El don Juan chichipati

Corría el año 1993, era febrero y venían los fabulosos carnavales en Las Tablas, Los Santos, donde el jolgorio se mezcla con el alcohol, las chicas hermosas en pantalones cortos, cabellos recogidos y vasos en las manos para beber.

Un grupo de seis masculinos arrendaron una vivienda en Nuevo México, en la capital santeña, con camas, sofás, nevera, una estufa y utensilios de cocina para preparar los alimentos.

“Tato”, “El Tigre”, “Cola de Perro”, “Huevo Frito”, “Concolón” y “Cantina al Hombro”, estaban felices porque pasarían cuatro días de farra, conocerían guiales nuevas, bailarían mucho y tomarían licor como soldados, tras ganar una batalla.

El viernes 19 de febrero, el primero que llegó a la casa fue “Cola de Perro”, luego “Huevo Frito”, quien se presentó con cuatro damas que no tenían dónde pernoctar durante las fiestas, mientras que el último que se apersonó fue “Tato” con su novia alemana, llamada Heidi Heinz.

Todos cargaron para Chitré, Herrera, en los carnavales de la barraquera con cerveza y ron, donde gozaron hasta quedar ebrios y se mojaron en los famosos culecos nocturnos.



El sábado de carnaval tableño, “Cantina al Hombro”, trajo cinco estudiantes de enfermería, damas que buscaban asilo temporal, así que ninguno de los caballeros rechazó a las preciosas universitarias.

Ninguna de las mujeres cocinaba porque argumentaban que viajaron a festejar, no para agarrar platos, cortar carnes o pollo y sentir el calor, así que la gastronomía quedó en manos de “Tato” y “Cola de Perro”.

El domingo de carnaval, "Huevo Frito" estaba tan borracho que perdió la cartera con 200 dólares, limpio, sin un centavo, sin documentos, pero eso no le robó el sueño porque sus amigos hicieron una colecta de 250 dólares.

Esa tarde, todos se fueron a dormir tras los culecos, menos “El Tigre” y “Concolón”, quienes decidieron “chupar” güisqui a montón en El Praga, aunque para la noche “El Tigre” se encontraba mal, con taquicardia y obvio que afectado por el exceso de alcohol.

Por las noches, se turnaban las rondas de pintas, a 75 centavos la cerveza para 17 personas que conformaban la delegación de chuposos, el costo era de 12.75 dólares, así que la cartera debía estar bien forrada en dinero.

El lunes de carnaval, en Punta de Fogón, “Cantina al Hombro” se quedó solo porque las universitarias fueron recogidas por otros varones, principalmente la más bella o María, de piel canela, pocotona, cabello negro, largo y ojos pardos. “Cola de Perro” la conquistó.



“Cantina al Hombro” lo tomo de buen humor, no se molestaba y solamente reía cuando todos coreaban: “nadie es de nadie”.

La germana sorprendida por el tumulto de personas bajo los efectos del alcohol, parejas comiéndose a besos, policías alertas para evitar peleas, la música a un volumen incontrolable y las vulgaridades de los Dj, eran la característica de las fiestas.

El lunes de carnaval lo tomaron con más calma, pero la novia de “Tato” al ver tanta gente borracha decidió hacer lo mismo y cayó en un charco de lodo que ni levantarse podía.

Cuatro días de farra, bebiendo en la mañana, tardes y la noche, con varias aristas nuevas parejas, nuevos matrimonios y nuevos rompimientos de relaciones.

Decidieron retornar el martes de carnaval a las 9:00 a.m. porque ya era suficiente y mientras se despedían le coreaban a “Cantina al Hombro” que nadie era de nadie.

El grupo dejó la casa destruida, el inodoro tapado, la manguera del tanque de gas obstruida y los muebles dañados.

Una resaca de madre fue lo llevaron a la ciudad de Panamá, ese febrero de 1993, en la que un caballero fue el don Juan chichipati del carnaval.

 

'La literatura nos da el poder de transformar': Aileen Brown

Le encanta la lectura y escribir, es economista y le gustaría hacer literatura infantil, facetas descubiertas por las respuestas de la escritora panameña Aileen Brown, quien accedió a una entrevista con el portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte”.

