El Esposo de mi Tía

Cuando mi tía se casó con su novio, yo tenía 15 años, desde que lo vi en la fiesta quedé flechada, sentí ganas de besarlo intensamente, aunque poco podía hacer una quinceañera con un masculino de 25 años por ser una relación ilícita.

Él con cuerpo de atleta, piel canela, mis ojos miel se hipnotizaban al observar sus oscuras pupilas, lo deseaba con toda mi alma, pero no era mi tiempo, así que decidí esperar el momento adecuado.

Ya con 18 años, las visitas de la hermana de mi madre y su marido, eran poco frecuentes porque mi tía sospechaba algo, él siempre me respetó, nunca se sobrepasó y no me miraba.

Eso era lo que más me encantaba de Alberto, un administrador de la fábrica de embutidos David, Chiriquí, soñaba con acariciar su piel canela y que nadara en mi nevada epidermis y que llegara la tormenta de intercambio de fluidos.



Tuve dos novios cuando estudiaba arquitectura, ambos me propusieron matrimonio, los rechacé porque jamás olvidé al esposo de mi tía que robaba mi calma desde mi adolescencia.

—Antonella aún no quiere casarse—, fue mi respuesta antes las propuestas de llevarme al juzgado o al altar.

El asunto fue que pasaron diez años, ya graduada y con un novio, me encontré en un centro comercial a Alberto, me saludó, lo invité a tomar un café con el fin de charlar.

Ya sabía que vivía juntos, pero no revueltos con mi tía, cada uno hacía su vida porque no se separaban por los hijos. El matrimonio estaba acabado en su totalidad y afortunadamente no fui la causante del fracaso de la pareja.

A los dos meses empezaron los encuentros clandestinos, el mayor que yo diez años, no obstante, con su experiencia se elevaba al paraíso cuando acariciaba las cimas de mis montañas.

Era experto en conducir la locomotora al túnel fronterizo y con el tiempo me preñó porque le dije que me cuidaba con la píldora y nunca la utilicé.



Mi tía ahora me detesta, una vez me reclamó por robar su marido, pero respondí que no cargaba responsabilidad alguna. Ella lo perdió y yo aparecí por casualidad.

Alberto se mudó conmigo a Boquete, donde laboro en un proyecto de viviendas y él viaja a David a la fábrica.

No me remuerde la conciencia porque no hice nada malo, mi único delito fue enamorarme de un hombre ajeno, sin embargo, aclaro que jamás intervine para que el matrimonio de mi ahora marido se fuese a pique.

En la vida se debe tener paciencia, esperé más de diez años y obtuve el amor que tanto aspiraba.

Fotografía de Cottonbro Studio de Pexels.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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