Por Michelina Rossi
Celeste Martínez,
es una viuda de ochenta años, de tez blanca y complexión
delgada, se encuentra
sola, triste y
acongojada por el reciente fallecimiento de su esposo Mario, su
compañero de tantos
años.
En medio de la soledad
y los recuerdos que la atormentan, Celeste empieza a
percibir sucesos extraños en su casa.
Ella, ha empezado
a sentir que
está perdiendo la
razón porque siente
la presencia del
que se fue en
cada rincón de
la casa, las cortinas
se mueven en
ausencia de la
brisa, el radio y el televisor se encienden solos, sin que los prenda alguna persona.
El chirrido de una puerta que se abre, como si sus bisagras estuvieran oxidadas, y el ruido que se oye al cerrarse.
La estela de la fragancia cítrica de la
Colonia 4711 invade
los rincones de
la vivienda cuando
la presencia de
Mario se hace
sentir cerca de ella.
Se apoderan de su mente atormentada los recuerdos del
vals de Johann Strauss, que
ella había bailado
en brazos de su
amado esposo el día de
su boda.
Ambos,
bellamente ataviados, bailando
al son de
esta melodiosa música
en un gran salón que
parecía sacado de
un palacio antiguo
austriaco.
Celeste, aún
no comprende lo
que está pasando
en su casa
y en su vida. En medio
de la noche
y en la mitad de una
pesadilla vivida, ella
empieza a temblar,
a sentir escalofríos
y a sudar
copiosamente.
Porque, además de la presencia de su esposo, ha empezado a sentir que se apoderan de su entorno unas entidades mal intencionadas y ahora está a punto de enloquecer porque esas apariciones malévolas ahora se dedican a mover mesas vasos, espejos y ella se siente impotente y más asustada ante tales manifestaciones.
Con voz entrecortada, les pregunta directamente quiénes
son ellos y que buscan
en mi casa.
Le contestan con voz fuerte y amenazante: “tienes
que salir pronto
de aquí porque nosotros estamos enterrados
debajo de tu
casa y tú estás profanando
nuestras tumbas”.
Los vecinos oyeron que la
anciana, sola, atormentada
y desquiciada, daba
gritos y alaridos como una persona
demente.
Tristemente, su deterioro fue
tal que la
llevó a terminar
sus días encerrada en una institución para enfermos mentales.
Triste el final de doña Celeste
ResponderBorrarRosella. Este relato es muy conmovedor y a la vez escalofriante. Esas presencias sí existen y se manifiestan a muchas personas. Felicitaciones y gracias por compartir. 👌😉👏👏👏🤗🤗🤗
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