Venganza en la Comarca Ngäbe-Buglé



Por los corrillos de Llano Ñopo, en la Comarca Ngäbe-Buglé, los vecinos comentaban de un fantasma que recorría las calles en busca de alguien, así que nadie se atrevía a andar después de las diez de la noche los días de semana.

“Pueblo chico, infierno grande”, dice un viejo refrán, ya que le achacaban el espíritu errante a Librado Montezuma, quien había muerto, luego que fue víctima de un ataque al corazón cuando lo castigaron en el cepo.

El médico dictaminó que la presión le provocó un infarto.

A Librado Montezuma, lo acusaron de robar, injustamente, 100 dólares que pertenecían a Genaro Garza, el amante secreto de su mujer, y aunque en las comarcas todos se sabe, Lucía Peña, la esposa del castigado y su “tinieblo” lograron ocultarse de la sociedad.

Ya habían pasado tres meses desde la muerte Librado Montezuma, algunos pobladores de Lano Ñopo decían que vieron a un espíritu pulular, sin embargo, no lograron mirar su rostro.



De baja estatura, pelo lacio, de delgado y que cojeaba de una pierna, algo que llamaba la atención porque el recién fallecido tenía esa condición porque tuvo un accidente al caer de un vehículo en marcha y tuvo secuelas.

Las noches eran muy estrelladas del verano de 2021, numerosos vientos fuertes con frío terrible para los que vienen de clima caliente y normal para los habitantes de esa zona.

Para Lucía Peña, la muerte de su marido no era el fin de sus problemas, ya que su nuevo marchante trabajaba largas jornadas como peón en una finca de los Goldoni, una familia de origen italiano que se afincaron en Tolé, Chiriquí, a principios del siglo XX.

La familia logró ser no solo terratenientes sino caciques porque se pasaban la curul en el Congreso panameño de generación en generación, entre primos, hermanos y esposos.

Margarito Yepes era el nombre de la nueva pareja oficial de Lucía Peña, el pueblo ardía en chismes porque ya se sospechaba que la relación venía desde hace tiempo y que Librado Montezuma cayó en un complot amoroso.

Musculoso, de mediana estatura, ojos pardos y cabello lacio, era blanco de mirada de muchas de sus paisas, lo que ocasionaba problemas con su media naranja.

Al peón le dieron un aventón desde Tolé hasta Chichica, debía andar por caminos buenos, luego cruzar por Cerro Miel, a casi 900 metros sobre el nivel de mar.

Una carretera de tierra, se notaban que las máquinas de cuchillas de construcción estaban recién pasadas por la vía.



El curandero de Llano Ñopo, también era un chamán y tenía visiones de que en la comunidad pronto habría luto.

Ese jueves 15 de abril de 2021, Margarito Yepes, se metió su par de cañazos de chicha fuerte, con su salario en el bolsillo decidió caminar porque no había pick-up que lo trasladara a su comunidad.

Margarito Yepes nunca llegó a Llano Ñopo, mientras que su mujercita desapareció misteriosamente esa misma noche sin dejar rastro alguno.

Al día siguiente aparecieron ambos cadáveres, uno encima del otro, frente a frente y desnudos, unidos los pies de ambos por el cepo. No había signos de golpes, cortaduras, latigazos o signos de lucha.

Las autoridades comarcales y los forenses no se explicaban cómo llegaron esos cuerpos, quién llevó el cepo si en todos los pueblos estaban en su lugar de custodia.

Posteriormente, por toda la comarca se cruzó el rumor de que el fantasma de Librado Montezuma cobró venganza a la pareja traidora y en el cepo terminaron muertos por jugar con la trampa del amor.

Sebastián Fierro, el escritor mexicano con gran futuro literario

Una joven pluma de México, quien tiene mucho futuro en el mundo de las letras. Se trata de Sebastián D. Fierro, autor de la trilogía Mundanae, quien le cuenta al portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte”; sus inicios literarios, sus proyectos y lo que hace en sus ratos libres.

Recuerde que puede leer en varios idiomas el blog con solo usar el traductor de la página. 

 ¿Quién es Sebastián D. Fierro? Explique su mini biografía.

