Aracelys, la loca

Mis amigos me advirtieron que no me involucrara con Aracelys, quien laboraba como mesera en el restaurante donde almorzaba con mis compañeros del trabajo todos los viernes en un centro comercial de la ciudad de Panamá.

Ella tuvo una relación con un vecino de mis compinches, me contaron todas las escenas de celos que le hacía en cualquier parte, pero a pesar de escuchar de que era una bipolar y celosa en extremo, no seguí consejos.

Y es que los hombres, en el 90 por ciento de los casos, nos dejamos llevar por lo físico, las curvas, su trasero, ojos miel, senos grandes y piel canela de la colonensa, me enloquecieron.



Ignoré todo, fui a la guerra, sin embargo, Aracelys representó un hueso difícil de ablandar porque se negaba, me rechazaba con el argumento de que tenía novio y sabía que solo eran falsedades con el propósito de ponerme a prueba.

Tres meses después de lanzar todas mis divisiones verbales, la chica aceptó salir conmigo, primero cenamos, luego fuimos a un bar donde una banda de jazz alegró los oídos de los clientes y al final de la faena terminamos comiéndonos a besos.

Más nada porque no lo quise dañar hasta que al mes pasó lo normal entre un hombre y una mujer, lo que me dejó más enloquecido con Aracelys porque era una tigresa en el colchón.

No obstante, a los tres meses de ser novios, salió el real demonio de mi novia, con sus celos en extremos, no me dejaba responder el móvil cuando estábamos juntos, se molestaba si saludaba alguna amiga e incluso me prohibió estar con mis amigos.

A menudo lloraba por traumas de su infancia, intenté ayudarla con una cita donde un profesional de la psiquiatría, pero se negó bajo el argumento que no estaba tostada de la cabeza.

No quería el mal para mi pareja, ella no se dejaba auxiliar, sus escenas de celos se incrementaron, sus ataques de locura y al final quise escapar, aunque amenazó con matarse si la dejaba.



Una tarde se colocó en la baranda del puente que divide los corregimientos de Parque Lefevre, Río Abajo y Juan Díaz, frente a Plaza Carolina, gritó que se lanzaría si la relación culminaba porque sin mi amor no era posible vivir.

Me encontraba entre la espada y la pared, intentaba seguir el juego hasta que durante una discusión por mi prima Marita, a quien Aracelys odiaba por celos, me apuñaló en el estómago.

Quedé en el hospital, Aracelys detenida y mi familia asustada ante una posible muerte mía, sin embargo, sobreviví y al salir del nosocomio fui al Ministerio Público a declarar que se trató de un accidente.

A mi novia la liberaron, pero el psiquiatra de Medicina Legal ordenó que la internaran durante un año en el Instituto Nacional de Salud Mental porque padecía de Trastorno Explosivo Intermitente.

Mientras la tratan en ese manicomio de nombre bonito, espero que las medicinas la ayuden porque esperaré que salga para casarme con ella.

Amo a Aracelys, la loca y nadie lo cambiará.

Fotografías de Viktoria Slowikowska y Pixabay no relacionados con la historia.

 

 

 

 

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