Los tortolitos de la azotea

Amalia Rosa, de 25 años, llegó a trabajar en la emisora HK-25, como reportera, tras una fugaz labor en el canal 9 de televisión, donde fue despedida por tener amoríos con el marido de la gerente.

Inteligente, muy capaz, astuta, con excelente redacción y puntería para conocer dónde estaba la noticia, la mujer tomaba su grabadora de mano para reportear en busca de primicias que elevaran la audiencia de HK-25, principal competidora de Estéreo D.

Atractiva en extremo, la mujer de piel canela, ojos pardos y senos voluptuosos era un imán para las fuentes de noticias, algunos embobados con deseos de darle una arrastrada por el colchón, sin embargo, no todos eran aceptados.



En la HK-25 trabajaba como operador de cabina, Roberto Beto Kaminski, un grandulón, pelirrojo, nieto de un polaco establecido en Tierras Altas de Chiriquí (Panamá) y quien, al ver a Amalia Rosa, amó su piel canela y la forma de los Himalayas femeninos.

No obstante, Amalia Rosa no era una chica fácil de conquistar, por tener un ejército de admiradores se daba el lujo de despreciar invitaciones, no era necesario deshojar las margaritas y siempre estaba segura de sus decisiones.

Pasaron las semanas, la periodista tuvo que cambiar de turno por un favor, para salir a las once de la noche, precisamente cuando Beto entraba a esa hora de la noche hasta las siete de la mañana.

Amalia Rosa acomodaba su cubículo cuando se presentó Beto con su sensacional sonrisa, ojos verdes y cabello sin peinar, le regaló tres girasoles a la fémina, ella sonriente las tomó y le besó la mejilla derecha muy agradecida.

Una fuente anónima le sopló al conquistador el cambio de turno de la dama, ambos se quedarían solos en la emisora y se presentó el momento del clásico: ahora o nunca.



Beto fue con todas sus divisiones verbales con la mujer, le editaría las noticias para que saliera rápido, la reportera llevaba varios meses sin sexo, así que una pequeña calentura de oídos fue suficiente para que sucumbiera ante los halagos masculinos.

Como había cámaras, fueron a la azotea, donde estaba las viejas antenas y otros aparatos, empezaron las caricias, con solo Beto colocar la yema de sus dedos en la espalda de Amalia Rosa, la mujer se quitó el vestido.

La abstinencia provocó que se entregaran el uno con el otro, mucha pasión, intercambio de fluidos, la excitación era tan grande que no se dieron cuenta de que el guarda de seguridad hacia la ronda escuchó un ruido, se acercó y vio la pareja en traje de Adán y Eva en pleno bicicleteo.

 Al día siguiente ambos fueron despedidos.

 Fotografía de Josh Hild y Jean Balzan de Pexels no relacionadas con la historia.

 

 

 

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