A mi experiencia personal, solo soy una persona de Ciudad Juárez como muchas otras, con la diferenciación pequeña de que tal vez en la comunidad fronteriza ciertamente no somos muchos escritores de literatura.

Pero tal como los cientos de miles que habitamos aquí se ha podido ver muchos aspectos de la vida, tanto la violencia sin controlar, como la propia paz que conviven en un lugar urbano como el nuestro.

 ¿Cómo nace su pasión por la literatura?

Realmente no lo sé con seguridad, pero supongo que el punto determinante fue el ver que las personas podían crear muchas historias de todo tipo de acuerdo a sus gustos y puntos de vista con la vida, por lo que de poco a poco esa misma sensación de poder crear la mía propia solo fue creciendo con el tiempo hasta que solo me decidí a escribir.

 ¿Háblenos de sus tres obras literarias?

No tengo opiniones muy grandes.  Son mi primera saga de historias que he estado creando y estoy bastante complacido del cómo las he estado llevando a pesar de que reconozco que el área literaria en que se basan como la fantasía es un terreno sobreexplotado de muchas otras historias que pueden hacer que la gente pueda hasta perderle el interés, porque al haber tantas personas haciendo cosas tan similares.

Es lo normal que los lectores terminen sintiendo que están leyendo la misma historia solo con nombres diferentes.



 ¿En qué se basó para escribir sus novelas?

Fue un amalgamiento personal de mis gustos y las cosas que ya había estado percibido de otras obras literarias.

Tal como dije en la pregunta anterior, fue solo la reutilización de cosas que otros autores hicieron llevada a mi vista y entendimiento personal de los temas, pero en agregado de esa misma pregunta, es normal que una persona, base sus proyectos y objetivos de cosas que aprendió de otras personas e inclusive hasta las primeras obras de literatura tuvieron que sacar a sus personajes o conflictos de historias aún más antiguas como los mitos y las leyendas.

 ¿Cuál es su público lector?

En realidad, no siento que haya estado centrado en un público específico. Eso bien puede ser una mala decisión de marketing, pero es la realidad, las historias que he estado contado han sido puestas, o por lo menos lo intento, de que sea con la suficiente diversidad para personas jóvenes y al mismo tiempo adultas puedan tomar interés por ellas.

 ¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

En cuanto a eso, supongo que no seré demasiado original y la gran parte de lo que he leído o leo tiene que ver con la propia fantasía y ciencia ficción, siendo que de forma más reciente he estado ampliando mi repertorio de opciones, agregando obras más importantes y fáciles de reconocer como la Ilíada, la Odisea.

 ¿Cuál es el género literario más leído en México? Explique.

No tengo una investigación muy objetiva sobre ese tema, pero por las personas que he conocido, la del género que más se lee se lucha entre el poético y el dramático.



 ¿Qué opina del mercado literario mexicano?

Como escritor, sé que México no pasa por sus mejores momentos de literatura y que a nivel económico no es lo mejor tratar de vivir de los libros y solo de ellos por más grande que sea la pasión por estos.

 Explique el espinoso camino del escritor independiente.

Simple y complicado al mismo tiempo, pues si eres independiente, te las tendrás que arreglar de forma personal para obtener el presupuesto que llega a implicar todo aquello de la edición, la portada y pagos de editorial.

 ¿Es escritor de mapa o de brújula?

De brújula, aunque siempre que empiezo la novela ya tengo el objetivo de la historia de esta.  Solo dejo que vaya por donde deba ir mientras la creo y fabrico el camino al punto que ya tenía en mente al empezarla.

 ¿En qué ocupa sus ratos libres?

Además de la propia escritura, como muchas otras personas, también viendo la televisión, estudios universitarios o solo jugando.

 ¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

Por el momento, solo me estaría centrando en terminar Mundanae, aunque no sería el único proyecto de literatura que tengo planeado en creación.

 ¿Qué tiene que decir a los escritores anónimos con miedo de publicar obras?

Yo realmente no veo mucho por qué habría de tener haber miedo con la publicación de obras literarias.

Aunque sí entiendo el que existen obras de este tipo que a personas con poder y mentalidad peligrosa no les agrade para nada que se digan o comuniquen ciertas con cosas en los libros, por lo que el hecho de mantener con el perfil bajo siempre es una opción a respetar.

