Amor a la mexicana

 Xotchil Lizalde, llegó a trabajar al centro de llamadas de una empresa de telefonía móvil en Panamá, por recomendación de su tío, una accionista de la compañía mexicana Telefonía Azteca (Telaz) y la pusieron a laborar desde abajo como una operadora más.

En ningún momento podía revelar que era heredera de parte del consorcio, ni decir que su papá poseía el 25% de las acciones de la transnacional, ya que fue enviada al istmo como castigo por su indisciplina.

La mexicana tuvo dos abortos, estuvo detenida en una ocasión por posesión de marihuana y le suspendieron la licencia por conducir borracha, así que le dieron un escarmiento para que aprendiera.

En realidad, Xotchil Lizalde era una pobre niña rica, con padres siempre ausentes en casa, cuidada por una criada desde los dos años, mimada, malcriada, pero una excelente guitarrista.

Llevaba tres meses en el istmo, con turnos rotativos, era blanca, pelinegra, delgada, ojos profundamente hermosos y oscuros, además de su acento charro que cautivaba, sin embargo, no le paraba bola a ningún varón.



Residía en un cuarto de hospedaje en urbanización Obarrio con unas chicas venezolanas y una española, por lo que caminaba para ir al trabajo porque su centro laboral estaba cerca de donde pernoctaba.

Todo ese tiempo evitó consumir alcohol y drogas e iba de viento en popa en su proceso de recuperación, mientras que el tiempo del castigo era hasta que cambiara su modus vivendi.

A los cinco meses de estar la mexicana en Panamá, entró a trabajar al centro de llamadas, un caballero identificado como Julián Bárcenas, de raza negra, alto, musculoso, vivía con su madre y dos hermanos en Río Abajo.

Julián Bárcenas estaba en proceso de la tesis de arquitectura, tenía 25 años y laboraba desde los 20 años para ayudar a la manutención de sus dos hermanos, bebía ocasionalmente cerveza, no fumaba ni consumía drogas.

La extranjera se la montó de una vez a Julián porque era el único que no la piropeaba, ni a ella ni a otra chica de las instalaciones de la empresa porque su madre era demasiado posesiva.

Si su hijo mayor se casaba, obviamente se iría de la casa y perdería una fuente de ingresos que difícilmente encontraría en otra parte, debido a que la mayoría de los hombres no quieren cargar responsabilidad ajena, así que un novio o esposo nuevo ni pensarlo.

Xotchil Lizalde, le tiraba indirectas, lo “torcía los ojos” y bajito le decía al oído “negro de mierda”, aunque en el fondo se moría porque el caballero le diera un beso.



En la empresa había un hombre llamado Alberto Ramírez, blanco, alto cabello negro, ojos pardos y enamorado locamente de la mexicana, no obstante, ni lo determinaba.

También en el fondo Julián Bárcenas le gustaba Xotchil Lizalde, aunque prefería mantener sus sentimientos ocultos porque ya sabía que la fémina rechazaba a todos los caballeros que la cortejaba, además creía que lo odiaba por ser negro.

Pasaron seis meses desde su instalación en el istmo, Alberto Ramírez, cabreado en su orgullo de hombre, consiguió un revólver 38, se lo llevó a la empresa y cuando se encontró con la charra la gritó que, si no era para él, tampoco sería para otro varón.

Momentos de tensión, lo intentaron calmar, pero Alberto Ramírez, con lágrimas en los ojos y la mano derecha temblorosa sostenía el arma, intervino Julián Bárcenas, se colocó delante de Xotchil Lizalde, el otro caballero disparó e impactó sobre el hombro izquierdo de Julián Bárcenas.

Al ver a su compañero en el suelo herido, Alberto Ramírez, tiró el arma y huyó, sin embargo, fue capturado por miembros de la seguridad de la empresa y entregado a la policía.

En el hospital Santo Tomás, la mexicana lloró, agradeció al varón por su valentía en salvar su vida, le ofreció disculpas por el maltrato hacia él y le confesó que en realidad lo amaba y por eso actuaba tan infantil porque no aceptaba estar enamorada.

Julián Bárcenas respondió que actuó solamente por amor, ya que tenía un sentimiento oculto y jamás pensó decirle.

La herida no fue mayor, la bala entró y salió, le dieron de alta en el nosocomio y desde ese momento se hicieron inseparables.

Xotchil Lizalde le contó toda su historia a su novio, él sorprendido de conocer la vida de su pareja, la amó más, decidieron legalizar su relación en un juzgado, vivir juntos, mientras que la suegra  de la operadora no tuvo otra opción que aceptar el matrimonio porque los hijos son prestados.

Ese fue el amor a la mexicana del laopecillo de Río Abajo, Julián Bárcenas.

 

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