Maldito por sus antepasados

A Orestes Castillero lo buscaban vecinos y extraños en Las Minas, Panamá, su fama de clarividente se regó por toda la región de Azuero y algunos decían que solo era un brujo.

Sin pedirlo llevaba esa magia de saber y ver sucesos antes de que sucedieran, en ocasiones la policía lo citaba con el propósito de resolver alguno que otro delito.

Pero, también la mente de Orestes fallaba, aunque en un porcentaje menor de lo que acertaba, sus visiones fueron objeto de dudas en algunos casos por defensores de oficio y pagados.



Soñar fue su bendición, el amor su maldición, siempre que conocía a una dama, por distintas razones se separaban, pobres, de clase media y adineradas, había algo que le impedía unirse al sexo contrario y formar una familia.

En 1976 le advirtió al profesor de educación física del colegio del pueblo que no llevara los chicos a competir al río porque habría una tragedia y el docente lo tildó de loco.

A la semana, unos veinte alumnos se fueron al afluente hacer una competencia de buceo, los sorprendió una cabeza de agua, Patricio, el profesor ingresó al río para salvar a sus alumnos y lo arrastró la corriente.

Tres días después encontraron su cuerpo, lo que se tradujo en que Orestes se convirtió casi en un dios, no obstante, vivía en la pobreza, en una casa de quincha, sin luz y un pozo a dos kilómetros de distancia.

Con el tiempo el hombre blanco, delgado, ojos verdes, con mirada perdida, barba sal y pimienta, empezó a envejecer, a los treinta y cinco años, ya parecía de sesenta y desconocía las razones.

Los médicos no encontraron la fuente de su desgaste físico y mental, hasta que en un día llegó una mujer rumana a Las Minas que compraría unas tierras, identificada como Andrada Iliescu.

Andrada vio a Orestes, en el mercado del pueblo, empezó a llorar lágrimas de sangre, los clientes se dieron cuenta, la mujer no hablaba español y retrocedía porque no quería estar cerca del clarividente.



Lorena, la traductora la extranjera preguntó que acontecía.

Una sorprendente respuesta de la europea en su lengua, fue de que Orestes no era otra cosa que la encarnación de un moroi, un muerto que extrae energía de los vivos para sobrevivir en Rumania.

Se la llevaron del mercado al médico, se dictaminó un derrame ocular por estrés, aunque todos vieron que la dama tuvo un ataque de pánico y regresó a su país.

A la semana Orestes se dirigió hacia el pozo a buscar agua, pero allí nadie lo vio, solo estaban sus cutarras, machete, sobrero y la ropa.

Su cuerpo no fue hallado ni lo volvieron a ver.

Fotografía de Thirdman y Artur Roman de Pexels no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

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