El sueño de Richard Díaz

El infante Richard Díaz estaba casi a punto de congelación, sus pesadas botas poco ayudaban a caminar dentro de la trinchera, su casco redondo, tipo británico, era como tener una tonelada sobre la cabeza del soldado raso. 

Con fusil en mano, Díaz, jamás se imaginó el precio tan alto que pagó por ser ahora ciudadano estadounidense, luego que el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley Jones.

Una de cal y otra de arena, ciudadano, pero a las pocas semanas llegó la nota de reclutamiento.

Puerto Rico, la isla bella, encantadora y que enamora tuvo un pasado de 404 años español, luego los yanquis se la arrebataron a Madrid en 1898, cuando perdieron la guerra hispano-estadounidense, en tiempos que la nación norteña seguía con su política de conquistar al mundo.



Tras ser prácticamente apátridas, los boricuas ya tenían una ciudadanía, aunque no era gratis porque Woodrow Wilson necesitaba soldados para enviar al frente francés y cruzar hasta la Alemania del Káiser Guillermo II.

Era el 15 de noviembre de 1917, la fuerza expedicionaria estadounidense debía avanzar a cualquier precio hasta lograr quebrar la línea Hindenburg, luego ir hasta Berlín y tomar la capital del imperio alemán.

El sueño de Londres, su odiado rival, y aunque primos por herencia colonial, algo de lenguaje, sangre, aunque ambos imperios rivalizaban.

El capitán, Myles Miller, suena su silbato, es escucha el griterío de soldados con sus brillantes cascos, sus fusiles y las bayonetas para introducirlas con odio en el cuerpo de los soldados germanos, sin embargo, se oye lejos el sonido de las ametralladoras del enemigo.

Carlos González, corre al lado de Richard Díaz, una bala le da en la cara, cae y deja un charco de sangre, mientras que la neblina y el frío azota el lugar.

Richard Díaz mira a su compañero, también puertorriqueño como la mayoría de los soldados de la primera línea.

Los alemanes no dan tregua. “Feuer” (fuego en alemán) se escucha y descarga la artillería germana.

Cuando caen los proyectiles, los soldados vuelan en pedazos como si fuesen piezas de rompecabezas.

America first!-, gritó el capitán Myles Miller, quien pisó una mina,  su cuerpo se expulsa hacia arriba y queda colgado de la rama de un árbol.

Richard Díaz observa aterrorizado porque ese no era el sueño que quería.

Aspiraba a ser estadounidense, votar, ser respetado y no ser tratado como ciudadano de quinta categoría como los consideraban sus paisanos del territorio continental estadounidense.



Los boricuas no eran nadie, su único futuro de aquí en adelante sería ingresar el ejército norteamericano, defender un país que los quería a medias, le exprimía sus riquezas y ni siquiera podían votar para presidente.

Salieron de ser una colonia española para ingresar a la yanqui.

El soldado boricua tiene frente a un grupo de soldados alemanes, apunta y dispara, un germano cae y es la primera vez que Richard Díaz mata a un hombre.

Su trabajo es matar como el de todo militar que va al teatro de operaciones, además los ejércitos se crean para la guerra no para la paz.

Luego de segundos de tensión, los soldados empiezan a retroceder y  el fuego empieza a caer.

Son los lanzallamas alemanes que detienen el avance estadounidense, nuevamente los gritos vienen los gritos de militares, ahora alcanzados por la terrorífica arma.

Richard Díaz corre, no obstante, uno de los operadores de la peligrosa arma le apunta y lo alcanza. 

Los desgarradores gritos de dolor se escuchan hasta Mayagüez y la llama humana se mueve junto con otros soldados desafortunados.

El resto de la avanzada retrocede del terror de los lanzallamas alemanes, entre ellos, numerosos puertorriqueños.

La neblina cubre todo el lugar, decenas de cuerpos de soldados estadounidenses yacen en el casi congelado suelo francés, entre ellos el cadáver de Richard Díaz, el nuevo ciudadano de Estados Unidos, quien murió en un país lejano y en un conflicto que no nunca comprendió.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

Un anillo no entra en tres dedos

El sol era cubierto por las nubes, no se sentía calor y la brisa era sabrosa frente a la piscina del hotel Smith, ubicado en la avenida Miguel A. Brostella, en Betania, Ciudad de Panamá.

