Zoila, la ecuatoriana

Mi primer amor fue una sudamericana nacida en Quito, Ecuador, hija de una pareja de inmigrantes de ese país que llegaron a Panamá en busca de mejores días para ellos y su familia.

Pedro Campo y su mujer Zulema, se instalaron en el humilde barrio del Chorrillo con Zoila, Antonio y Alfonso, siendo la primera la más grande con 17 años y quien administraba la panadería de sus padres, en la avenida A, de la capital panameña.

Mi madre tenía un puesto de ventas de frutas en el mercado periférico de El Chorrillo, donde en la actualidad está el patio de los autobuses de la empresa Metro Bus.

Fui amigo de Alfonso, de 12 años, como yo, luego Antonio tenía 10, los ayudaba en un puesto que su padre instaló en el mercado para vender, pan, dulces y jugos con el fin de ofrecerlos a los pasajeros que iban hacia Arraiján, La Chorrera y Capira en 1976.



Zoila me enloquecía, admiraba su rostro acholado, una epidermis como la nieve, gigantescos Everest y una retaguardia del tamaño del Brasil que atraía a los varones como abeja al panal.

La extranjera me regalaba dulces y jugos de melocotón, que agradecía con una sonrisa, mientras observaba sus profundos ojos marrones y caballera como un azabache. Una muñeca sudamericana.

Su padre era casi un nativo y su mamá, hija de un español, por lo que era obvio que Zoila saliese mitad indígena y mitad blanca, con facciones caucásicas mediterráneas.

Nadie sabía de mis sentimientos con la hermana de mi amigo, sería una locura confesar que una chica de 17 años me robaba la calma, siempre lo oculté y ahora 40 años después lo confieso.

Toda una dama con sus pantalones vaqueros, camisas, su cabello bien arreglado, zapatos con tacones, o zapatillas y hasta balbuceaba cuando se presentaba al negocio en pantaloncillos.



Soñaba con besarla, abrazarla, pasear juntos por la Zona del Canal y casarme con ella, no obstante, esa meta estaba a millones de años luz de mi realidad.

Mi pasión oculta se quedó como tal hasta cuando cumplí 18 años, mi regalo fue enterarme de que Zoila se casó con un estadounidense, también idiotizado por la diva ecuatoriana, y se llevó a vivir a Texas.

Nunca tuve noticias de mi primer amor.

Mujer ecuatoriana cortesía de Freepik y masa de harina de Skitterphoto de Pexels.

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

  1. Dicen que el primer amor nunca se olvida, aunque la mayoría no llega a nada ❤💔

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