Sin duda alguna Mariano perdía poco a poco su virilidad, a sus casi 60 años ya no era un maestro en hacer el amor, conquistar damas, cazar en discotecas y bares porque el tiempo lo traicionaba.
Entre rezos, velas, oraciones y esoterismo recurría su vida, tras pasar
largos años de consumo de cerveza, güisqui, cocaína, marihuana y cualquier
sustancia que le hiciera aguantar más al estar en la cama con el sexo femenino.
Su última vez con una dama de 45 años, no fue la mejor, sus pulmones no
funcionaban como en sus tiempos de guerrero sexual, le dolía el tórax y
presentaba síntomas de diabetes.
Durante sus años mozos sus vecinos, del barrio de Calidonia, en Panamá, lo
admiraban y respetaban porque todos los fines de semana ingresaba con una dama a
su cuarto de alquiler, no tuvo problemas con esposas e hijos porque nunca se
casó ni tuvo descendientes.
Su preocupación era únicamente resistencia y seguir de don Juan, aunque su
apariencia era la de un abuelito cansado de tanto trabajar largas jornadas en
una mina de carbón.
Ojos tristes, pómulos pronunciados, demasiadas líneas en su frente, labios
y dientes gastados del tabaco y el cannabis, evidenciaban ante las féminas que
intentaba conquistar, su entrada a la tercera edad.
Sin embargo, se negaba a aceptar que la juventud es un divino tesoro que se
termina cuando menos se da cuenta el ser humano, sino se aprovecha o planifica
su vejez, las cosas se alterarán en su totalidad.
Uno de sus amigos que jugaba dominó en la antigua casa Müller, ahora de
concreto, le aconsejó quedarse tranquilo y disfrutar de sus años dorados, pero
otro le instaba a inventar pociones para experimentar fuerza, virilidad y
poder.
Ideó usar una pastilla blanca, con algo de marihuana, polvo blanco,
mezclarlo en una cerveza, beberlo y luego acostarse con una de esas chicas que
pululan en las noches en la Peatonal de la avenida Central.
Esa noche se metió a la cantina Saoco, bebió un par pintas, vio una rubia
venezolana, con signos de maltrato por mala vida, la encontró hermosa, le habló
al oído, aunque antes de partir a la pensión destartalada se metió una cerveza
mezclada con la famosa poción.
Pago los diez dólares por el cuarto, la mujer quedó en traje de Adán y Eva,
lo besaba y luego se asustó.
Mariano sintió un dolor en el pecho, pidió ayuda, cayó al sucio suelo, su
acompañante al ver que el hombre sufría un infarto, se vistió para darse a la
fuga por ser indocumentada.
Minutos después quedó Mariano encuero y muerto.
Fue una poción dormilona, pero del sueño eterno.
Triste final para el don Juan 😔
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