La Nicaragüense

Cuando abrí la puerta, que muy poco llaman en mi casa, quedé boquiabierto con lo que tenía frente a mis pardos ojos.

Era mi vecina Giselle, que laboraba en la casa de atrás como nana de unas gemelas que residían con sus padres, quienes nunca me daban los buenos días porque se creían millonarios en un barrio de clase media.

Gisselle vino a buscar algo de azúcar, le abrí, la invité a pasar, no lo rechazó, la dama olió  unas costillas de cerdo, al vino y con jengibre que cocinaba.

—Qué rico huele vecino—.

—Cuando esté listo la aviso para que venga a comer, pero que sus patrones no se den cuenta—.



—Tranquilo vecino, se fueron para la playa—.

La centroamericana me encantaba, en las tardes la miraba al pasear las bebitas que cuidaba, observaba sus curvas, su negra caballera y su trasero cómo se movía al ritmo de sus pasos.

Ella sabía que le gusto, sonrió y se sentó en sofá, me puse algo nervioso, aunque me tomó de la mano.

—Vos sos atractivo vecino—.

Quedé mudo al mirar su vestimenta, un pantaloncillo blanco que apenas cubría, dejaba al mundo sus pálidas, carnes, sus senos pequeños y se encendieron mis deseos.

La extranjera no perdió tiempo, me tomó de la mano para besarme, estaba en el paraíso, mis dedos recorrieron su piel y la intensidad de la pasión era como un terremoto.

Allí mismo, en la sala, quedamos en traje de Adán y Eva, corrí a la recámara a buscar un preservativo, me lo puso y de inmediato se sentó sobre la ametralladora.

Fue algo rápido y fabuloso, me apretó fuerte, acariciaba sus pechos y me mordía levemente mis labios.



En poco tiempo la ametralladora disparó las balas, grité y ella me imitó.

Se vistió, me regaló un ósculo de un minuto y dijo que volvería cuando tuviese oportunidad.

Sin embargo, a la semana me enteré de que la deportaron de Panamá por no tener documentos en regla, así que me quedé con ganas de más.

Me localizó por las redes sociales y quedamos en que viajaría a Managua para la revancha.

Esa fue la historia con mi vecina la nicaragüense.

Fotografías de Cotonbro Studio y Aboodi Vesekaran de Pexels.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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