Juan Camilo Molina, laboraba como Contador Público Autorizado (CPA) en el Ministerio de Minas y Energía de Colombia, ubicado en el Centro Administrativo Nacional (CAN), de barrio Salitre, Bogotá.
Ganaba un salario de un poco más de 2 millones de
pesos colombianos, lo que equivaldría a mil 40 dólares aproximadamente para el 2010,
que es el año donde se desarrolla esta historia.
De baja estatura, blanco, ojos verdes, cabello negro,
obeso y con pronunciadas mejillas, sus compañeros de la oficina se preguntaban
lo que el caballero hacía para tener casi un ejército de mujeres detrás de él.
En los pasillos del ministerio decían que era un
chulo, un brujo, un vividor, que estaba robando dinero al fisco colombiano, que
era un prostituto de hombres y gran cantidad de rumores.
Juan Camilo Molina, tenía un Renault Grand Scenic,
color gris, con vidrios polarizados y en cuya parte trasera cayeron gran
cantidad de mujeres en el acto sexual.
Vivía en un apartamento en Suba, de dos recámaras, no
tenía hijos, nadie le conocía un hermano o primo, solamente sabían que era del
departamento de Casanare y se diplomó en la Universidad Nacional de Colombia.
Al ministerio llegó a trabajar Malena Varela, una cubana
de raza negra, de 25 años, alta, con escultural cuerpo, cabello rizado y
hermoso, además era economista, egresada de la Universidad de La Habana.
La dama era asesora del despacho superior y un día el
colombiano quedó loquito con la mujer y pensó que sería su próxima víctima.
Intentaba meterle plática hasta que hubo una reunión y
logró su objetivo, la invitó a almorzar cuando terminó el evento se fueron a la cafetería y acordaron tomarse unos tragos en el
apartamento del masculino.
Malena Varela no era ninguna pendeja, Cuba es la
tierra de todos los santos, babalaos, brujos, hechiceros, entre otras creencias
no cristianas.
Ya en el apartamento, la escultural cubana se dio
cuenta de que en unos de los tragos el caballero le agregó algo, se negó a
beberlo, agarró otro vaso y se sirvió ron Caldas sin hielo ni mezclador, porque
así se bebe en la isla.
Lo emborrachó y sin que se diera cuenta el varón, ella
le dio a ingerir el trago que él le preparó, luego el hombre se quedó dormido,
la mujer recorrió el apartamento, entró a uno de los cuartos y vio un altar.
Era un brujo.
Con el pasar del tiempo, Juan Camilo Molina fue
perdiendo peso, su cabello se caía, el carro se le dañó, no tenía dinero para
repararlo y fue despedido de su empleo por acosador sexual.
Terminó en las calles de barrio Kennedy durmiendo
entre los gamines (niños de la calle), los drogadictos y los ebrios.
Malena Varela se marchó a Miami, donde le ofrecieron un
trabajo en una empresa especuladora de capitales y atrás dejó al conquistador “vuelto
leña” porque el que a hierro mata a hierro muere.