Buena y mala leche

 La buena suerte llegó donde  Alejandro Berrocal, un soldador panameño residente en Los Alamitos, California, quien emigró, no por trabajo, sino por amor a su novia de adolescencia, Gloria, a Estados Unidos.

Ambos arribaron a Los Ángeles, en el 2004, ella con el programa de intercambio de estudiantes y él para seguir a la mujer que le robó la calma desde el jardín de infancia en Los Santos, Panamá.

La familia que recibió a Gloria aceptó las visitas de Alex cuando terminaba su jornada laboral, a dos horas de distancia de la construcción donde trabaja, sin embargo, cuando el amor toca a la puerta todo es posible.

Un día Alex fue a Buena Park, compró un billete del Power Ball, no gustaba de los juegos de azar, pero Mario, un capataz mexicano, le instó a que adquiera la boleta porque la suerte es loca y a cualquiera le toca.



Para su suerte, el istmeño aceptó y acertó los números, un acontecimiento que cambiaría su vida inexorablemente.

El monto era de dos billones de dólares, pero libre de polvo y paja o los grandes impuestos que cobra Estados Unidos, el caballero recibió un cheque de 997 millones de dólares, lo que representaba una fortuna en cualquier lugar del mundo.

Se fue a celebrar con unos amigos a Las Vegas, su novia no asistió y en esa farra de fin de semana se gastó 400 mil dólares, en casinos, chicas hermosas, champaña y alimentos.

A los dos días cuando salió del banco, adquirió una vivienda con piscina, cinco cuartos, seis baños, vista al centro de la ciudad, de madera, con vidrios polarizados, un ascensor, tres plantas, sauna y un bar por la friolera suma de 25 millones de dólares.

El asunto no le gustó a Gloria, quien las primeras semanas disfrutó de la ganancia, aunque poco a poco Alex la fue apartando de su círculo, el hombre gastaba en lujosas tiendas, se iba a Bel Air a darse una vida de millonario y lo era porque poseía millones.

Un Porsche de 250 mil dólares, dos Mercedes Benz, cenas lujosas y viajes por todo el territorio estadounidense con gastos pagos a sus amigas y chicas lindas.

Se juntó con Bryan y James, dos anglosajones que se lo llevaron a Atlantic City, con Beth, una pelirroja bella, ojos azules, y Brenda, una de raza negra, con quien hacían tríos y toda clase de poncheras.



Al año el caballero llevaba gastados 300 millones de dólares en fiestas, mujeres, drogas, viajes, ropa costosa y otros lujos.

Gloria lo abandonó y regresó al istmo al terminar su intercambio, triste, dolida y con el alma partida en mil pedazos.

Cuando las finanzas de Alex tambalearon, sus amigos saltaron del barco, lo exprimieron y lo dejaron solo con varios millones de dólares por pagar.

Vendió la casa, sus vehículos y al final quedó viviendo en Pico Rivera, un barrio de obreros en el sur este de Los Ángeles.

Sin las estadounidenses que tanto lo lidiaron, terminó limpiando un almacén en el centro de LA.

El billete fue su buena y mala leche porque quedó limpio y solo.

Fotografía de Power Ball cortesía de Dreamstime.


Comentarios

  1. Sólo los verdaderos amigos están en las malas y lamentablemente Alejandro lo descubrió tarde ☹

    ResponderBorrar

Publicar un comentario