Ese fin de semana hubo un asado en casa de los Vargas, en Las Tablas, Panamá, con mucha música, licor, mataron una vaca y la fiesta era fabulosa, con gran cantidad de comensales y música con banda.
Mercedes, mi esposa, no
asistió porque estaba en Colón en una actividad laboral, así que
decidí ir con mi hijo Florencio, quien fue bautizado con mi mismo nombre.
Mi nuera Paola, es una
dama muy atractiva, de 23 años, blanca, con unos inmensos ojos avellana,
cabello castaño, delgada y de enormes pechos, pero con un carácter fuerte o
cascarrabias.
Preferimos no quedarnos
donde los Vargas y arrendamos dos habitaciones en un hotel tableño, mi hijo con
su esposa y yo solito para abrazar a la almohada por las razones ya explicadas.
Ya en la fiesta hubo una fresca noche, los
árboles danzaban al ritmo del acordeón, una luna inmensa y estrellas que brillaban
más de lo normal, las fogatas acaloraban el ambiente de la campiña y era
notoria la felicidad de los asistentes al evento.
Tras cinco horas de beber
y comer, nos fuimos al hotel, compré cuatro cervezas para consumirlas en el
balcón del hotel, al llegar me duché, me coloqué un pantaloncillo azul corto,
una camiseta blanca y me puse unas chancletas.
A los 20 minutos se
apareció Paola, con un vestido de dormir que dejaba al descubierto toda su
alma, quedé impactado, mi hijo Florencio estaba borracho y dormía como un recién
nacido.
Mi nuera se encontraba
algo ebria, me pidió una cerveza, fui a la pieza a buscarla, entonces, me empujó
a la cama, di la vuelta, era ella, se quitó toda su ropa y la tentación mostró
su máxima expresión.
Unas montañas lindas,
gigantes, con areolas rosas, puntiagudas, lindas piernas, pecas en sus hombros
y su sonrisa de diabla me aprisionaba.
—Ven, soy toda tuya.
Cógeme duro—, dijo.
Soy hombre, pero ante
todo padre, dudé y quise caerle, sin embargo, no destruiría mi matrimonio ni el
de mi hijo por una noche de locura.
Le respondí que estaba
ebria y se fuese a dormir, agachó la cabeza y se retiró en momentos que
lloraba.
Al día siguiente muy
discretamente se disculpó, respondí que pasara la página que fue un hecho sin
importancia.
Para un hombre maduro no
es fácil rechazar una mujer joven y bien dotada, pero lo hice a pesar de que mi
nuera me dejó picado.
Imágenes ilustrativas de
Umay Caratas y de Vinicius Pontes en Pexels no relacionadas con la historia.
Por lo menos pensó bien. Por lo general los hombres hacen las cosas sin medir las consecuencias y luego vienen los arrepentimientos.
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