La casa del sueño repetido

Cándido Espinosa tuvo un sueño repetido durante una docena de veces, desde que cumplió los once años hasta una semana antes de los dieciséis, sin explicación psicológica o científica alguna.

No era una pesadilla, pero Cándido platicaba con una señora de origen griego, ojos verdes, cabello sal y pimienta, hablaba mal el castellano y nunca estaba molesta por una deuda de alquiler.

El hijo de migrantes chiricanos, se veía dentro de un apartamento de mampostería, de tres habitaciones, dos baños, divididos por una cortina, con cielo raso, ventanas grandes, paredes pintadas de blanco, una inmensa cocina y un gigantesco patio para lavar.



Antes de ingresar al inmueble, había unas letras en griego que cuando Cándido preguntó su traducción, la señora respondió que era: bienvenidos a este hogar, el mío y el suyo.

En el sueño jamás observó la parte posterior de la gigantesca propiedad, construido en el barrio de Bella Vista de Panamá, durante los años cincuenta y al final de la historia, siempre la señora atravesaba una pared y desaparecía.

Los años pasaron, el niño se transformó en adolescente y luego en hombre, al graduarse de bachillerato ingresó al Departamento Nacional de Investigaciones (Deni) y lo ubicaron en la sección de Homicidios.

En 1988, lo llamó el jefe para que investigara el caso no resuelto de una mujer de 65 años, desaparecida desde 1978, supuestamente salió hacer unas compras y nunca volvió a su casa.

Cuando Cándido miró la fotografía de la víctima, sudó frío y tragó saliva, su rostro era idéntico a la señora del sueño de su niñez y adolescencia, pidió un vehículo y se fue a la residencia con el inspector Pedro Pérez.



Peor quedó cuando vio en la entrada de la propiedad las letras en griego de mosaicos, un hombre de unos 60 años le abrió la puerta, era Aeneas Vlachos, sobrino de Athenas de Vlachos, la dueña de la casa y desaparecida.

Solicitaron permiso para recorrer la vivienda, Aeneas los guio mientras respondía las preguntas de los investigadores, Cándido corroboró que no había dudas que era el caserón de sus sueños.

En el trayecto se topó con una pared que se notaba fue anexada, Cándido la tocó, la miró de arriba hacia abajo, el griego se puso nervioso y le preguntaron que había allá adentro, Aeneas aseguró que nada.

Los investigadores pidieron refuerzos y un mazo, el propio Cándido golpeó fuerte la pared, posteriormente cayeron restos de cal, cemento, bloques y descubrieron las osamentas envueltas en sábanas blancas.

Era el cadáver de Athenas, el pariente se sentó en una silla, lloró y confesó su culpa porque ansiaba la herencia de la esposa de su tío, la asesinó, amplió el muro, le colocó cal para acelerar la descomposición y alcanfor para que no oliera mal durante la descomposición.

Cuando le preguntaron a Cándido en el Deni cómo sabía dónde estaba el cuerpo, respondió que era un sueño y nadie la creyó, le atribuyeron el hallazgo a la suerte o pura leche como dicen en Panamá.

El asesino fue condenado a 20 años de prisión por homicida.

Fotografía de María Orlova y Jill Burrow de Pexels no relacionadas con la historia.

 

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