Estefan estaba en la cocina de su restaurante de asados dando el toque especial a los alimentos que consumían en grandes cantidades los clientes del local, muy famoso por su cerdo al vino y pollo al carbón.
No era un cocinero estudiado, sino un empírico que aprendió el arte de la gastronomía
porque su padre de igual nombre, se lo llevaba desde niño al trabajo para viese
cómo se ganaba el pan.
Con el pasar del tiempo, juntó unos ahorros, pidió un crédito al banco y a
sus 35 años abrió su propio negocio, a duro lomo, con el calor de la cocina y
entre recetas logró salir adelante.
Estefan era divorciado, ya contaba con 50 años, sus dos hijos estudiados,
residía solo en un apartamento en Betania y su transcurrir era normal hasta que
al local ingresaron dos damas.
Una blanca de nombre Miranda y la otra de epidermis canela, Artemia, coqueta,
delgada, de baja estatura, fría y calculadora, fémina que llamó la atención de
inmediato del comerciante de ojos miel y blanca piel.
Él mismo las atendió, la culisa se dio cuenta de que le gustó, preguntó si trabajaba
allí que quería hablar con el propietario, Estefan respondió que con él
platicaba y la dama se le encendió la alarma.
Sin perder tiempo, en la cuenta Artemia dejó su número de celular para que
el hombre se comunicara con ella, eso sucedió, se citaron a un bar, bebieron y
se hicieron inseparables.
La chica solo tenía veinticuatro abriles, pero al hombre maduro no le interesó
los veintiséis años de diferencia y fue al cuero.
Se hicieron pareja, el varón intentaba complacerla en todo lo que ella
solicitaba, paseos, le alquiló un apartamento, le regaló un carro de segunda, mientras
que los ahorros del negocio se fueron afectando por gastar más de lo que entraba
al restaurante.
Para no quedar mal en el sexo, el caballero consumía bebidas exóticas, una
miel, güisqui, viagra o cualquier afrodisíaco que le diera potencia al momento
de ir a la cama con su novia.
A los ocho meses Artemia se tornó evasiva, contaba con poco tiempo para
los encuentros y le pidió al cocinero que antes de ir al apartamento la llamara
porque consiguió un trabajo, lo que hizo dudar al veterano hombre.
Estefan era viejo, no pendejo, por lo que una noche que debía estar en el negocio,
se dirigió al nido de amor, las luces estaban encendidas, se suponía que su
pareja debía laborar a esa hora. .
Abrió la puerta, escuchó música y risas, al entrar a la sala, Artemia se
besaba con un chico de su edad, lo que generó disgusto del hombre herido, sacó
un arma de fuego y le ordenó los tórtolos despojarse de sus ropas.
Con la pistola en mano, los desalojó a ambos del inmueble, ella lloró y
gritó, sin embargo, los dejó en medio de la calle a los infieles desnudos, ante
la sorpresiva mirada de los transeúntes y automovilistas.
El mango maduro aprendió que cuando está así siempre caerá del árbol.
Foto de René Terp y Rdne Stock Project de Pexels no relacionadas con la
historia.
Ja ja ja la mejor verganza 😅
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