Contrato para un asesino

Félix Restrepo intentaba esconderse del sicario que lo buscaba para asesinarlo por la módica suma de dos millones de pesos colombianos (unos 478 dólares), presuntamente porque hurtó unos kilos de cocaína a unos narcotraficantes.

El sicario no tenía idea quién le pagó el dinero, solo le enviaron un sobre con el monto en efectivo, la fotografía de la víctima y los lugares que frecuentaba, así que como todo un asesino profesional inició la cacería.

A Félix le diagnosticaron trastorno bipolar, lo que le provocó una gran depresión, se negaba a realizarse un tratamiento profesional y, por el contrario, se refugió en el aguardiente y la cerveza.



Luego de recibir la noticia, dejó a su novia, se alejó de sus amigos y familia, nadie comprendía la razón de sus acciones, sin embargo, la propia enfermedad mental del abogado provocaba sus decisiones ante la ausencia de las medicinas recetadas por su médico.

Tuvo un cambio total, no respondía llamadas telefónicas y decidió preguntar a un vecino de barrio cómo contratar un sicario con el fin de que acabara la vida de alguien que le jodía la existencia.

Lo que nunca supo el sicario fue que el propio contratista era la víctima, alguien que actuaba por sus cambios bruscos de estados de ánimo porque en menos de cinco minutos, su personalidad variaba de triste a feliz o al revés.

Y mientras el asesino buscaba a su víctima para cumplir con el contrato, Félix se desplazaba por distintos lugares y dormía en hoteles de Bogotá para evitar viajar al sueño eterno.



Eso sí, cuando entraba en depresión, llevaba una suerte increíble porque el homicida nunca lo encontraba en esa fase y Félix no se movía para que lo mataran.

Transcurrieron ocho días, seguía el juego del gato y el ratón, cazador vs. futuro cazado, asesino contra víctima hasta que aconteció lo que debía suceder o el tigre encontró su alimento.

Félix no lo conocía, cenaba solo en el Chopinar  de La Castellana, de la capital colombiana, vio al hombre por el espejo que sacó un arma, unos clientes se percataron y salieron, lo que hizo temblar al letrado en leyes.

Sacó su escuadra, se volteó y abrió fuego antes de que el homicida a sueldo pudiese matarlo, lo que dejó gritos, estampida de los empleados y sangre en los mosaicos del popular negocio de pinchos.

La policía encontró la fotografía de Félix en el abrigo del asesino, el abogado nunca confesó que él mismo contrató, por medio de otra persona, al sicario para que lo matara.

Cuatro días después Félix fue al médico para seguir el tratamiento contra la bipolaridad y la historia del hurto de la droga fue un invento del contratista con el propósito de acelerar su fallida muerte.

Imagen de Cottonbro Studio y Stock no relacionadas con el relato.

 

 

 

 

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