Melania Garcés vestía un traje de baño entero, color rojo, que dejaba a la vista su delgada, pero linda figura, mientras que su novio un pantalón corto azul.

Blanca, de cabello oscuro, largo y ensortijado, ojos pardos, pechos medianos y sonrisa que embobaba a cualquier hombre, tenía solamente pupilas para Alberto Pérez, de piel canela, delgado, nariz grande, ojos oscuros y cabello lacio.

La pareja disfrutaba del fin de semana, ambos laboraban en Hospital Español como enfermeros, en ocasiones hacían turnos, almorzaban y salían muchas veces.

Sin embargo, había un problema porque Alberto Pérez desaparecía misteriosamente sin dar muestras de aparecer ni tampoco explicar, pero, Melania Garcés se las perdonaba siempre.


-Quiero que te cases conmigo-, dijo el hombre a la dama, quien además de sorprendida quedó muda con la propuesta.

No se lo esperaba, sospechaba que su novio tenía una vida secreta, aunque el amor cegaba cualquiera evidencia, a pesar de que algunas personas le advirtieron que su novio era un “perro”.

Empezó el intercambio de fluidos frente a los bañistas, quienes deducían que se trataba de una relación que inició hacía poco porque toda escoba nueva barre bien y se notaba que había muchas “ganas”.

Lo que ocurría era que Melania Garcés no tenía idea de que su enamorado le propuso matrimonio a otras dos compañeras del hospital, ya que se sentía que a sus 32 años el tren lo dejaba.

Tiró el trasmallo porque en el embravecido mar de la vida es necesario realizar una pesca milagrosa cuando hay futuro incierto. Algún pez debía picar en el inmenso océano de la incertidumbre.

La tormenta que vendría sería interminable y furiosa, algunos se preguntaban qué le veían las mujeres a Alberto Pérez porque no paraba tráfico.

Su figura era tan delgada, que al verlo le ofrecerías un plato de sopa o un pedazo de pan por su delgadez.

En las bolas de corrillo del nosocomio se escuchaba que Alberto Pérez, no tenía un físico de actor de televisión, ni cuerpo de fisiculturista, sin embargo, era un maestro haciendo el amor y con una labia que al escucharlo un pueblo saldría electo presidente al dar su primer discurso.

Entretanto, Melania Garcés, le contó a la enfermera con mayor tiempo en el nosocomio que le propusieron casarse y que respondería que sí e identificó el futuro esposo. La compañera no comentó.

Era María de Gracia, quien le dijo lo ocurrido a Lisbeth Gómez y Elisa Manuel, ambas con descripciones físicas parecidas a las de Melania Garcés y a quienes el galán también les pidió casarse.

El hospital se convirtió en un nido de pasiones por estallar, debido a que las tres mujeres se sintieron engañadas al enterarse de la triple propuesta.

Un anillo no cabe en tres dedos, menos de distintas novias, lo que generaría un tifón de pasiones y huracanes de reclamos.



El hombre de marras se enteró de que lo buscaban para enfrentarlo por irreverente, pilluelo e infiel, por lo que se escondió mientras pudo.

Durante un turno 11:00 hasta 7:00 a.m., Elisa Manuel estaba de guardia, vio a Alberto Pérez, le avisó al resto de las damas, quienes se fueron al hospital como un bólido.

Lo sorprendieron en la cafetería en momentos que bebía café con leche, lo rodearon, le reclamaron, le gritaron, lo arañaron todo, se cagaban en su madre y por todas las instalaciones se escuchaba la algarabía.

-¡Mentiroso, hijo de puta!-, gritó Melania Garcés.

Lo dejaron en el suelo, sin pantalones, con su camisa de enfermero, en plantillas de media y en calzoncillos.

Para evitar un escándalo la administración del hospital decidió despedirlo a los cuatro por lo acontecido.

Alberto Pérez y las musas terminaron sin trabajo. Ellas con el corazón vuelto trizas y el mal porque el que mucho abarca poco aprieta.

La chumerri de Juan Boyd

La conoció en el billar Alex, ubicado en la entrada de Vacamonte. Juan Boyd estaba con unos amigos, empinaban el codo al ritmo de la música de Ceferino Nieto, donde los gritos viajaban entre las hermosas chamas que atendían el lugar y, aunque no “fichaban”, robaban las miradas de los maduros clientes.

