Mala noche

Pitágoras salió de un bar en la calle de la Amargura, en San José, Costa Rica, donde su novia Liliana terminó su relación con el caballero, de 25 años, y se encontraba cabizbajo y preñado de tristeza.

No comprendía la razón, ella no le explicó, solo le dio el famoso corte porque no estaba preparada para estar más tiempo con él, el varón dio la media vuelta y se marchó del antro.

Así que Pitágoras tomó un taxi para irse a Planet Mall con el fin de ingresar a una discoteca, cuando lo dejaron afuera de las instalaciones encendió un cigarrillo, pero decidió irse a uno de los bares de San Pedro de Montes de Oca.

Ingresó a uno de reggae, pidió una cerveza, se la entregaron, cuando se metió la mano en el abrigo se dio cuenta de que su cartera la había perdido, solo contaba con dos billetes de 10,000 colones (unos 37 dólares aproximadamente).



Observó las luces, muchas chicas morenas, machas, negras, música trance, los clientes bailando y disfrutando, pero la mente de Pitágoras solamente pensaba en Liliana.

Se zampó tres cervezas más, se fue al baño, cuya ubicación era en un sótano, debía bajar las escaleras, cuando faltaban tres escalones, se enredó y fue a dar abajo.

La boca rota, ensangrentada, dos rubias lo miraron, se rieron, quizás se imaginaron que el mae estaba ebrio, le gritaron algunos insultos y se marcharon a la pista.

El masculino se levantó, se dirigió al inodoro, no obstante, la puerta del orinal no abrió porque debía pagar 200 colones, introdujo la moneda y realizó su necesidad fisiológica.

Subió y se encontró en la barra con una extraña mujer que le envió unas cinco rondas de güisqui, se fue a bailar con ella, se besaron y cuando Pitágoras colocó su mano derecha allá abajo sintió un bulto.



Empujó al travesti, se fue de la pista, mientras el público lo miraba muerto de la risa porque su borrachera le impedía razonar que bailó con un hombre vestido de mujer.

Salió del local, por estar ebrio ninguna unidad quería trasladarlo hasta Guadalupe, Goicochea, donde residía con su madre.

A los diez minutos divisó un grupo de unos veinte muchachos, eran los temidos Chapulines, infantes que robaban y mataban a golpes a sus víctimas.

Por suerte venía un taxi, le rogó para que lo llevara, el hombre accedió, Pitágoras subió, se quedó dormido hasta que el conductor lo despertó y le pagó tres mil colones.

Antes de entrar vomitó la vida, se sentó afuera de su casa a llorar como un chiquillo, sin novia, con la boca rota, sin cartera y documentos.

Fue una mala noche.

Fotografía de Luis Poletti de Pexels no relacionadas con la historia.

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