La mariposa violeta

Lourdes le ocultó a su madre que su amiga Mariana estaba enferma y que combatía con sus fuerzas un mal difícil de vencer, pero no se rendía ante la adversidad.

Ambas se conocieron desde jóvenes cuando empezaron a laborar en la Asamblea Nacional, solteras, sin compromisos y recién graduadas de distintos bachilleratos.

Una amistad inquebrantable, conversaban mucho, se visitaban los fines de semana, iban a fiestas y reuniones familiares, eran uña y mugre, fieles, solidarias y estaban unidas como las raíces de los árboles a la tierra.



Pasaron los años, cada una unió su vida con un varón, tuvieron familia, sin embargo, eso tampoco hizo que se desunieran, se frecuentaban en ocasiones, aunque Lourdes tuvo un tiempo de licencia para laborar en otra institución.

Sus hijos crecieron, se graduaron y realizaron sus estudios superiores, terminaron y se diplomaron, Lourdes y Mariana continuaban con ese lazo hasta que el demonio atacó.

Mariana comenzó a sentirse mal, le comunicó a su amiga que no le comentara nada a María, la autora de los días de Lourdes porque la quería tanto como si se tratara de su hija.

No quería que la señora sufriera por su enfermedad y que no viene al caso señalar cuál fue la que invadió la vida de la profesional.



La afectada junto con sus parientes enfrentaron una guerra, un conflicto en desventaja, no obstante, Mariana como buena mujer soldado lucharía con las armas de la fe, la esperanza y la medicina moderna.

Ninguna de las dos sabía que María conocía la inmensa batalla que enfrentaba Mariana, aunque se reservó la información.

El conflicto de salud no se detenía hasta que un domingo, Mariana descansó de eso que lesionaba la alegría de sus parientes y Lourdes.

Todo fue tan rápido, como la velocidad de la luz, como un automóvil que incrementa su rapidez de dos a doscientos kilómetros en tan solo veinticinco segundos y cómo amanece.

María no conocía del hecho, sin embargo, estaba en su casa cuando una mariposa, color violeta, se acercó donde ella, voló a su alrededor, se estacionó por unos diez segundos y posteriormente se fue.

La señora le comentó a su hija que ya sabía que Mariana había fallecido, se marchó la amiga, la madre, la esposa, la profesional, la querida y respetada en casa y el trabajo.

—Sé que esa mariposa era Mariana, quien vino a despedirse de mí y luego emprendió vuelo a descansar feliz porque no sufrió—, comentó María.

(En memoria de Delia Odeth Guerra).

Imágenes de The Wonder of Life de Pexels y Delia Odeth Guerra en vida.

 

  

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