Alfonso y Mariano, eran vecinos y amigos, en Tibás, Costa Rica, en tiempos buenos y malos, bebían cerveza cada uno con sus esposas, algunos parientes y otros parroquianos del barrio.
El primero laboraba como electricista en el Instituto Costarricense de
Electricidad (ICE), mientras que el segundo se graduó en electromecánica y,
aunque no era millonario, su labor le generaba buenos ingresos.
Un fin de semana, Mariano invitaba a Alfonso a consumir birras, asar pollo
y carne y en alguna que otra ocasión lo pasaban en una casa que tenía una tía
del electricista en Limón.
Casi pegadas se encontraban sus viviendas, todo transcurría de viento en popa
hasta que a Alfonso le regalaron dos cachorros pastores alemanes, lo que Mariano
no miró con buenos ojos porque odiaba a las mascotas.
Nadie se imaginaría que dos caballeros, que se adoraban como hermanos,
llegarían a odiarse por dos canes, los ladridos de los animales generaban tanta
molestia en Mariano porque le gustaba el silencio y los perros quebrantaron su
tranquilidad.
Las mascotas crecieron, una noche Mariano salió del barrio México, tras
visitar un cliente que el carro se le dañó, cuando iba a tomar el taxi lo
sorprendieron los chapulines, le robaron y le dieron una golpiza que fue
necesario trasladarlo en ambulancia al hospital.
Ya recuperado y con el fin de evitar se repitiera la historia porque a
veces laboraba en las noches, se compró una pistola calibre 38, su protectora,
para que la banda de niños, ladrones y asesinos, no lo pillara desprevenido.
Sin embargo, la enemistad con Alfonso seguía, no había reconciliación, por
el contrario, el asunto empeoraba por los ladridos de Nano y Tete,
como les llamaban sus amos a los pastores alemanes.
La tarde del 30 de diciembre de 1999, cuando el sol iniciaba su descanso,
la brisa costarricense acentuaba el baile de las ramas, el sonido de los
vehículos interrumpía el silencio y el azul cielo se transformaba oscuro, ocurrió
lo inesperado.
Alfonso recién llegó de su labor en
su carro nuevo, sus mascotas lo vieron, corrieron hacia él, ladraron, lo que molestó
a Mariano, quien salió a reclamar a su vecino que callara a los perros y el
electromecánico se negó.
El electricista salió de su casa, saltó la cerca que separaba ambas propiedades, sacó
su pistola, disparó contra los animales, cuando Mariano se acercó, abrió fuego
y la bala impactó en la frente del electromecánico.
Al ver a su antiguo amigo muerto, Mariano se colocó el arma en su sien
derecha, disparó y su cuerpo cayó en el estacionamiento de su vecino.
Las dos esposas corrieron en un mar de lágrimas para ver los cuerpos de sus maridos, tras
el asesinato y suicidio.
A pocas horas de abrir las puertas a un nuevo siglo, los examigos y en tiempo pasado casi
hermanos no lograron verlo por la fatal tarde de perros.
Fotografía de los pastores de Josef Fehér de Pexeles no relacionada con la
historia.
Triste historia. Los perros nos quieren y nos cuidan.
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