En esta urbanización de Panamá Oeste, residía Ventocinio Redondo, un ingeniero en sistemas y pirata cibernético, recién salido del juzgado de familia que lo divorció, tras ocho años de matrimonio con Roberta y de inmediato se casó con Luciana.
Sin embargo, a pesar de
que el caballero se unió con una dama de piel lactosa, delgada y ojos miel, seguía
en sus andanzas de conquistador y para ello usaba como recurso la brujería.
Le gustaba invitar a las
chicas a almorzar o cenar, cuando ellas se descuidaban le agregaba a la bebida
una poción mágica para que cayeran en su red sexual, las gozaba durante unos
meses y posteriormente las dejaba enamoradas.
Ventocinio laboraba
en una empresa y en las noches era profesor en un instituto técnico, donde
también se daba banquete con las alumnas, principalmente las acholadas porque
le fascinaban de 23 años, ya que el caballero contaba con 38 años.
No bebía, no fumaba, no
consumía ningún tipo de drogas y su debilidad era las mujeres porque tenía una
virilidad increíble.
Sus compañeros de trabajo
se preguntaban qué hacía el caballero para conquistar tantas damas, principalmente
porque no era físicamente nada atractivo, aunque el masculino no revelaba su
secreto.
Era de piel canela,
labios grandes, un ojo más pequeño que el otro y de contextura gruesa, no
obstante, esto no fue obstáculo para levantarse a María Cristina, una chiquillona,
de 21 años, pocotona y oriunda de Parita, Herrera.
María Cristina cayó en
las garras de Ventocinio y no lo dejaba tranquilo hasta que Luciana se
enteró de las andanzas sentimentales de su marido y la casi niña herrerana.
Un día la herida esposa,
revisó las pertenencias de su pareja, encontró la fórmula de la poción para romper
corazones, así que la fémina decidió hacerla y guardarla para dársela Ventocinio.
La escondió durante dos
semanas hasta que Lucinda organizó un asado en casa e invitó a Cacoso,
un vecino que bateaba para el otro equipo y residía con su madre.
Una mujer herida es
peligrosa, así que, durante el evento, Ventocinio le pidió una gaseosa a
Lucinda, esta le dijo que la buscaría, le agregó la poción, se la dio a Cacoso
para que él se la entregara a Ventocinio.
Cosas de la vida, Ventocinio
ingirió la bebida y fue todo, aunque no pasó nada en el asado, al día siguiente
quedó enloquecido con Cacoso y lo buscó hasta el caballero lo trabó.
Todo Hato Montaña quedó
sorprendido al enterarse de que después de viejo el hombre conquistador de
mujeres se convirtió en maricón, sin embargo, nunca supieron que se trató de una
venganza femenina.
Imagen de William Fortunato y Ketut Subiyanto
de Pexels no relacionada con la historia.
🤣🤣🤣
ResponderBorrarPor andar de mujeriego, salió batiendo para el otro lado 😆
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