Viejo y pendejo

Los pardos ojos de Jean Ortega se llenaron de alegría y amor al ver la fotografía de Lisa McGregor, una estadounidense de 25 años, supuestamente integrante de la marina de Estados Unidos, afincada en Hawaii.

Conoció a la dama por Internet, sin embargo, la voluptuosa mujer militar solamente le escribía por la aplicación de WhatsApp, no le enviaba mensajes de voz, ni videollamadas porque estaba en una base militar y la seguridad era extrema.

Platicaban a diario, ella le remitía fotografías en traje de baño, en gimnasios, en la playa, donde apreciaba sus enormes Everest, su pálido trasero dejado a la vista por el hilo dental, su abundante caballera rubia y alta estatura.

También le envió imágenes de una residencia en Portland, Oregón, lujosa y hermosa, que era de su propiedad, no vivía nadie y la dama esperaba renunciar a la marina para encontrarse con su novio cibernético panameño y vivir allí.

Para cualquier veterano, de piel canela, cabello, sal y pimienta, de 58 años, un bombón como ese sería la presa perfecta para impresionar a sus amigos, compañeros de trabajo y vecinos.



No obstante, cuando el caballero soltó la bomba de una novia extranjera, empezaron a llover las dudas porque en las redes sociales e Internet cualquier cosa puede pasar.

En primera instancia porque en las bases militares se hacen llamadas en línea fija, por celulares, videollamadas y en directo en varias redes sociales, siempre y cuando no se muestren secretos castrenses o armas nucleares.

La segunda duda era que la fotografía de la vivienda en Portland, no era de acorde con el salario de un soldado raso, ni siquiera de un sargento, así que sembraba más preguntas que respuestas.

Sus compañeros de trabajo de la publicitaria lo vacilaban y le advertían que tuviese cuidado, que podía ser un estafador o hasta un hombre con intenciones no precisamente benévolas.

La tapa del coco fue que Jean preguntó cuánto costaba enviar a Panamá lingotes de oro, lo que sorprendió a todos.

Su “novia” le contó que en una cueva de Guadalcanal hallaron armas, piedras preciosas y oro. Como premio, su jefe le regaló 42 lingotes.

-Si eso me ocurre a mí, ni a mi mamá le cuento eso, menos a alguien que jamás vi-, respondió el viejo José Chanis, al escuchar la historia.



Un lingote cuesta 500,000.00 dólares y multiplicado por 42 suman 21 millones de dólares, aunque Jean mostró la fotografía de un maletín con lingotes que su novia norteamericana le remitiría.

El caballero enamorado seguía hasta que la chica le pidió 5 mil dólares porque necesitaba efectivo para sacar los lingotes de Hawaii y enviarlos al istmo de Panamá.

Jean hizo un préstamo, remitió el dinero vía Wester Union y a los cuatro días la gringa desapareció.

Cuando se hizo la triangulación a los 15 días, un soldado puertorriqueño llamó al número de la pareja del diseñador gráfico, sin embargo respondió un hawaiano y dijo que el celular lo encontró en una calle de Honolulú.

Era un número prepago, el dueño o la dueña desapareció sin dejar rastro y ahora Jean debe pagar el préstamo a la financiera o 18 mil dólares.

Así terminó la historia de un hombre maduro que creyó en las redes sociales sin verificar que ese mundo está preñado de ladrones, estafadores, timadores y personas con varias identidades o cuentas.

El veterano José Chanis dijo que entiende que a un joven le ocurra por su inexperiencia, no obstante, el caso de Jean fue muy lejos porque a pesar de ser viejo lo agarraron de pendejo.

 Imágenes ilustrativas de Dreamstime.


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