Tony Murphy era temido, tanto por las facciones católicas como las protestantes del Ulster, caminaba con escoltas en Derry o Londonderry, en Irlanda del Norte, un dolor de cabeza del Servicio Secreto británico y para cualquiera que desafiara su posición o instrucción.
No conocía la piedad, sus ojos verdes no bailaban al
momento de ordenar el asesinato de traidores, testigos o quienes no apoyaran la
causa católica contra 800 años de colonialismo británico.
Pasó unas cuatro veces por prisión, sin embargo, sus
abogados ágilmente lo sacaban de los barrotes, no cumplió ninguna sentencia
completa por porte de armas ilegal, rebelión y una por asaltar un banco con el fin de
obtener dinero para la causa irlandesa.
Todo un revolucionario, aunque no tenía problemas con
la cúpula del Ejército Republicano Irlandés (IRA por sus siglas en inglés),
algunas facciones lo odiaban por su modus operandi en el Ulster.
En la republicana Irlanda no era bien visto
por sus métodos brutales de represalias y venganzas e incluso sus exnovias que
lo dejaban recibían golpizas por parte de las huestes del revolucionario.
Sus decisiones ya tenían harto a los líderes del IRA,
quienes, en una clandestina reunión, como lo hacían normalmente, abordaron el
tema y ordenaron su ejecución de inmediata, sin embargo, para no mancharse la
sangre, le pasaron el dato a los terroristas protestantes.
La novedad llegó hasta las oficinas del Servicio Secreto
británico en Londres, sus sapos y agentes en Belfast.
Un sábado 22 de mayo, en 1976, Tony se bajó de un vehículo
para ingresar a un bar, sus escoltas no sospecharon nada, el terrorista iba con
una mujer pelirroja, vestida con un diablo fuerte azul, una gorra verde y
camiseta blanca.
Tony se detuvo a saludar al guarda de la puerta del
negocio, cuando un punto rojo se dibujó en su frente.
Primero cayó, luego sonó el disparo, sus escoltas
voltearon, dispararon a una ventana del edificio, el asesino bajó las
escaleras, salió por la parte trasera del inmueble donde lo esperaba un camión
de mudanzas, es ocultó atrás y el vehículo abandonó la zona.
El blanco cuerpo de Tony quedó teñido de sangre, su
camiseta verde corría el ladrillo líquido y hasta sus rubios cabellos se
mezclaron los ríos rojos del suelo.
No hubo investigación, reclamos, nadie vio nada, ni
tampoco escuchó, los simpatizantes del IRA, salieron del bar, miraron y
entraron.
Fue una ejecución extrajudicial, no obstante, ni Tony
ni su familia o su facción se enteró si la bala vino del IRA, del Servicio Secreto
Británico o de los terroristas protestantes.
Fotos de Wikipedia y Gdtography de Pexels.
A todos les llega la hora por más malo que sea.
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