La nueva novia de papá

Fui a visitar a mi viejo un fin de semana porque en esas fechas no tuve que trabajar, así que aproveché para platicar con el autor de mis días y tomarnos unos copetines.

Mi padre se puso feliz al verme, me abrazó, casi tres meses que no tenía contacto físico con él, me presentó una chica de unos 26 años, su novia, llamada Saray, blanca como la nieve, con escultural cuerpo, pechos gigantescos, trasero grande y ojos verdes.

Su manera de vestir era muy peculiar con pantalones cortos de licra, usaba hilo dental y camisetas pegadas al tórax que hacían sobresalir sus gigantescos senos, por lo que no entendía cómo mi papá no le decía nada sobre eso.



Nos dirigimos al supermercado, la gente pensaba que Saray era mi pareja y no la nueva novia de mi papá, quizás por la juventud de la fémina y los 53 años de mi viejo, un retirado mayor de la policía.

Compramos carne de cerdo, de res, de pollo, tortillas y otros alimentos para el asado, mucho para tres personas, pero a mi padre siempre le gustaron las comidas en grandes cantidades.

Bebimos cerveza y luego ron, charlamos sobre tantas cosas, mientras tanto la vista es muy necia, no dejaba de mirar con el rabito del ojo a Saray con esa vestimenta de pecado e infarto.

La chica no trabajaba, estaba ciento por ciento con mi padre, iban al gimnasio, a parques, cines, el teatro, a restaurantes e incluso a discotecas y siempre el público los miraba muy detenidamente.

Bueno, cosas de la vida, ella se tornaba algo coqueta conmigo, no quise problemas, puse mi distancia, mi viejo no se dio cuenta y al final del asunto, papá se emborrachó de tanto ron que bebimos.



Quedamos Saray y yo, limpiando, el patio, cuando terminamos llevamos a mi padre a la habitación nupcial, me quedé en la pieza de huésped viendo una película cuando alguien llamó a la puerta.

Era mi joven madrastra, envuelta en una toalla, me pedía ayuda porque el grifo del baño supuestamente estaba dañado, fui a verlo, sin embargo, al abrirlo salió un chorro de vital líquido, miré a Saray y solo sonrió.

La mujer dejó caer la toalla, ante mí todo ese monumento femenino, natural, nada de cirugías, quedé mudo y sorprendido de estar frente a una dama de ese calibre, pero prohibida.

Me agarró la cabeza, colocó mi rostro en su pecho, no obstante, retrocedí, hice gestos que no, imposible hacerle eso a mi viejo que tanto luchó para criarme.

Esa misma noche, me fui a mi casa en Colón, no sé cuándo volveré porque no quiero esas tentaciones que en el futuro puedan traer una desgracia por la nueva novia de papá.

Fotografía de Freestocks.org y Min An de Pexels no relacionadas con la historia.

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