Más de media docena de agentes, un psiquiatra y personal de la Fiscalía de Homicidio estaban tras un asesino en serie, llevaba cuatro víctimas, todas con un patrón común de ser mujeres venezolanas, cabello negro, largo y hermosas, además ejercían la prostitución.
Fueron estranguladas, dejadas en estacionamientos y daba la impresión de que el asesino las recogía en las calles, así que no había aún
forma de cazarlo porque en el año 2000 no existían cámaras de vigilancia en
la ciudad de Panamá.
El teniente Alcides Rangel; Rodrigo Rico, fiscal de la
causa y el psiquiatra Alonso Peñalba, andaban detrás de cualquier pista que
diera con el paradero del asesino, mientras que el último profesional intentaba
crear un perfil psiquiátrico del criminal.
Posiblemente, algún varón molesto, resentido, que
odiaba a las prostitutas venezolanas o quizás una mujer con fuerza de atleta para
neutralizar y estrangular a sus víctimas.
No había huellas dactilares, testigos y lo único común
es que todas se conocían, laboraban en un bar del área bancaria, se sospechaba
que eran recogidas después de las cuatro de la madrugada, ultimadas y el asesino
o asesina dejaba los cuerpos en estacionamientos.
Lo que sí era casi comprobado es que el victimario o victimaria contaba con automóvil para buscar a las damas y posteriormente de asesinarla abandonaba
los cuerpos.
Pasaron tres meses, no se registraron más casos y en
una noche, una chama conocida como Patricia salía del bar La Habana, con
un traje pegado, sus curvas se movían al ritmo de sus piernas cuando un caballero
la detuvo.
Le ofreció quinientos dólares, la mujer aceptó, una buena
suma difícil de rechazar y parte sería enviada a sus familiares en Puerto de la
Cruz porque pasaban necesidades por el bloqueo económico a Venezuela.
El desconocido condujo hacia un estacionamiento de una
zona en Obarrio, platicaron un rato, ella le pidió el dinero y el sediento
varón le mostró cinco billetes de a cien dólares.
Sin embargo, cuando la prostituta se bajó la parte de
arriba de su traje dejó ver sus grandes senos, las manos del hombre se dirigieron
hacia el cuello, ella se resistió, le arañó la cara y en ese forcejeo al caballero se le cayó una tarjeta de presentación.
La fémina luchaba por su vida, agarró la tarjeta del masculino, este intentó quitársela, ella la tomó, pero se partió en dos, la
mujer le conectó un puñetazo en los testículos, el hombre fue neutralizado, Patricia
corrió con las tetas en el aire y en medio de gritos.
A las cinco de la mañana sonó el celular del fiscal
Rodrigo, tenían algo, se vistió y se fue a la Policía de San Francisco, al
entrevistar a la mujer, le dio la descripción del atacante y la mitad de la
tarjeta de presentación.
Casi se cae la silla al ver el apellido Peñalba y el número
de la extensión del psiquiatra y autor de los crímenes.
La burla de una prostituta venezolana por el tamaño de
su pene encendió su odio contra ellas, no obstante, el caso fue resuelto y al
saberse la identidad del criminal el Ministerio Público tembló por la noticia.
Imagen de Treedeo St. y Hudson Marques de Pexels no
relacionadas con la historia.
Espero que todavía esté preso. 😖
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