Juan Boyd, sentado en una silla de cuero, había una mesa redonda, sobre ella dos cutebazos de pan líquido.

Acompañado por dos de sus compinches abogados, Pedro García y Luis René Carrasco. El trío se despojó de sus sacos, quedaron en camisa blanca, con sus lujosas corbatas, pantalones de tela y zapatos Rockport.

Media hora después llegó ella, Sandra Lorena, con dos amigas, todas lindas como un ramillete tricolor.

Una de raza negra, otra rubia y Sandra Lorena, blanca, de pequeña de estatura, ojos color miel, abundante cabellera color cobrizo y alisada, cejas pintadas y frenos que no tapaban su blanca dentadura.



Carla, la de raza negra, vestía un pantalón corto de jeans azul, una franela blanca, zapatillas blancas, era alta, con largas piernas, pechos gigantes, de falsa sonrisa.

Fabiana era de piel tierna y canela, de cabello lacio, rubia de botica, con ojos verdes de plástico, senos medianos y de baja estatura.

El flechazo fue total entre Juan Boyd y Sandra Lorena. El ramillete se sentó frente a los letrados de Derecho y ambos tórtolos se hablaban con la mirada.

Los abogados celebraban que Juan Boyd acaba de ganar un caso civil y a sus 25 años, 35 mil dólares era bastante para alguien que empezaba a vivir.

Residía en Playa Dorada y la chumerri en El Tecal, pero la diferencia de clases sociales no importaba porque cuando Cupido actúa nada se puede hacer.

Tras varias rondas de cervezas, Juan Boyd tomó valor y envió varios cubetazos a la mesa donde estaba la nena, pero eran todas unas “chumerris” (bien arregladas, lindas, pero con cero modales y cultura).

Lindas por fuera y "rakatakas" o "chacalitas" (chicas de barrios marginados) por dentro, ya que cuando hablaban se notaba su escaso nivel cultural y un tono muy peculiar al platicar.

Sandra Lorena se levantó para ir al inodoro y las pupilas de Juan Boyd casi se revientan cuando observaron ese pantalón corto, color crema, tan pegado que se notaba la división del cielo, una camiseta blanca con las palabras: Te amo, unas sandalias blancas y su cabello alisado con un gancho celeste en sus cobrizos cabellos.

El abogado “culiso” decidió atacar a su presa, como un tigre que espera que su almuerzo se canse de correr para devorarla.



Cinco minutos después que Sandra Lorena volvió del baño, se unieron las mesas y cada uno con la suya en el populoso bar.

Bailaron salsa, típico y todo lindo, siempre y cuando la chumerri no hablara. El “o sea” salía de su boca en cada momento.

A Juan Boyd, no le interesaba el lenguaje con nula cultura de su amor, sino las voluptuosas curvas, pensaba subir, bajar y nadar sobre esas pálidas carnes, tiernas y exquisitas.

Se acabó la rumba, Juan Boyd se llevó a la tres chumerris en su Mercedes-Benz, color negro, año 2010, para darle el bote o aventón, no obstante, decidieron irse a otra parte a seguir la parranda y terminaron en una casa de ocasión de La Chorrera.

Entre tragos, pases de “nieve”, el mundo se tornó al revés, los gatos ladraban y las gallinas buceaban, todo gracias a los tóxicos que hacían que la tierra girara de este a oeste.

Horas más tarde, Juan Boyd apareció encuero dentro de su automóvil, en la vía que lleva hacia el puerto de Vacamonte, sin cartera, tarjetas de crédito y papeles. Estaba vivo, asustado y decepcionado de su chumerri.

Dinero sucio lleva al cementerio

Entre los herbazales se escondía Rogelio “Cachivache” Mendizábal para evitar que los asesinos lo dejaran como coladero.

 “Cachivache” le volteó diez kilos de cocaína a un colombiano, por lo que el extranjero pagó para que le dieran piso al antisocial.

Vestido con un pantalón corto, una franela roja, zapatillas sin medias y una gorra, la maleza hizo bingo con el cuerpo del antisocial, porque estaba cortado por el filo de las hojas.

