Terror en el banco

Cuando Mario y Marisol entraron al Banco de Fomento Agrario, ubicado en Betania, en la Ciudad de Panamá, nunca se imaginaron la película de terror que vivirían y los uniría.

Era un jueves 17 de agosto de 2000, él trabajaba como asistente de contabilidad en una empresa de automóviles y ella se ganaba el pan como recepcionista en una publicitaria.

Aproximadamente a las 9:30 a.m. entraron tres sujetos, con fusiles rusos AK-47, vestidos de negro, con pasamontañas, uno con acento colombiano, gritó que era un asalto y ordenó a los clientes se colocaran boca abajo en el piso.

Las cajeras aterradas alzaron sus manos, corrieron donde los clientes y los imitaron, mientras solamente se escuchaba los gritos de cloacas de los maleantes, quienes amenazaron con disparar en la cabeza si no obedecían.



Marisol y Mario, no se conocían, quedaron uno a lado del otro, él le decía en voz baja que mantuviera la calma, ella quería gritar, pero el hombre extendió su mano derecha para unirse a la de la mujer como si fuesen pareja.

Ambos eran de mediana estatura, cabello lacio, piel blanca, ojos pardos y delgados

Dos de los asaltantes eran altos y el otro pequeño, pero este último daba las órdenes para que sus compañeros sustrajeran el dinero de las cajas, luego pidió que llamaran al gerente de la sucursal.

El ejecutivo preñado de miedo, mientras le apuntaban en la cabeza con el fusil europeo, respondió que la apertura bóveda era automática y se abría a las once de mañana, ya que por seguridad se cambiaba el horario.

Un sonido de impacto, un golpe de culata en la cabeza del gerente, lo dejó tirado en el piso con un hilo de sangre.

Tres minutos después se escuchó el sonido de un megáfono de la Policía Nacional.



Daban instrucción a los asaltantes para que liberaran a los rehenes y salieran con las manos en alto, debido a que estaban rodeados, no había ruta de escape y nadie debía salir ileso.

El colombiano caminó a la puerta principal, abrió fuego y un plomazo de un francotirador impactó sobre su frente, lo que lo dejó muerto en el piso y la forma de la bala en el pasamontaña. Quedó tirado boca arriba y al lado el fusil.

Los demás maleantes se rindieron sin robar nada, los clientes y empleados del banco corrieron, Mario, de 30 años, le extendió la mano a Marisol para abandonar el local, la dama, de 25 años, no paraba de llorar.

Afuera él la abrazaba para consolarla, aunque nunca tuvo intención de conquista, si no fue solidaridad.

El resto de los asaltantes fueron detenidos, la pareja fue interrogada por la policía, ambos iban a cambiar un cheque de XIII mes (una bonificación en Panamá), pagado dos días antes.

Se hicieron compinches, con el tiempo Mario y Marisol se enamoraron, se casaron y vivieron una vida normal, como muchas parejas, sin imaginarse que unos minutos de terror los uniría hasta que la muerte los separara.

 


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