La literata cuenta sus inicios, su formación y cómo nace el amor por las letras, en el interesante diálogo con este portal.

¿Quién es Aileen Brown? Explique su mini biografía.

Es una panameña, licenciada en Economía, por la Universidad de Panamá.

Está incluida en distintas antologías aparecidas en 2021: “Consumación de Eros. Antología del cuento erótico en Panamá”, “Ofertorio: Secuencias y Consecuencias. 

Antología de mujeres cuentistas de Panamá:  Siglo XXI” (ambas en Foro/taller Sagitario Ediciones), y Antología del Bicentenario de Centroamérica (Ayame editorial).

En ese mismo año publica, junto a la escritora Melissa Sánchez Salazar, el libro “Revelaciones” (Foro/taller Sagitario Ediciones).   Es egresada en el 2017 del primer Programa de Formación de Escritores (Profe) del antiguo Instituto Nacional de Cultura (Inac), actual Ministerio de Cultura, categoría cuento; en años posteriores: cursó ahí novela, escritura creativa y poesía.

Participó en el taller de cuento avanzado del escritor Enrique Jaramillo Levi.  Actualmente, se desempeña en el área de estudios económicos en el sector público.



¿Cómo nace su pasión por la literatura?

Creo que nace de una serie de hechos en mi vida.  Empezando cuando de niña me encantaba escuchar las historias de mi abuela acerca de Darién y de gente tan pintoresca que casi lograba verlas en mi mente. Era como ir armando personajes.  Eso alimentó mucho mi creatividad.

Luego, estando en la escuela primaria, me enganché a las historias cortas del libro “Narraciones panameñas”, y allí despertó la lectora.

Es en el año 2017, cuando entré a los talleres de formación para escritores (Profe), del Ministerio de Cultura (Inac para ese entonces) y, bueno, lo que pensé que duraría aproximadamente tres meses, ahora no tiene fecha de culminación. Mientras más aprendo, más leo y más escribo, más deseo continuar.

¿Háblenos de su obra más importante?

Hasta el momento, diría que mi obra más importante es “Revelaciones”, que en realidad son dos libros en uno, una colección de cuentos que publiqué junto a la escritora  Melissa Sánchez Salazar.  Este libro cuenta con un total de 46 cuentos. Está dividido en dos grandes secciones (con 23 cuentos en cada una).

Para mí es el más importante porque representa un paso adelante en mi avance como escritora.  Es un libro que no solo recopila cuentos, sino el resultado de muchísimas horas de talleres (de diversos géneros), clases, tertulias literarias y trabajo.

¿En qué se basó para escribir sus obras?

Como decía Cortázar, una triple experiencia “leer, escribir y vivir”. Mis historias se basan en la mezcla de lo que me ha dado la lectura, la escritura (incluyendo a las personas que he conocido gracias a ella) y la vida misma, día con día.



¿Cuál es su público lector?

Por ahora, no es para un público infantil. Del resto no hay límites. Todo el que desee llevarse una sorpresa, un giro inesperado o un motivo para reflexionar es bienvenido. Siempre que tenga en cuenta que no todos los cuentos son de hadas.

 ¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

Leo de todo, pero me gusta mucho la brevedad de los cuentos y las novelas cortas.  Dicen que no es fácil decir mucho en poco espacio, pero yo siempre he sido de pocas palabras al hablar. Tal vez por eso me atrae el poder de la síntesis.

¿Cuál es el género literario más leído en Panamá para usted? Explique. 

Considero que el género más leído en Panamá es la novela.  Basando mi respuesta en lo que he podido observar en distintos grupos de lectura. Pero el cuento y la poesía se están abriendo camino entre los lectores.

¿Qué opina del mercado literario panameño?

Es un mercado pequeño y difícil. Le toca al escritor independiente navegar en él con mucho ingenio y perseverancia.

Explique el camino del escritor independiente.

Es un camino pedregoso; pero no intransitable. Requiere de arduo trabajo y de cumplir múltiples funciones si no se cuenta con el capital suficiente para pagar por algunas de ellas.

Un escritor independiente debe saber un poco de todo, en torno a la publicación de un libro, y estar en constante formación.  Pero, el poder de decisión y la satisfacción final lo valen.