Con un revólver 38 entre sus manos, Mendizábal respiraba profundo, sudaba, un pequeño hilo de sangre estaba sobre la parte superior de su espalda, producto de un cuchillazo que le dio uno de los sicarios.


Los 50 mil dólares que ganaría con el tumbe de drogas, a razón de 5 mil dólares por cada kilo, le costaría muy caro.

“Cachivache” quería dinero para comprarse un carro, instalarle bocinas, pintarlo y ponerlo pifioso y ser la envidia de Panamá Este.

También recogería bastantes chicas de todos los colores, sabores, con o sin silicón porque le encantaba el sexo contrario.

Con 25 años, ya conocía la cárcel porque pagó una cana de dos años en el centro penitenciario La Joya, tras ser cómplice de un hurto en casa en Costa de Este.

Se prometió a sí mismo que si volvía a dormir entre las rejas sería por un buen billete y no por dos mil dólares como los que ayudó a ocultar a unos amigos de San Miguelito, cuando robaron en un negocio.

-No lo hagas porque te costará muy caro-, le dijo Doroteo Arango, amigo de Mendizábal, cuando le consultó que haría un tumbe drogas a unos colombianos.

-Nada me pasará, les jugaré vivo, me llevo la droga y ya tengo comprador. Si joden mucho, no me temblará la mano para pegarle un tiro a cada uno-, respondió “Cachivache”.



-Si te volteas esa droga, te buscarán hasta por debajo de las piedras para matarte, aunque si no te hallan, tu familia es la que pagará los platos rotos-, advirtió Doroteo Arango.

La conversación con su amigo y vecino era recordada por el maleante en momentos que escuchaba voces de sus enemigos.

Era una noche fresca, la brisa movía las ramas de algunos árboles, se veían unos platanales ya con frutos, el cielo invadido de estrellas y la luna muy clara.

“Cachivache” tenía varias pretendientes en su barrio con quienes pasaba ratos amenos, sin embargo, Sandra, de 25 años, era quien le robaba la calma.

No le prestaba atención porque era un “limpio” y si el tumbe resultaba efectivo, tendría mucho dinero para tenerla de “su lado” sin tanto esfuerzo.

-Salga del monte carajo. Entregue la mercancía y no le haremos nada porque el patrón solo quiere su parte del negocio. Entréguela y nos vamos marica-, escuchó “Cachivache” la voz con acento colombiano.

En el mundo de las drogas es fácil entrar, pero abandona en un ataúd o al ingresar a un centro penitenciario, como le dijo su amigo Doroteo Arango, pero la vanidad y la ambición de Mendizábal fue tan grande que no oyó los consejos.

Lo que no sabía “Cachivache” es que los 10 kilos fueron encontrados en un herbazal de su casa.

El resto era una cacería o un juego al gato y el ratón con final mortal.
La juventud e inexperiencia de “Cachivache” lo traicionaban porque no tenía idea en el barril de pólvora que se sentó.

-Entréguese hermano y hagamos las paces para que todo acabe-, escuchó “Cachivache” la voz otra vez.

¿Se entregaba?, pensó el jovenzuelo. No obstante, todo su mundo y la conquista de Sandra caería como un castillo gigantesco de naipes.

-Allí está hijo de p…- se oyó una voz, luego varios disparos, mientras “Cachivache” huía como conejo cuando empieza la temporada de cacería.

Empuña su arma y dispara Mendizábal, luego  varios disparos suenan,
“Cachivache” cae al monte, respira muy profundo, vomita sangre, una bala dio en su pulmón derecho, se le nubla la vista y apenas logra ver a dos hombres, un rubio y otro de raza negra, quienes con pistola en mano hablan entre ellos.

Un día después, forenses del Ministerio Público y unidades de la Policía Nacional (PN) buscan en entre los herbazales un posible cuerpo.

La noticia llegó donde su amigo Doroteo Arango, aunque no lloró y recordó los consejos dados a su pana “Cachivache”, quien nunca los escuchó y al buscar una vida fácil bajo tierra quedó.

Fotos cortesía de la Policía Nacional de Panamá. 

