Le robaron los huevos...

Manuel Delgado, era un empresario panameño, un oligarca de pura cepa, miembro del Partido Nacional de Panamá, pero donante de todos los candidatos presidenciales porque nunca ponía los huevos en una sola canasta.

Tenía negocios en bancos, inmobiliarias, financieras, terrenos, ganado, barcos pesqueros, transporte de carga, acciones en varias compañías, pactaba con todo lo que le producía ingresos, por lo que muchos decían que Manuel Delgado “fumaba bajo el agua”.

Como apostaba a los cuatro caballos ganadores, sus negocios crecían, trababa a cualquier pendejo que se atravesara en su camino, ya que tenía millones y poder, así que nunca lo investigaban o juzgaban.



Manuel Delgado tenía una preocupación porque los precios de los materiales de la construcción se disparaban, lo que generaba el alza de los precios y apartamentos y menos compradores.

Para el 2011, la migración masiva de venezolanos en Panamá era una realidad, estaban por todos los rincones del país, muchos trabajaban honradamente, sin embargo, otros venían hacer dinero “como sea”.

A la oficina del magnate, se presentaron tres chamos, identificados como Max Urdaneta, Alberto Ruiz y Efigenio Cardini, quienes venían en busca de socios panameños para un proyecto de edificar casas de material policloruro de vinilo (PVC) en todo Panamá.

La idea la tomaron del gobierno de su país porque había dado resultados, la ventaja era que los materiales eran baratos y una vivienda de 70 metros cuadrados se construía en una semana aproximadamente con la mano de obra de tres personas.

Los extranjeros le mostraron varios videos de la fase de construcción, costos y entrevistas a los compradores que elogiaban tener una vivienda digna, barata y que neutralizaba, tanto el frío como el calor.

Mario Delgado, le dijo que lo pensaría, investigó la página web, tenían una cuenta bancaria en Panamá, papeles en el Seguro Social y estaban registrados en la Dirección General de Ingresos (DGI).



Los citó, los tres llegaron en un flamante BMW, serie tres, color gris, del año 2010, lo que le intuyó al empresario que eran de fiar.

Pactaron que el istmeño daría cuatro millones de dólares, él entraría en la sociedad, transferiría el dinero y luego venía el resto porque ellos le presentaron varios títulos de propiedad de inmensas tierras.

Al mes de la transferencia, el caballero no tuvo noticias de los venezolanos, no respondían en celular, en las oficinas tampoco contestaban, decidió enviar un emisario, quien regresó con la mala noticia que el local estaba vacío.

Uno de los hombres más vivos de Panamá fue víctima de una estafa porque los foráneos, usaron identificación falsa, los títulos de propiedad eran alterados, retiraron el dinero y se marcharon del país.

Estaba cabreado, emputado y molesto, pero no tuvo más remedio que aceptar que le robaron los huevos al águila.

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