¿Es escritora de mapa o de brújula?

Confieso que no tengo un método específico al escribir. A veces brújula, porque algunos cuentos salen como si una vocecita te los fuese susurrando al oído. Otras veces mapa, que es la forma que considero más divertida, porque es un juego de armar y desarmar piezas en la historia hasta que esté lista para escribirla.  

¿En qué ocupa sus ratos libres?

Leer es infaltable. Un escritor que no lea, no creo que realmente lo sea.  También me gusta mucho el cine, sobre todo de suspenso, y pasear; siempre hace falta el contacto con la naturaleza.

¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

Me gustaría llegar a publicar un libro infantil. Los niños son el semillero de futuros grandes lectores y escritores.

También estoy iniciando los trabajos de una novela corta que verá la luz cuando sea digna, no importa el tiempo que tome. No hay prisa.

¿Qué tiene que decir a los escritores anónimos con miedo de publicar obras?

Siempre digo que la literatura nos da el poder de transformar nuestros peores miedos en belleza a través de las palabras.  Entonces, sería un desperdicio no aprovecharlo. Por supuesto, teniendo en cuenta la responsabilidad de leer, formarse y  contar con asesoría profesional de un buen editor antes de publicar para entregar al lector un producto de calidad.

Amor a la mexicana

 Xotchil Lizalde, llegó a trabajar al centro de llamadas de una empresa de telefonía móvil en Panamá, por recomendación de su tío, una accionista de la compañía mexicana Telefonía Azteca (Telaz) y la pusieron a laborar desde abajo como una operadora más.

En ningún momento podía revelar que era heredera de parte del consorcio, ni decir que su papá poseía el 25% de las acciones de la transnacional, ya que fue enviada al istmo como castigo por su indisciplina.

La mexicana tuvo dos abortos, estuvo detenida en una ocasión por posesión de marihuana y le suspendieron la licencia por conducir borracha, así que le dieron un escarmiento para que aprendiera.

En realidad, Xotchil Lizalde era una pobre niña rica, con padres siempre ausentes en casa, cuidada por una criada desde los dos años, mimada, malcriada, pero una excelente guitarrista.

Llevaba tres meses en el istmo, con turnos rotativos, era blanca, pelinegra, delgada, ojos profundamente hermosos y oscuros, además de su acento charro que cautivaba, sin embargo, no le paraba bola a ningún varón.



Residía en un cuarto de hospedaje en urbanización Obarrio con unas chicas venezolanas y una española, por lo que caminaba para ir al trabajo porque su centro laboral estaba cerca de donde pernoctaba.

Todo ese tiempo evitó consumir alcohol y drogas e iba de viento en popa en su proceso de recuperación, mientras que el tiempo del castigo era hasta que cambiara su modus vivendi.

A los cinco meses de estar la mexicana en Panamá, entró a trabajar al centro de llamadas, un caballero identificado como Julián Bárcenas, de raza negra, alto, musculoso, vivía con su madre y dos hermanos en Río Abajo.

Julián Bárcenas estaba en proceso de la tesis de arquitectura, tenía 25 años y laboraba desde los 20 años para ayudar a la manutención de sus dos hermanos, bebía ocasionalmente cerveza, no fumaba ni consumía drogas.

La extranjera se la montó de una vez a Julián porque era el único que no la piropeaba, ni a ella ni a otra chica de las instalaciones de la empresa porque su madre era demasiado posesiva.

Si su hijo mayor se casaba, obviamente se iría de la casa y perdería una fuente de ingresos que difícilmente encontraría en otra parte, debido a que la mayoría de los hombres no quieren cargar responsabilidad ajena, así que un novio o esposo nuevo ni pensarlo.

Xotchil Lizalde, le tiraba indirectas, lo “torcía los ojos” y bajito le decía al oído “negro de mierda”, aunque en el fondo se moría porque el caballero le diera un beso.



En la empresa había un hombre llamado Alberto Ramírez, blanco, alto cabello negro, ojos pardos y enamorado locamente de la mexicana, no obstante, ni lo determinaba.

También en el fondo Julián Bárcenas le gustaba Xotchil Lizalde, aunque prefería mantener sus sentimientos ocultos porque ya sabía que la fémina rechazaba a todos los caballeros que la cortejaba, además creía que lo odiaba por ser negro.

Pasaron seis meses desde su instalación en el istmo, Alberto Ramírez, cabreado en su orgullo de hombre, consiguió un revólver 38, se lo llevó a la empresa y cuando se encontró con la charra la gritó que, si no era para él, tampoco sería para otro varón.

Momentos de tensión, lo intentaron calmar, pero Alberto Ramírez, con lágrimas en los ojos y la mano derecha temblorosa sostenía el arma, intervino Julián Bárcenas, se colocó delante de Xotchil Lizalde, el otro caballero disparó e impactó sobre el hombro izquierdo de Julián Bárcenas.

Al ver a su compañero en el suelo herido, Alberto Ramírez, tiró el arma y huyó, sin embargo, fue capturado por miembros de la seguridad de la empresa y entregado a la policía.

En el hospital Santo Tomás, la mexicana lloró, agradeció al varón por su valentía en salvar su vida, le ofreció disculpas por el maltrato hacia él y le confesó que en realidad lo amaba y por eso actuaba tan infantil porque no aceptaba estar enamorada.

Julián Bárcenas respondió que actuó solamente por amor, ya que tenía un sentimiento oculto y jamás pensó decirle.

La herida no fue mayor, la bala entró y salió, le dieron de alta en el nosocomio y desde ese momento se hicieron inseparables.

Xotchil Lizalde le contó toda su historia a su novio, él sorprendido de conocer la vida de su pareja, la amó más, decidieron legalizar su relación en un juzgado, vivir juntos, mientras que la suegra  de la operadora no tuvo otra opción que aceptar el matrimonio porque los hijos son prestados.

Ese fue el amor a la mexicana del laopecillo de Río Abajo, Julián Bárcenas.

 

Katherine Luengo, una caja de sorpresas

 

Nació en Venezuela, pero vivió España, Nigeria y ahora en Panamá, la escritora Katherine Luengo, concedió una entrevista al portal “Fígaro Ábrego, el escritor de Vacamonte”.

Allí nos cuenta toda su experiencia, sus inicios y su desarrollo en el mundo literario, por lo que no debe perderse el fabuloso diálogo con la abogada y literata.

¿Quién es Katherine Luengo? Explique su mini biografía. 

Katherine Cristina Luengo Hernández, nació en Caracas, Venezuela, el día 12 de agosto de 1994, y allí vivió los primeros 7 años de vida. Hija mayor de Irma F. Hernández M, de profesión diplomática, y de Ricardo E. Luengo L, de profesión comerciante. 

A los 8 años, transfieren a su madre a la Embajada de Venezuela en España. Allí vivió hasta mediados del año escolar de cuarto grado de primaria, cuando se regresan a Venezuela.

En España, le nace el amor por la lectura gracias a una profesora del colegio, quien mandaba a todos sus alumnos a leer un libro por semana. 



Cuando tiene 14 años, transfieren a su madre a Nigeria. Ese cambio significó mucho para Katherine porque conoció una realidad muy diferente, lo que la hizo mucho más empática, solidaria y a su modo de ver: mejor persona.

Casi cumpliendo 16 años, transfieren a su madre a Venezuela, nuevamente. 

Una vez en Venezuela, cursando el cuarto año de secundaria, llega a un nuevo colegio. En quinto año, se cambia a su último colegio, para así graduarse. En el año 2011 culmina la secundaria y empieza a estudiar Derecho.

En el año 2013, Katherine decide mudarse a Panamá y retoma la universidad. 

En el año 2018 se graduó como licenciada en Derecho y Ciencias Políticas, con Mención Cum Laude, de la Universidad Católica Santa María La Antigua en Panamá (USMA). Actualmente, está estudiando un MBA con énfasis en Finanzas, en la Universidad Interamericana de Panamá. 

Ha trabajado en firmas de abogados, como también se ha destacado en el aspecto financiero y comercial. 

En el año 2020, Katherine, termina de escribir la novela “La que un día fui”, pero no es hasta abril 2021 que sale publicada oficialmente por la Editorial “Caligrama”, siendo la novela que la da a conocer como escritora.

Ahora ya cuenta con la segunda novela culminada, a poco tiempo de salir oficialmente a la venta, y está trabajando en la tercera novela.

¿Cómo nace su pasión por la literatura?

Nació mi pasión por la lectura cuando tenía aproximadamente 8 años, por mi maestra de tercer grado de primaria.  

Esta maestra tenía una mecánica muy especial para las clases de castellano: Todos los alumnos debían leerse un libro designado por la profesora y tenían una semana para leerlo y así presentar una “prueba de lectura” en la clase siguiente. 

Yo siempre veía que me asignaban un libro pequeño o una novela con apenas 5 páginas o 10 páginas, y a mis amigas les daban uno mucho más grande y con más palabras. Cuando noté eso, le pregunté a la profesora por qué me daba un libro tan pequeño y ella me respondió: 

—Luengo, querida. No es que no te quiera dar un libro más grande, es que yo no puedo evaluarte igual que a los demás. A cada alumno se le evalúa la comprensión lectora, en proporción a su capacidad de lectura. Tú lees muy bien, pero un poco lento y si te doy un libro grande, no te lo terminarás para la próxima clase.

La profesora me miró con cara de ternura, pero ¡Me molesté muchísimo!

Sentía que me había dicho incapaz o que no estaba a la altura de los demás. Así que, dada la respuesta de la maestra, le contesté que no debía elegir por mí, porque me parecía injusto, así que le pedí probar con un libro más grande, haciéndole saber que, si reprobaba la prueba de comprensión lectora, por no haberlo leído completo, asumiría que debía leer algo más pequeño que los demás, para la próxima semana.

La maestra, al ver mi respuesta, me dio a escoger entre varios libros de la biblioteca para que me “probara a mí misma”, pero conscientemente, dada la edad que tenía. 

Ese primer libro, que era de una niña con poderes mágicos que salvaba al mundo, me costó terminarlo. Dado que ciertamente leía lento, por lo que debía leer siempre que podía. No veía televisión, no me permitía jugar, leía mientras comía, me acostaba leyendo… No paraba de leer, solo para demostrarle a mi profesora que si podía.

Efectivamente, terminé el primer libro y aprobé la prueba de comprensión lectora, aunque el estrés y la exigencia que me impuse, me dejó agotada. 

A partir de ese día, siempre escogí mis novelas y la profesora no me reclamaba nada. Con los meses, empecé a leer por puro placer. 

Antes de esa profesora, nunca había leído más que una o dos páginas, así que siempre se lo agradeceré. 

¿Háblenos de su obra más importante?

Por el momento es la novela: "La que un día fui". 

Una hermosa y valiente mujer italiana es víctima de circunstancias históricas que la hacen tomar decisiones muy difíciles para sobrevivir en una de las épocas más extremistas y crueles de la humanidad.  

Leticia, la protagonista, está decidida a luchar en contra de la realidad fascista que invade su país, donde será víctima de un amor prohibido que no desea que le arrebaten, de un nazismo que amenaza con acabar con lo que más ama en la vida y de una traición que le pesará para siempre.

“La que un día fui” nos demuestra cómo una persona vive sin resignarse, lo que puede ser capaz, una mujer por amor, lo que un padre puede hacer cegado por el fanatismo político, lo que ser judío significa en la Rusia zarista y en la Italia fascista, y como las guerras no solo arrebatan vidas, sino la esperanza de los pueblos. 

La novela “La que un día fui” está inundada de prejuicios, violencia, aventuras, frustración juvenil, matrimonios forzados, conflictos por cultura, violencia de género, amor, religión, valores cuestionados, perjuicios y un sentido de justicia que hará que la protagonista arriesgue lo más sagrado que tiene… ¿Valdrá la pena?


La historia ahonda en cuestiones como las relaciones padres-hijo, hermano menor-hermana mayor, el matrimonio, violencia sexual, la amistad, el amor, la sexualidad, la justicia, los remordimientos, la soledad y los valores que cada uno tenemos en nuestras mentes y corazones. Desde la narración en primera persona de Leticia, la protagonista, se narra cómo cada movimiento, pensamiento y circunstancia, fue determinando su personalidad y cómo a veces ser fuerte, amorosa y ética, es la única opción para mantenerse cuerda y mentalmente tranquila.



¿En qué se basó para escribir sus obras?

Hice mucho trabajo de investigación para poder apegarme lo más posible a la realidad de Italia en esos años, leí desde discursos de Mussolini, como también leí muchos artículos, libros de historia y testimonios de mujeres que vivieron esos años en Italia. 

Yo soy apasionada por las novelas históricas, pero que se narran de manera fluida y sin el toque de "libro académico", y al momento de plantearme hacer la novela, quise escribir lo que, a mí como lectora, me gustaría leer. 

¿Cuál es su público lector?

Con la primera novela mi público objetivo se ha centrado mucho en un target joven femenino entre los 15 y 35 años.

Si bien se ha vendido al género masculino y de diversas edades, el empoderamiento femenino y el sentido de empatía que ha generado en el público femenino, no se puede comparar, dado que se encuentran identificadas de alguna u otra manera. 

Tengo un público que, además de consumir novelas como de Megan Maxwell, Julia Navarro, Isabel Allende o María Dueñas, o series de suspenso y romance, en el campo de la literatura, está interesado en ver personajes femeninos fuertes, pero a la vez humanos, con debilidades y fortalezas, y que busca ese toque personal de autor y originalidad en el estilo narrativo y trama.

¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

Prefiero el género de novelas históricas con suspenso, drama y romance. 

Me encanta escribir en un contexto histórico específico, pero dar a conocer, a través de mis personajes, las problemáticas sociales que había en esos años y en la actualidad.  Mis novelas están muy guiadas a un sentido social. 



¿Cuál es el género literario más leído en Panamá para usted? Explique.

En Panamá me parece que se lee mucho el género de romance y fantasía. Es lo que he podido ver en librerías y actividades, pero no he hecho un estudio al respecto, por lo tanto, puede que no esté apegada a la realidad mi observación. 

¿Qué opina del mercado literario panameño?

Me parece que es un mercado medio, es decir, no se lee en demasía como en Colombia o España, pero si hay público lector interesado en las obras que salen al mercado.

El tema principal y que es parecido en todos los países y regiones, es que se necesita hacer un gran trabajo de mercadeo para dar a conocer las obras y así llegar al público. 

Los tiempos van cambiando y los lectores también, por lo tanto, es importante que también nosotros, como escritores, nos mantengamos actualizados en las tendencias.

Por ejemplo, los audiolibros están repuntando cada vez más y si queremos llegarle a todo el público posible, debemos adaptarnos a esas realidades. 


Explique el camino del escritor independiente.

Es un camino hermoso, solitario, creativo y retador. 

Una vez que me introduje en este camino, me di cuenta de que debía sacar todas mis habilidades verbales, de comunicación y de proyección porque nadie nos conoce cuando sacamos una obra y eso es algo que debemos entender todos los escritores independientes.

Es nuestro deber darnos a conocer, hablar, participar en actividades, sacar nuestra cara al público y crear comunidades de lectores. 

¿Qué es retador? Sí, pero si deseamos triunfar en este mundo literario, debemos hacerlo. 

¿Es escritora de mapa o de brújula?

De brújula casi 100%. Parto de la idea del personaje y situación central que quiero hablar y a partir de allí voy escribiendo todo. 

¿En qué ocupa sus ratos libres?

A leer mayormente.  Me encanta también escribir, trotar por las mañanas temprano y comer en distintos sitios. 

¿Cuáles son sus proyectos literarios a futuro?

Tengo la segunda novela lista y pronto debería salir a la venta. Estoy muy emocionada por esa segunda novela porque toca temas sumamente emocionantes como la trata de blancas, esclavitud, diferencias culturales, religión, tribus... 

 Actualmente estoy escribiendo dos libros: Uno es de superación personal, acercándose más a mi historia personal y el otro es una novela que me encanta también. Espero que ambos los pueda finalizar antes de octubre del presente año. 

¿Qué tiene que decir a los escritores anónimos con miedo de publicar obras?

¡Qué lo hagan! No saben si son buenos escritores, si no salen al ruedo. Eso sí, procuren tener una obra bien trabajada, es decir, sin faltas de ortografía, bien estructurada, con ideas claras y de fácil comprensión. Ya una vez teniendo eso, aventúrate a publicar tu obra. 