Perder hacha, calabaza y miel

Vestida de rojo vino, con su diadema que arropaba sus negros cabellos con vaselina, zapatos de vestir norteamericanos regalados por un oficial del US Army, su bolso negro y con su danzante caminar, salía esa noche Monique D’Alembert hacia el Happyland en busca de su estrellato y dinero.

Alta, delgada, ojos verdes, trasero formidable y pechos gigantescos, la extranjera era cantante en el famoso club frecuentado por la oligarquía panameña, turistas, zoneítas y soldados estadounidenses acantonados en las bases de EE.UU. en Panamá.

De pronto, se detiene un carro sin matrícula, se bajan tres hombres vestidos de traje de gala y sombrero de ala ancha, corren hacia la francesa y …



Monique D’Alembert era una aventurera francesa, nacida en 1920, en Sedán, el norte de Francia y junto con su familia escapó de su tierra natal hacia Edimburgo antes de que las tropas alemanas ocuparan la ciudad  en 1940.

Intentó llegar a Estados Unidos, pero la gran cantidad de personas que huían de la Europa ocupada no daba abasto para ir a ese país de América.

A los ocho meses de estar en Edimburgo, subió a un barco que la trasladó  hacia La Habana, vivió un año allí, luego se embarcó hacia Colón y posteriormente a la capital panameña.

La francesita volvía locos, tanto a la oficialidad norteamericana como los “rabiblancos” panameños que se embobaban de verla cuando cantaba en su inglés “afrancesado” en el mencionado club nocturno capitalino.

-¿Te quieres casar conmigo? Yo te sacó de este lugar y nos vamos a vivir a Colorado, tendremos hijos y pido mi baja para dedicarme a una granja-, le pidió Ryan Thomas, un capitán del ejército estadounidense que residía en la base de Clayton.

-¿Habla en serio Monsieur? No estoy en condiciones para casarme, ni mucho menos encerrarme en una granja montañosa. Soy una mujer citadina. Mejor quedamos como amigos mi soldadito-.



Monique D’Alembert no tenía tiempo para romances, era una máquina trituradora de dinero, carecía de sentimientos, sensibilidad y empatía, tanto que la llevaron a darle la puñalada por la espalda a la tierra que la vio nacer.

Uno de los meseros del club, un “machigua”, llamado Charles Arias, también enloquecía cuando la francesita pasaba a su lado, la vigilaba, la seguía sin que ella lo descubriera e incluso entraba a su habitación del hotel donde vivía. Allí fue donde encontró la máquina Enigma.

Corría 1943 y quizás Adolfo Hitler y su estado mayor, tuvieron que usar una lupa para saber dónde quedaba el país centroamericano que le declaró la guerra en 1941 a los germanos y sus aliados.

Enrojecido, molesto, cabreado, emputado, encolerizado y disgustado, Charles Arias, tomaría venganza ante el desprecio de la europea. Sin saber que el desprecio sería su desgracia, esa noche Monique D’Alembert terminaría mal.



Charles Arias entró clandestinamente en la pieza de la gala donde halló cigarrillos, chocolates, dinero, cartas de amor escritas en inglés por el oficial Thomas y la famosa Enigma.

Era un indio, no un pendejo, así que se imaginó que ese aparato era para espiar.

-¡Bingo! Esa puta me las pagará-, acotó el indígena cuando vio el aparato que representaba su pase de factura y creyó que le darían una jugosa recompensa por denunciarla.

Monique D’Alembert  terminaría con sus huesos en una cárcel militar estadounidense, quizás en la horca, la silla eléctrica o un pelotón de fusilamiento en Arizona, pensaba el indio.

La pregunta que nunca tuvo respuesta fue cómo llegó a manos de la dama esa máquina de vital importancia para los aliados y el eje.

Una semana después de aquella noche, los diarios publicaron la noticia y un titular decía: ‘Cabaretera francesa era espía nazi’.

Monique D’Alembert, fue entregada a la policía zoneíta con la máquina Enigma, usada por los germanos para descifrar mensajes de la marina británica, cuyos barcos eran blanco de la manada de lobos o submarinos alemanes que los esperaban en el norte del Atlántico con el fin de hundirlos.

Ni las gracias le dio el gobierno panameño o el zoneíta al machigua, quien denunció a la gala solo por ser un hombre no correspondido en el amor.

Al final perdió hacha, calabaza y miel.