Pretérito no tuvo un buen domingo de labor en su taxi, había pocos clientes, dos neumáticos se le pincharon con una diferencia de tres horas y al final de a milagro salió para la cuenta del día o unos 35 dólares.
Decidió retornar a La Chorrera, Panamá Oeste, donde
vivía con su mujer y sus dos hijas, así que la pésima jornada laboral sería
compensada con mayor tiempo dominical para estar con su familia.
Condujo desde Juan Díaz hasta calle 25, Calidonia,
donde los residentes de Panamá Oeste utilizaban los vehículos informales o
taxis piratas para retornar a sus hogares, tras salir de su trabajo o realizar
cualquier diligencia.
Pretérito dio como cuatro vueltas, no había pasajeros, hasta que recogió un joven
de 25 años, con aspecto de metalero, cabello largo, una pulsera y una cadena de
punk pegada en su cuello.
El taxista lo vio con ojos de duda, sin embargo, era
el único cliente y esos dos dólares que le cobraría por el viaje, representaban
un pequeño incremento en el ingreso y para algo servía.
Dos vueltas más no funcionaron para encontrar clientes,
así que el trabajador del volante guio su Kia Picanto hacia la Avenida de los Mártires rumbo a La
Chorrera y con la esperanza de recoger otros pasajeros en el camino.
Ambos caballeros platicaron sobre política, economía,
de mujeres, fiestas e historia, el taxista descubrió que, a pesar del aspecto de
loco del pasajero, era un hombre culto y letrado.
Siguieron la conversación, el roquero recibió un
mensaje de su móvil, respondió un mensaje de texto cuando observó que el
conductor incrementó la velocidad peligrosamente y se acercó a un furgón en la
carretera de Loma Cová.
En cuestión de segundos, el jovencito le gritó al
caballero que despertara porque se durmió con los ojos abiertos, el taxista se
cambió hacia el carril izquierdo, el pequeño auto tambaleó, pero no se volcó.
Se disculpó con el cliente y le contó que el cansancio
lo hizo dormirse sin darse cuenta.
Si el roquero no le avisa tendrían una muerte segura,
luego el pasajero le pagó los dos dólares y se bajó en la entrada de Arraiján.
Cuando Pretérito volteó para saludarlo, el
jovencito se desvaneció ante la sorpresa del conductor.
Al llegar a su casa, el taxista, en medio de un
diluvio en sus ojos le contó a la mujer que no estaba loco, no obstante, un ángel
bajó del cielo para que no se matara mientras viajaba en la carretera porque se
quedó dormido al conducir.
Fotografía cortesía del Ministerio de Obras Públicas de Panamá y archivo no relacionadas con el relato.