Katy conoció al hombre de su vida en una discoteca del Casco Antiguo de Panamá, el norteamericano George Massino, nativo de Portland, nieto de italianos y quien se presentó como inversionista de bienes y raíces.
La dama de piel canela y ojos pardos quedó enloquecida
con el galán, dominaba muy bien el castellano, con algo de acento mexicano,
rubio, ojos azules, alto y blanco como la espuma.
Massino le contó que vivió cuatro años en México,
donde laboraba para una empresa constructora de California llamada CA. Company
and Investment, lo que la atrajo más.
Su argumento siempre fue que no les interesaba los
panameños, a sus 24 años no tuvo ni una sola pareja de su nacionalidad porque consideraba
que los istmeños no eran lo suficientemente atractivos y con dinero para
poseerla.
Por ello, la también secretaria de una empresa
arrendadora de automóviles, ni siquiera miraba a sus paisanos, asistía los
fines de semana al Casco Antiguo con amigas a ver qué encontraba hasta que se
presentó Massino.
El caballero conducía un lujoso Mercedes-Benz, color
gris, asientos de cuero y con toda la tecnología más las comodidades de un vehículo
europeo, vivía en un apartamento en la Avenida Balboa.
Se sacó la lotería, pensó Katy, quien se convirtió en
una goma de mascar del foráneo, la hizo renunciar al trabajo, creó una sociedad
anónima y la puso de representante legal.
Adquirieron un fuerte crédito para construir un
edificio, de pronto el hombre en acto de buena fe la pasó como presidenta de la
compañía y gerente.
Feliz con su nueva vida, se mudó con Massino,
se codeaban con la clase empresarial hasta que el caballero hizo un viaje a Estados
Unidos antes de Semana Santa.
Pasaron tres semanas y el galán no mostraba signos de
aparecer, ella lo llamó al celular de Estados Unidos, estaba apagado, no
respondía los mensajes por WhatsApp y la mujer comenzó a temblar.
Al mes del viaje, la llamaron del banco para responder
por el primer pago, cuando se fijó en la cuenta bancaria de la compañía que
fundo con su marido, no había fondos.
Katy quedó en un mar de lágrimas, con una elevada
deuda, cayó en la trampa de un extranjero estafador, casado y con hijos en El Paso,
Texas, de donde era originalmente.
Su sueño de unirse legalmente con un guapetón no istmeño se
esfumó, estafada, humillada y ahora con ganas de todo, menos de ser pareja de un foráneo.
Fotografía de la pareja cortesía de Freepik.
Lamentablemente se ve mucho esa situación. Por tratar de "vivir" bien, quedan embarcadas y hombres embarcados porque no se excluyen los caballeros.
ResponderBorrar