La cacería humana

Las pupilas de pradera de Diana Paola se movían de forma intensa, la lluvia rodeaba su fina y láctea piel, respiraba profundo y en silencio para no delatar su posición ante la figura clandestina.

Pasos lentos, llevó su mano izquierda a su tórax, llovía fuerte, empapada por el agua, intentaba no delatarse del grupo de matones que acabó con la vida de su patrón, sus hijos y otros sirvientes.

La fémina emigró de Envigado hacia Bogotá con una familia de Medellín, con inmensas posesiones y propiedades producto de la exportación de la nieve a ciudades como Nueva York, Los Ángeles y Miami.



Había poca luna, el aguacero de proporciones bíblicas abre la puerta a un bajareque, Diana Paola, se coloca detrás de un árbol del bosque, el viento es suave, pero hace danzar las puntas de su cabello marrón.

Recordó sus días de felicidad y pobreza en una casucha de madera vieja de Envigado, la cambió por una elegante mansión con piscina, más de 10 habitaciones, cancha de tenis, una biblioteca y otras comodidades de los millonarios, pero a qué precio.

La dama vuelve a respirar, apenas escucha las hojas mojadas que son impactadas por botas varoniles, uno de los asesinos a sueldo del rival de su patrón se acerca.

Deudas, rivalidades de comercio ilegal y otras aristas, provocan una guerra entre traquetos.

El corazón de Diana Paola, lo administra un baterista de jazz, ahora tiene un diluvio en sus rosadas mejillas, sus dedos carecen de firmeza, las pantorrillas están en 7.7 grados Richter, mientras que su pecho imita una montaña rusa.

Una lucha por sobrevivir, ella posee un cuchillo, el hombre quizás un arma automática, el sol duerme en esa parte del globo terráqueo y se desconoce quién caza a quién.



Su ritmo vital se acelera, es asunto de vida o muerte, un paso en falso, toser, llorar o gritar, sería fatal para la mujer de 25 años, así que a tragarse sentimientos o expresiones.

Se queda en el árbol, se escucha una voz masculina que informa que deje el asunto así porque la mucama escapó y Diana Paola se tapa la boca.

Tras diez minutos de persecución, decide cambiar de posición y la sorpresa de su vida, unas pupilas negras se tropiezan con las verdes femeninas, a pesar de la baja temperatura, ambos sudan, él también teme porque sangra y respira.

Matar o morir, zas, Diana usa su mano izquierda, se escucha un grito desgarrador, el puñal entró directamente al estómago del sicario, la fémina obtiene fuerzas de su mente y lo mueve hacia arriba.

La carencia de energía eléctrica no le evidencia que el varón está neutralizado, ella da los primeros pasos lentos y luego se echa a correr, llega a la carretera, hasta que  unos policías en una patrulla de la miran y se detienen

Minutos después está a salvo y cuenta todo lo ocurrido en el cuartel.

Imagen de Elijah O’Donnell y Wallace Chuck de Pexels no relacionadas con la historia.

 


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