Un anillo no entra en tres dedos

El sol era cubierto por las nubes, no se sentía calor y la brisa era sabrosa frente a la piscina del hotel Smith, ubicado en la avenida Miguel A. Brostella, en Betania, Ciudad de Panamá.

Melania Garcés vestía un traje de baño entero, color rojo, que dejaba a la vista su delgada, pero linda figura, mientras que su novio un pantalón corto azul.

Blanca, de cabello oscuro, largo y ensortijado, ojos pardos, pechos medianos y sonrisa que embobaba a cualquier hombre, tenía solamente pupilas para Alberto Pérez, de piel canela, delgado, nariz grande, ojos oscuros y cabello lacio.

La pareja disfrutaba del fin de semana, ambos laboraban en Hospital Español como enfermeros, en ocasiones hacían turnos, almorzaban y salían muchas veces.

Sin embargo, había un problema porque Alberto Pérez desaparecía misteriosamente sin dar muestras de aparecer ni tampoco explicar, pero, Melania Garcés se las perdonaba siempre.


-Quiero que te cases conmigo-, dijo el hombre a la dama, quien además de sorprendida quedó muda con la propuesta.

No se lo esperaba, sospechaba que su novio tenía una vida secreta, aunque el amor cegaba cualquiera evidencia, a pesar de que algunas personas le advirtieron que su novio era un “perro”.

Empezó el intercambio de fluidos frente a los bañistas, quienes deducían que se trataba de una relación que inició hacía poco porque toda escoba nueva barre bien y se notaba que había muchas “ganas”.

Lo que ocurría era que Melania Garcés no tenía idea de que su enamorado le propuso matrimonio a otras dos compañeras del hospital, ya que se sentía que a sus 32 años el tren lo dejaba.

Tiró el trasmallo porque en el embravecido mar de la vida es necesario realizar una pesca milagrosa cuando hay futuro incierto. Algún pez debía picar en el inmenso océano de la incertidumbre.

La tormenta que vendría sería interminable y furiosa, algunos se preguntaban qué le veían las mujeres a Alberto Pérez porque no paraba tráfico.

Su figura era tan delgada, que al verlo le ofrecerías un plato de sopa o un pedazo de pan por su delgadez.

En las bolas de corrillo del nosocomio se escuchaba que Alberto Pérez, no tenía un físico de actor de televisión, ni cuerpo de fisiculturista, sin embargo, era un maestro haciendo el amor y con una labia que al escucharlo un pueblo saldría electo presidente al dar su primer discurso.

Entretanto, Melania Garcés, le contó a la enfermera con mayor tiempo en el nosocomio que le propusieron casarse y que respondería que sí e identificó el futuro esposo. La compañera no comentó.

Era María de Gracia, quien le dijo lo ocurrido a Lisbeth Gómez y Elisa Manuel, ambas con descripciones físicas parecidas a las de Melania Garcés y a quienes el galán también les pidió casarse.

El hospital se convirtió en un nido de pasiones por estallar, debido a que las tres mujeres se sintieron engañadas al enterarse de la triple propuesta.

Un anillo no cabe en tres dedos, menos de distintas novias, lo que generaría un tifón de pasiones y huracanes de reclamos.



El hombre de marras se enteró de que lo buscaban para enfrentarlo por irreverente, pilluelo e infiel, por lo que se escondió mientras pudo.

Durante un turno 11:00 hasta 7:00 a.m., Elisa Manuel estaba de guardia, vio a Alberto Pérez, le avisó al resto de las damas, quienes se fueron al hospital como un bólido.

Lo sorprendieron en la cafetería en momentos que bebía café con leche, lo rodearon, le reclamaron, le gritaron, lo arañaron todo, se cagaban en su madre y por todas las instalaciones se escuchaba la algarabía.

-¡Mentiroso, hijo de puta!-, gritó Melania Garcés.

Lo dejaron en el suelo, sin pantalones, con su camisa de enfermero, en plantillas de media y en calzoncillos.

Para evitar un escándalo la administración del hospital decidió despedirlo a los cuatro por lo acontecido.

Alberto Pérez y las musas terminaron sin trabajo. Ellas con el corazón vuelto trizas y el mal porque el que mucho abarca poco aprieta.

1 comentario: