Corría el año 1993, era febrero y venían los fabulosos carnavales en Las Tablas, Los Santos, donde el jolgorio se mezcla con el alcohol, las chicas hermosas en pantalones cortos, cabellos recogidos y vasos en las manos para beber.
Un grupo de seis masculinos arrendaron una vivienda en
Nuevo México, en la capital santeña, con camas, sofás, nevera, una estufa y utensilios
de cocina para preparar los alimentos.
“Tato”, “El Tigre”, “Cola de Perro”, “Huevo Frito”, “Concolón”
y “Cantina al Hombro”, estaban felices porque pasarían cuatro días de farra,
conocerían guiales nuevas, bailarían mucho y tomarían licor como soldados, tras
ganar una batalla.
El viernes 19 de febrero, el primero que llegó a la
casa fue “Cola de Perro”, luego “Huevo Frito”, quien se presentó con cuatro
damas que no tenían dónde pernoctar durante las fiestas, mientras que el último
que se apersonó fue “Tato” con su novia alemana, llamada Heidi Heinz.
Todos cargaron para Chitré, Herrera, en los carnavales
de la barraquera con cerveza y ron, donde gozaron hasta quedar ebrios y se
mojaron en los famosos culecos nocturnos.
El sábado de carnaval tableño, “Cantina al Hombro”, trajo cinco
estudiantes de enfermería, damas que buscaban asilo temporal,
así que ninguno de los caballeros rechazó a las preciosas universitarias.
Ninguna de las mujeres cocinaba porque argumentaban
que viajaron a festejar, no para agarrar platos, cortar carnes o pollo y sentir
el calor, así que la gastronomía quedó en manos de “Tato” y “Cola de Perro”.
El domingo de carnaval, "Huevo Frito" estaba tan
borracho que perdió la cartera con 200 dólares, limpio, sin un centavo, sin
documentos, pero eso no le robó el sueño porque sus amigos hicieron una colecta
de 250 dólares.
Esa tarde, todos se fueron a dormir tras los culecos,
menos “El Tigre” y “Concolón”, quienes decidieron “chupar” güisqui a montón en
El Praga, aunque para la noche “El Tigre” se encontraba mal, con taquicardia y
obvio que afectado por el exceso de alcohol.
Por las noches, se turnaban las rondas de pintas, a 75
centavos la cerveza para 17 personas que conformaban la delegación de chuposos,
el costo era de 12.75 dólares, así que la cartera debía estar bien forrada en
dinero.
El lunes de carnaval, en Punta de Fogón, “Cantina al Hombro”
se quedó solo porque las universitarias fueron recogidas por otros varones,
principalmente la más bella o María, de piel canela, pocotona, cabello negro,
largo y ojos pardos. “Cola de Perro” la conquistó.
“Cantina al Hombro” lo tomo de buen humor, no se molestaba y
solamente reía cuando todos coreaban: “nadie es de nadie”.
La germana sorprendida por el tumulto de personas bajo
los efectos del alcohol, parejas comiéndose a besos, policías alertas para
evitar peleas, la música a un volumen incontrolable y las vulgaridades de los
Dj, eran la característica de las fiestas.
El lunes de carnaval lo tomaron con más calma, pero la
novia de “Tato” al ver tanta gente borracha decidió hacer lo mismo y cayó en un
charco de lodo que ni levantarse podía.
Cuatro días de farra, bebiendo en la mañana, tardes y
la noche, con varias aristas nuevas parejas, nuevos matrimonios y nuevos
rompimientos de relaciones.
Decidieron retornar el martes de carnaval a las 9:00
a.m. porque ya era suficiente y mientras se despedían le coreaban a “Cantina al Hombro” que nadie era de nadie.
El grupo dejó la casa destruida, el inodoro tapado, la
manguera del tanque de gas obstruida y los muebles dañados.
Una resaca de madre fue lo llevaron a la ciudad de Panamá,
ese febrero de 1993, en la que un caballero fue el don Juan chichipati del carnaval.
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