Rosa y los trogloditas

Rosa, Orlando y Johnny, eran tres jóvenes que se la pasaban en discotecas, fiestas patronales, arranques, matanzas, laboraban en lugares distintos, pero muy unidos como si fueran casi hermanos, pero no tanto porque entre ella y el último pasó un tórrido romance breve.

La dama, de 23 años, era oriunda de Chitré, Herrera, blanca, cabello rojizo de tinte, ojos miel, delgada, pechos atractivos y mirada inocente, mientras que Orlando, capitalino, de 24 años, era de baja estatura, algo obeso, abundante cabello negro, ojos pardos y blanco.

Johnny, de 23 años, capitalino, tenía la piel canela, facciones acholado, ojos oscuros, musculoso, cabello negro y de mediana estatura.

Se pegaban unas jumas bravas en las discotecas, en ocasiones no se sabía quién cargaba a quién, principalmente en los bares abiertos los días de semana, aunque ninguno faltó a su centro laboral, tras los arranques.



En una ocasión, el padre de Rosa, le prestó el automóvil para que el grupo acampara en la playa, se fueron a Gorgona y encontraron una vivienda sin habitar con mobiliario.

Contaba con aire acondicionado, equipo de sonido, camas, televisor, cable, ollas, alimentos, cerveza y güisqui, así que montaron su fiesta con música trance, salsa, merengue y típico.

Al terminar la parranda, cruzaron el muro, ebrios, se instalaron a 500 metros de la propiedad y cuando la policía se presentó todos respondieron que pensaron que una fiesta privada y más nada.

Los tres estudiaban diseño gráfico en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá (UP), sus compañeros los llamaban “Rosa y los trogloditas” por parranderos, comelones y unidos.

Otra noche, fueron de paracaídas a la celebración de un matrimonio en el Hotel Panamá, la cuñada del novio quedó enamorada de Orlando, el chico manejó la situación, pero no le gustaban las damas.

Se colaron en los pisos de las habitaciones para pasar la noche después de la farra, le comunicaron a la dama de la limpieza que le consiguiera la llave magnética maestra, Johnny la convenció y mujer accedió.



Cuando salió el sol, de forma clandestina, salieron sin ser descubiertos por el resto de los empleados del hotel.

Llevaban dos años y medio en ese ritmo, casi a punto de terminar materias para posteriormente el proceso de tesis, decidieron celebrar al culminar el último semestral.

Como a las doce de la noche, Orlando yacía en uno de los sofás de la discoteca hasta la zapatilla en licor cuando vino la bomba.

Rosa le confesó a Johnny que siempre lo amó, que el romance breve y el sexo la enloqueció, simuló todo lo que pudo, tuvo vacilones con otros chicos de semanas, sin embargo, él era el hombre de su vida.

Un aluvión de nuevos días se acercaba para la pareja porque el caballero respondió lo mismo, que su inmadurez no le permitía aceptar que se moría por ella, le ofreció disculpas por pasearle mujeres en su cara.

-Lo siento tanto Rosa. Mi mente de chiquillo no vio más allá, no acepté que te amo y que buscaba una salida, pero esa salida eras tú-.

-Eso no importa, ya que también hice lo mismo con algunos hombres. Lo que acontezca en el futuro es lo que vale-.

Cuando se graduaron, a Orlando le ofrecieron un trabajo en Guadalajara, México, se marchó en busca de nuevos horizontes, mientras que Rosa y Johnny terminaron en la Catedral Metropolitana unidos en matrimonio católico.

Solo quedaron los recuerdos de las noches y las locuras de jóvenes inmaduros universitarios, dos de ellos que se juraron amor eterno y tuvieron tres hijos varones.

Por su parte, Orlando se consiguió un novio en México y se mudó con él, por lo que feneció el grupo de “Rosa y los trogloditas”.

 

 

 

 

 

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