No todo lo que brilla es oro

Laura y Wilfredo llevaban casi ocho meses de relación a través de varias redes sociales como WhatsApp, Instagram, Tiktok y Snapchat, luego de coincidir en una transmisión en directo para conocer parejas.

Ella con cuarenta y cinco abriles y dos hijos, mientras que el romeo contaba con cincuenta y dos años, además padre de un varón casi de tres décadas.

A diario los enamorados conversaban solo en las noches sobre diversas situaciones que atraviesan los divorciados como el trabajo, pésimos salarios, estirar el dinero, la educación de los descendientes y otras aristas.



Laura era secretaria en la Dirección Regional del Ministerio de Salud en Penonomé, la capital de la provincia de Coclé y su pareja ganaba su sustento como vendedor en una tienda de lujo en Paitilla.

Con el correr del tiempo las pláticas se tornaban picantes y calientes por el calibre de las palabras, las conversaciones en video que ambos realizaban en WhatsApp e incluso llegaron al punto de masturbación entre ambos por esa aplicación.

El sexo virtual no existe porque imposible hacer el amor a través de una pantalla disfrutar de felaciones o caricias, se toca un plástico no una piel, sin embargo, ellos creían que sí lo hacían.

Nunca coincidían los fines de semana para que Laura viajara la ciudad de Panamá a conocer a su novio porque el único día libre que Wilfredo tenía eran los lunes, lo que impedía un encuentro personal entre los tórtolos.



La dama estaba a punto de quiebra, sus amigas le advirtieron en que no confiara en ese tipo de noviazgos, aunque Laura juró y perjuró que su masculino nunca fue al juzgado a casarse.

Para aliviar la desesperación, un lunes que estaba de tiempo compensatorio subió a una buseta Penonomé-Panamá con el fin de dar una sorpresa a Wigberto y estar con él frente a frente.

Durmió durante el trayecto, se bajó en la terminal de Albrook, preguntó cómo hacia para llegar a Multiplaza, le explicaron, abordó un Metro bus y se fue a ver a su novio.

Se bajó en la parada correcta, interrogó sobre el almacén Danubis, le respondieron y se presentó.

En ese momento Wigberto salía del negocio tomado de la mano con una mujer, el impacto fue terrible, ella miró que su pareja llevaba un anillo de casado y la dama también.

Le gritó mentiroso, la esposa del infiel también le formó el Vietnam y ardió Troya para el masculino.

Laura volvió en medio de un mar de llanto a su ciudad, la esposa del conquistador cibernético lo dejó por jugar con dos damas.

Allí se descubrió que la mujer de Wigberto laboraban en las noches, lo que le dejó el campo abierto para sus travesuras.

Mientras viajaba la secretaria le contó a una señora lo ocurrido y esta le respondió que no todo lo que brilla es oro, mucho más esas famosas relaciones cibernéticas.

Fotografías de George Milton y Julia Cameron de Pexels no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

 

 

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