El colibrí

Desde hacía cuatro meses, el fiscal Luis González, de Colón, Panamá, intentaba resolver las muertes misteriosas por desangramiento de dos hombres e igual número de mujeres, sin embargo, no había pistas y ni una sola gota de sangre.

La necropsia indicaba que cero líquidos rojos en las venas de las víctimas y presentaban un pequeño agujero detrás de la nuca, pero ni golpes, moretones, huesos rotos, herida de arma blanca o bala.

Uno de los enigmas es que las mañanas de los días 26 aparecieron los cadáveres, por lo que sospechaba que en las personas eran atacadas el 25 durante la noche.

Ni siquiera las cámaras de la ciudad caribeña mostraban un sujeto, drogadicto, maleante o loco, y lo peor era que los asesinados mantenían en su poder dinero y sus prendas.



Los investigadores se iban de cacería con uniforme, de agentes encubiertos y disfrazados de mendigos, malandrines, los pandilleros no eran sospechosos, ni los ladrones conocidos, así que Lucho no tenía nada en su escritorio.

No había respuestas a numerosas preguntas, mientras ya se acercaba la fecha de un posible ataque.

Entretanto, esa noche del 25 de agosto, como las siete de la noche, Carliño, un aficionado y amante de aves, intentaba atrapar la primera que le gustase.

Detrás de su vivienda tenía una jaula con tela de malla bien fina con unas 12 especies cautivas, las estudiaba, a pesar de existir una prohibición legal de poseer aves exóticas.

Caminaba en la parte trasera de su casa en Santa Rita, Sabanitas, apenas podía ver algo celeste, preparó su trampa, de malla fina, y cuando el pajarillo se acercaba a una flor a sacar su miel, lo atrapó.

Carliño brincaba de alegría porque era su primer colibrí, hermoso, con tonalidades azul, celeste, turquesa, gris, blanca, su pico fino y ojos oscuros, lo llevó e introdujo a su gigantesca jaula.



En la mañana siguiente, los gritos de un hombre lo despertaron, cuando el coleccionista fue detrás de su vivienda, un hombre de tez blanca, desnudo, gritaba que lo dejaran salir o llamaran a la policía.

Cuando Carliño, le preguntó como rayos, entró a la jaula, respondió que era el colibrí atrapado en la noche, solicitó llamar a la policía, aunque ya una vecina avisó al gobierno.

Hizo un pacto con el diablo para obtener dinero y mujeres, logró la transformación, pero debía ofrecer vidas a cambio de su poder.

La policía cargó con Carliño por violar la ley ambiental y el caballero, a quienes los psiquiatras de Medicina Forense diagnosticaron trastornos de identidad disociativo.

El hombre fue encerrado en el Hospital Mental Nacional para un tratamiento médico, Carliño multado, aunque en las noches, los internos del manicomio dicen ver un colibrí que vuela.

Claro, no les creen por estar locos y no se reportaron muertes extrañas.

 Imagen de Pexels y Marko Garic no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Siempre he pensando que no están los que son y los que son, no están. Cierto, Cierto, hablo de los locos

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