No siempre el dinero sirve

Alexa Matamoros llegó a trabajar al supermercado donde yo me ganaba la vida como gerente hace cinco años, la mujer ingresó primero en la carnicería y luego la trasladaron a la caja por su físico.

Muy inteligente, jovial, con figura que vuelve loco a cualquier caballero, una tersa piel canela y ojos miel que atraían como un imán de tamaño de la luna, así que decidí atacar con todo lo que estaba a mi alcance.

La dama, siempre sonría, nunca se le vio molesta, pero lo que desconocía era que desde el supervisor hasta los empacadores pensó lo mismo que yo, conquistarla, como suele ocurrir cuando una soltera o con marido es nueva en una empresa.



Fue toda una odisea, durante su tiempo de almuerzo le llovían las invitaciones, gaseosas, dulces, chocolates, postres y cualquier otro manjar con el fin de que la fémina se sintiera a gusto.

Por mi parte, le envié una caja de música, rosas, girasoles y violetas, sin embargo, Alexa no daba su brazo a torcer, a ninguno de los compañeros le seguía el juego porque todo lo que le regalaban lo devolvía.

Mi condición de máximo jefe en el supermercado no funcionó, tampoco el romanticismo que mi abuelo me enseñó para conquistar damas, Alexa contaba con 25 años, mi misma edad y algo pasaba que debía averiguar.

Investigué en sus redes sociales, no había fotografías de ella, solo una de perfil y con pocas amistades.

Casi una desconocida, mientras que en la compañía se diseminaron rumores de un posible lesbianismo, chisme que nunca creí, quizás la mujer de cabellos rizados prefería mantener en secreto su vida privada y no revelar quién robaba su corazón.



A los cuatro meses tiré la toalla, un sábado me invitaron a un recital de poesía, una amiga escritora, fue en el parque Andrés Bello, en Panamá, al salir del trabajo me presenté y llegó la bomba.

La primera persona que divisé de lejos fue a Alexa, tomada de la mano con Carlos Taquino Sánchez, un reconocido poeta y escritor de relatos, de 55 años, el hombre dueño del alma de mi Alexa, adicto al tabaco, pelo largo y bohemio.

Taquino no era un tipo con dinero, sino un limpio como muchos literatos, sin embargo,  su pensamiento, corazón, alma y narrativa logró romper el cerco sentimental Alexa usaba para protegerse de los buitres masculinos y le dio el sí al artista.

Soy un caballero, fui y saludé a Alexa, me presentó al hombre culto como su marido, los felicité a ambos y la pasamos muy bien esa noche.

A los seis meses conseguí pareja, ahora Alexa, Taquino, mi novia y yo, nos reunimos cada sábado a beber vino y recitar poesía, pero les aclaro que mi fiebre por la cajera pasó.

El destino me enseñó que el dinero y el poder no siempre sirven.

Fotografías de KoolShooters  y Fauxels de Pexels no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

 

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