacionadas con la historia.

Ver para creer

 Papriko García se reía cuando le hablaban de fantasmas, apariciones y espíritus porque era un ateo en toda su expresión y se burlaba de las historias de apariciones de un ente en los pasillos del centro comercial Westland, en Arraiján, Panamá.

Papriko llegó desde Tolé en el año 2020 a La Chorrera en busca de un mejor futuro, con 22 años, apenas terminó el noveno grado en un colegio estatal, las carencias y pobreza lo obligaron a emigrar.

A duras pasó las pruebas para laborar como guarda de seguridad, primero lo colocaron en un banco, sin embargo, durante un asalto lo despojaron del arma y le golpearon la cabeza, así que lo trasladaron al centro comercial.

Nunca faltaba, no llegaba tarde y doblaba turnos sin protestar, lo que generó que lo colocaran amaneciendo en ese lugar y el caballero feliz.



Mientras que, entre los empleados de la compañía de seguridad, del cine y los comercios se corrió la voz de que por el centro comercial pululaba una figura desconocida, Papriko se burlaba de eso y lo ridiculizaba.

Las historias eran varias, de una niña asesinada, secuestrada o que falleció al morir y otros detalles, pero lo cierto es que muchas bolas de corrillo y nada en concreto del posible fantasma.

Una colaboradora de una cafetería narró que una niña se le presentó cuando cerraba el comercio, le comentó que durante la construcción del centro comercial su tumba fue removida y solo buscaba regresar a su santo sepulcro.

Pero para el guarda de seguridad esto no era otra cosa que fantasías porque no creía en santos, en dioses o apariciones divinas.

Papriko decía que se nacía, reproducía y moría.



A los tres meses, el caballero hacía su ronda regular en los estacionamientos, cuando vio de lejos algo que se movió, le anunció a la persona de que el lugar estaba cerrado, por lo que debía retirarse.

Escuchó risas, de nuevo divisó lo que parecía ser una niña que corría, vestida con traje blanco, zapatos del mismo color y dos moños, Papriko se rascó los ojos y se asustó.

Giró, no vio nada, caminó cinco metros y se le presentó enfrente.

Allí estaba el fantasma, una niña de diez años que le dijo a Papriko que llevara un rosario a la esquina del muro limítrofe entre el centro comercial y el cementerio porque fue removida su tumba durante la edificación, lo que la obligó a levantarse de su eterno descanso.

A Papriko se le salieron las lágrimas, se orinó y se cagó en los pantalones. Luego se volvió creyente católico.

Fotografías de Elina Araja de Pexels y Wikipedia no relacionadas con la historia.

'Desde muy pequeña escribo': Sandra Villalva

La escritora mexicana Sandra Villalva accedió a una entrevista con el portal ‘Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte, en la cual revela detalles de su carrera literaria.

Nombre completo

Sandra Villalva.

¿Cuántas obras tiene publicadas?

Colaboro en dos libros.

Antología Vampiros, creada por Sara Lena y Javier Fontenla del grupo El legado. Con el relato titulado “Zetina”

Fragmentos del pensamiento, de la editorial palabra herida. Es un libro de monólogos. El mío se titula “6 de la tarde con 3 minutos”.

¿Cuál fue la más difícil de crear?

Paso.

Si tiene proyecto nuevo menciónelo

Paso.



¿En qué se inspira para escribir?

Realmente no considero que me inspire en algo en específico para escribir. Creo que el todo de lo vivido es la fuente de dónde podemos inspirarnos.

¿Cómo nace su amor por las letras?

Desde muy pequeña escribo así que supongo que al leer mis primeros libros surgió ese amor. Leer y escribir, para mí son lugares seguros.

¿Cuál es su obra literaria favorita?

No podría elegir solo una.

¿Cómo considera al estatus de los escritores autopublicados?

Es un trabajo arduo y digno de aplaudirse. 

Su mejor y peor experiencia

La mejor experiencia es haber conocido a la autora Sara Lena, a su grupo literario, entrar a sus convocatorias y aprender. El legado de Sara Lena y Javier Fontenla hicieron realidad la publicación de la Antología “Vampiros” donde colaboramos muchos autores de diferentes países y que ahora es Best Seller.



¿Casada, unida o soltera?

Paso.

¿Cuál considera que es su principal atractivo?

Paso.

¿Cree en el amor a primera vista?

Paso.

¿Sabe cocinar?

 Paso.

¿Cuál es su platillo favorito?

La comida mexicana. Los platillos con mucho picante.

¿Fuma o bebe?

Paso.

¿Qué hace en su tiempo libre?

Busco el silencio y la tranquilidad.

Mensaje para los aspirantes a escritores.

Yo también soy nueva escritora, así que les digo que se atrevan, lean mucho y crean en ustedes mismos.


'Ahora me toca a mí'

La policía encontró el cuerpo de Karl Fisher, en un charco de sangre, se notaba las heridas con un arma blanca u objeto punzocortante, tirado en la alfombra hecha con piel de vaca con marcado color rojizo.

Una sala desordenada, libros en el piso, adornos quebrados y papeles, lo que inducía que hubo una lucha entre la víctima y su victimario o victimaria, así que apenas iniciaba la investigación sobre el homicidio del ejecutivo alemán.

Al hombre lo trasladaron desde Berlín a Panamá, por la empresa K Motors S. A. fabricante de motores de todo tipo, con el fin de que realizara un proyecto para vender el producto en toda América.

Llevaba ya tres meses en Panamá, estuvo en España dos años, así que el germano dominaba bien la lengua castiza, mientras que al llegar al istmo hizo amistad con varios empleados de K Motors America.



Entre los amigos del alemán estaba Sismilio Atencio, un chiricano de piel canela, alto, fortachón y reconocido prostituto de hombres, aunque también conquistaba mujeres para demostrar que podía.

Entretanto, lo primero que hicieron los investigadores fue solicitar la cinta de video de seguridad del edificio, con ella sabrían sin duda alguna, el autor del atroz crimen.

El examen forense arrojó que el europeo tenía golpes en su pecho, cuello, un ojo morado, fue asfixiado y le propinaron catorce puñaladas, lo que no dejaba en duda dos cosas: fue pasional o con saña y el victimario quería asegurarse de que su víctima no respirara.



La cinta de video reveló que Sismilio entró del departamento con una ropa y luego salió con otra, asesinó, se bañó y se colocó ropa del departamento, era la hipótesis.

Cargaron con el sospechoso quien confesó ser el responsable del crimen, le hacía sexo al germano por dinero, ropa y lujos, fue una relación iniciada desde que el caballero ingresó al istmo.

Sismilio les dijo a los investigadores que esa noche fumaron marihuana y bebieron vino, hicieron el amor, pero se presentó un problema porque Karl quería intercambiar los papeles.

—Ahora me toca a mí—, dijo el extranjero en alusión a que le correspondía comer del pastel de Sismilio.

El prostituto se negó, hubo una discusión porque el alemán le tiró en cara el dinero le que entregaba, además que también tenía la necesidad ser un camión en la carretera sexual.

Tras la lucha verbal, empezó la física, Sismilio golpeó a Karl, lo asfixió con una toalla y lo apuñaló para asegurarse que estuviese muerto y no abriera la boca.

Allí acabó todo y a Sismilio lo condenaron a 25 años de cárcel por homicidio.

Imágenes de Cottonbro Studio de Pexels no relacionadas con la historia.