Una vez se publica la primera, el miedo desaparece. 


El metro de Nueva York

Mercedes Stanley llevaba ya cuatro meses en Nueva York, residía en un apartamento de una recámara en el Bronx, en un edificio destartalado, con un inodoro de cuchitril, lleno de ratas y cucarachas, pero no importaba porque ella estaba en la Babel de Hierro.

Aunque no tenía papeles de residente, utilizaba una tarjeta verde, número de seguro social y licencia de conducir falsificada, debido a que era el año 2003 y la tecnología aún no usaba el sistema E-Verify o el verificador de identidad.

Laboraba dos días a la semana en un supermercado acomodando alimentos, otros dos en el mercado descargando pescado y una jornada en un restaurante lavando rascacielos de platos.

Su gran sueño era, como muchos migrantes domésticos de EEUU y extranjeros, ser millonarios, convencido de que podían triunfar porque eso era lo que proyectaban las películas de Hollywood.

El barrio donde vivía la panameña, era un nido de maleantes, extranjeros, campesinos estadounidenses pobres de otros estados, plagado en pandillas, armas de fuego, gente trabajadora y futuros profesionales que daban su cuota de sacrificio para salir adelante.



La istmeña se llevó la gran sorpresa porque su sueño no era lo que vio en las producciones cinematográficas, por el contrario, era necesario trabajar como burro y más burro para tener algo.

Para comprar una casa debía ahorrar mucho dinero, ya que el banco pedía el 30% de abono inicial y una vivienda de 500,000 dólares exigía 150,000 grandes para aprobar el préstamo.

El asunto de impuestos era otro, no tenía dependientes en Nueva York, así que el tío Sam le quitaba aproximadamente mil 500 dólares mensuales para mantener la burocracia, eso, aparte de los gravámenes estatales.

Por otra parte, pagaba impuestos si mantenía una cuenta en el banco, así que al final decidió cerrar su cuenta y hacer todo con efectivo, práctica que realizaban numerosos inmigrantes foráneos en Estados Unidos.

Todo iba bien, hasta que la dama de 23 años, blanca, ojos y cabello negro, de mediana estatura, oriunda de Chiriquí, conoció a James Sullivan, un estadounidense campesino, oriundo de Dakota del Norte, quien se fue a Nueva York con el sueño de hacerse rico.

Rubio, alto, de ojos azules, atlético, laboraba en un restaurante de trabajador manual, sin embargo, como era norteamericano argumentaba, que eso no era para él sino una labor que debían hacer los extranjeros.

Se juntó con una pandilla de irlandeses, dedicados al contrabando, venta de drogas, sobornos a comerciantes y otro tipo de delitos.



James Sullivan paseaba con su novia panameña, se la llevaba a lujosos restaurantes, a la Isla de Coney, el gran Manhattan y otras zonas donde los neoyorkinos pobres no pueden costear por su elevado precio.

Le prometió sacarla de la pocilga donde vivía para alquilarle una residencia en Queens, en la parte de clase media alta.

No obstante, dos semanas antes de rentar el apartamento, la pareja tomó el metro con destino al Alto Manhattan para cenar, cuando antes de llegar a una estación, un hombre blanco, sacó de su abrigo un arma de fuego y le pegó cuatro tiros a la pareja de la chiricana.

Por andar en negocios sucios, James Sullivan fue ultimado por narcotraficantes rusos que perdieron un cargamento de marihuana y lo acusaron a él de robar la droga.

El asesino se bajó de la estación, mientras que la novia de la víctima quedó congelada del susto, no se movía, hasta que un puertorriqueño le comentó que se marchara porque la policía le haría preguntas.

A los cuatro días del asesinato de su novio, Mercedes Stanley aterrizaba en el aeropuerto internacional de Tocumen, aún asustada por el suceso del metro de Nueva York.

La película que ella creó fue una fantasía porque no todos tienen la misma oportunidad o suerte, mucho más cuando se debe conocer que el séptimo arte solamente es para entretenimiento, aunque numerosas veces se usa para “lavar” el cerebro.