Los policías de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) buscan por una inmensa propiedad en Darién, Panamá, el cuerpo de un líder guerrillero colombiano, de quien se sospechaba fue asesinado por sus camaradas.
Alberto Perea, conocido como el comandante Quibdó, viajó hasta el istmo
para conversar con los paramilitares de derecha con el fin de realizar una
tregua en la selva colombiana, pero desapareció sin dejar rastro.
El Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) proporcionó la información
a su contraparte panameña, se allanó la quinta y al menos veinte agentes realizaron
la diligencia.
Los recibieron primero a plomazos, el resultado fue de tres guerrilleros
muertos, un miembro de la DIJ herido, seis insurgentes detenidos, mientras que
cada rincón fue inspeccionado por la policía istmeña.
Imperó la ley del silencio, en boca cerrada no entran moscas, primero
muerto que decir el lugar donde sepultaron a Perea, las presiones y amenazas no
funcionaron con los guerrilleros.
Si no le temen a una bala o alguna enfermedad de esas que abundan en el
monte, menos sienten terror a unas palabras de policías vestidos de civil y con chalecos
distintivos.
Son tipos acostumbrados a ver cadáveres y disparar ráfagas, luego almuerzan de
forma tranquila frente a la tumba que acaban de cavar.
Mientras que Josefino García, integrante de la DIJ, intenta con sus pardos
ojos hallar el lugar, nada donde está el ganado, tampoco en los caballos y se
peinaba la tierra con la finalidad de ver si fue removida.
García saca un paquete de cigarrillos, se sienta debajo de un coposo árbol,
piensa, sobre el escondite, a lo lejos mira el área social, apaga el vicio y
corre a inspeccionar el lugar.
Había una puerta nueva, le colocan luminol, rastros de sangre y detrás una
pared recién pintada de rojo, lo que causó sospechas del novato agente, pide
un mazo, luego caen los golpes.
Su jefe le dice que se detenga, destrozará el cuerpo con la herramienta de
construcción.
Es un trabajo de antropólogos, se busca un equipo menos demoledor, se raspa suave,
poco a poco y se ven los dedos de uno de los pies mezclado con cemento.
El muerto estaba detrás de la puerta.
La orden de liquidarlo se originó en el Estado mayor de la insurgencia porque no
deseaban conversar con el enemigo.
Fotografía de Berendey Ivanov y Pixabay de Pexels no relacionadas con la historia.
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